Los atletas ya vibran en la Villa Olímpica
Los 4.000 atletas de 206 países conviven, juegan y se divierten con sus pares en la previa de la gran experiencia.
Llegaron de más de 200 países y animarán los terceros Juegos Olímpicos de la Juventud. Son para deportistas menores de 18 años y participan 140 argentinos. Están listos para el acontecimiento que se inaugura el sábado en la 9 de Julio.
Sólo hay que caminar unos metros después de pasar por los detectores de metales para darse cuenta de que éste es otro mundo. Los edificios nuevos lucen impecables y desde abajo se ven las colchas de Buenos Aires 2018 en las camas de las habitaciones. Pero la auténtica fiesta de los Juegos Olímpicos de la Juventud está en la zona internacional de la Villa Olímpica, donde los 4.000 atletas interactúan con sus pares de otros países. Son las Naciones Unidas de la juventud.
Vestido con esa remera amarilla que en los deportes suele distinguir a los colombianos, su desfachatez se condicen con el deporte que practica Sebastián Martínez: es freestyler de BMX. En su rostro se observa una curiosidad alegre. “Nunca había tenido una experiencia de este tipo. Todo es una sorpresa y muy impresio- nante. Me emociona competir, pero más que todo disfrutar de la experiencia, porque esto sólo se vive una vez y es algo que muchos sueñan”, le cuenta a Clarín.
En una canchita de fútbol, a menos de veinte metros del gran escenario, un equipo de japoneses se defiende con poca habilidad para la pelota frente a un combinado de sudamericanos, guiados por un esloveno que con una chomba de su país y unos pantalones azules juega en una baldosa, guardando sus energías para la competición oficial.
Más atrás, Rusia y Eslovaquia enfrentan a sus representantes en un duelo de metegol gigante. Y Peter Kuric, escalador olímpico, manifiesta la felicidad que le genera que su deporte esté por primera vez en una competición de estas características. “Es- calé durante años y estoy muy emocionado por la oportunidad de mostrarle la escalada al mundo. No tengo un objetivo fijo, pero y estoy muy contento por estar acá”, dice con un brillo en sus ojos.
Los rusos llevan la sonrisa en la cara y se divierten con esta nueva experiencia. Igor, del equipo de futsal, trata con poco manejo del inglés de expresar que está a gusto en Buenos Aires. Sus compañeros se acercan curiosos a charlar con un inglés. Todos destilan buena onda y felicidad.
Otros atletas demasiado inquietos como para quedarse en sus nuevas habitaciones recorren los stands de juegos montados en el ingreso a la Villa. Claudia Scampoli y Nicol Bertozzi, la pareja italiana de beach volley no hablan español pero miran todo y lo comentan entre ellas. “La Villa tiene todo lo que podemos llegar a necesitar. Es enorme y hay muchas cosas para hacer. Los cuartos son muy cómodos”, dicen en un inglés laborioso. Nicol cuenta que la experiencia de convivir con deportistas de todo el mundo es muy linda, más allá de que el idioma sea una barrera. “Pero no estamos acá porque sí: estamos muy concentradas y metidas en la competición que arranca dentro de poco”, afirman con seguridad.
Todos los atletas salen de los edificios para pasar a la zona internacional y se dirigen al enorme comedor. Varios se llevan los packs de agua mineral a sus cuartos. Y ayer algunos - se vio a australianos y ucranianostuvieron premio, porque recibieron “de contrabando” algunos sanguchitos de chorizo y de carne destinados a un agasajo a los periodistas.
Mientras el sol cae, caminando en la dirección contraria a los departamentos olímpicos y buscando nuevas actividades para hacer, a Nicolás Burgos lo guía su curiosidad. Recién llegado al país, el único chileno clasificado en el tenis de mesa tras un histórico oro preolímpico para su país no da más de felicidad. “Estar en la Villa Olímpica es una gran experiencia, es muy lindo y acogedor. Lo vamos a disfrutar mucho”, describe con su tonada trasandina. Llega para cumplir un sueño: ganar una medalla en alguna modalidad. Burgos tiene una particularidad que será común en varias disciplinas de estos Juegos: compartirá equipo con Adriana Díaz, una puertorriqueña.
Pero no todo es caminatas para matar el tiempo. Cuando ya casi no hay luz en el predio, algunas delegaciones aún llegan al lugar. Cinco colombianas van rumbo a estrenar sus habitaciones. Por su estatura y contextura física, parecen atletas o nadadoras. No. Son rugbiers. “Somos candidatas a llevarnos una medalla -dice la capitana Valentina Tapias Cano-. Llegamos el sábado porque queríamos ver el partido entre Los Pumas y los All Blacks. Para nosotras esa experiencia no tiene precio”.
Tapias está contenta de que los Juegos se realicen en Sudamérica, aunque se entristeció cuando se enteró que su Medellín no sería la sede. “No sólo representamos a Colombia, sino a todo el continente. Brasil, Argentina y nosotras tenemos buenos equipos. Lo que estamos viviendo es súper hermoso y por eso, además de competir, queremos disfrutarlo. Si no disfrutás esto, no ganás nada”.
La apertura de la Villa Olímpica dejó en claro que Argentina no será la única protagonista de este evento. Los 141 integrantes de la delegación nacional son sólo una porción de los 4.000 deportistas de 206 países.
Cada atleta es una persona y cada persona llega con una historia particular. Los que vinieron a Buenos Aires en busca de medallas tendrán carreras que irán mucho más allá de estos Juegos y por eso priman las ganas de vivir experiencias.
Los Juegos Olímpicos de la Juventud son la primera escala grande de un deportista con sueños de elite. Y en la Villa de Buenos Aires 2018 hay aroma a universalidad. ■