Clarín

Todo audio que camina va para una redacción

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Se filtran audios sobre una pareja de gente famosa. Los audios viajan de un lado a otro, saltan entre los celulares de la ciudad, se reproducen y, lejos de morir, quedan legitimado­s casi como género periodísti­co en los medios. El debate empieza en la filtración de audios y estamos todos hablando de una sexualidad llamada “poliamor”, donde la figura de “amante” resulta antigua, decimonóni­ca. Poli es un prefijo que quiere decir “abundancia”. Antes de cobrar fuerza en este neologismo, poli se hizo conocido, en los 60, a través de “polideport­ivo”. Después vino lo de “polirrubro” y ahora cobra presencia con “poliamor”. Lindo tema la reinvenció­n de los prefijos, pero agita más la epidemia de filtracion­es. Todo audio que camina va a parar a la redacción. Debemos admitirlo: el periodismo flaqueó ante la idea de que sólo tiene sentido lo que la gente hace durante su vida privada. Quizá sea el triunfo de la cámara oculta. De la distopía de Orwell y el Gran Hermano que vigila. O puede ser el éxito del “rialismo” de Jorge Rial. ¿Será Rial el gran paradigma del periodismo actual? ¿Cuando la historia se vuelva imprecisa o difusa diremos Arlt, diremos Walsh, Rial?

O sea, ¿es Intrusos la escuela de un oficio que sólo confesamos en la práctica? En las redaccione­s, y en voz alta, mencionamo­s a ídolos como Gay Talese, Capote, David Foster Wallace. Pero se filtra un audio y todos iremos a escucharlo. Con bronca. Con vergüenza, pero ahí estaremos…

Va siendo hora de buscar responsabl­es. ¿Quién tendrá la culpa? Marshall McLuhan, hace mucho, lanzó su célebre aforismo: “El medio es el mensaje”. Escalofria­nte, ¿no? ■

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