Clarín

La nueva grieta entre los verdes y los celestes

- Ricardo Roa

Todo lo que se pueda postergar que se postergue, sería un lema nacional. Le pasa o le pasa bastante a la educación sexual. Fue impulsada por ley hace 12 años. Debía impartirse en todas las escuelas pero muchos de sus contenidos continúan vírgenes. Se dice que sólo 2 de cada 10 alumnos la reciben o la reciben de manera habitual. Hay una disputa a veces sorda y a veces pública sobre esa implementa­ción. Además de celestes y de verdes está la Iglesia, naturalmen­te del todo celeste, que en estos días avisó estar dispuesta a tallar en el tema como talló en el aborto legal.

La educación sexual es una necesidad vinculada a la salud en general, a la indispensa­ble conciencia respecto de la violencia atroz de los femicidios que no ceden y a la dignidad de todos. El contexto de fondo son cifras dramáticas de embarazo adolescent­e, uno de los mayores a nivel regional. El título de la ley es Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI). Y no es educación sexual clásica: se enseña no como una materia sino como un contenido transversa­l.

Hay contenido de ESI en varias materias. El problema es que no se enseña en todos lados o en muchos lados aunque debía enseñarse en todos. Otro problema: el Estado no controla dónde y cómo se enseña. Son saberes cruciales pero un artículo de la ley permite a cada escuela dar ESI de acuerdo a su ideario. Depende de la voluntad y del sesgo ideológico o religioso de cada colegio.

Cada escuela hace más o menos lo que quiere pese a que en mayo el Consejo Federal acordó “los criterios y acciones necesarias” con gran foto de funcionari­os incluida. Bien argentino. De paso, como si la cuestión fuera una más, se mezcló con la educación digital.

Salimos de una discusión del aborto, el de niunamenos, con la decisión de que la escuela se ocuparía de estos temas. El Estado define lo público, lo que es de todos. Ni la ideología ni la religión tienen la palabra más autorizada para educar en un campo que hace de la sexualidad un terreno fértil para adoctrinar y para llevar agua a molinos partidario­s o teológicos.

Y la superficia­lidad es el peor camino para discutirlo. Abordado para la política, la izquierda iluminada llevó al Pellegrini, colegio que depende de la Universida­d y tiene una larga trayectori­a de excelencia, al grupo de activistas Mujeres, Tortas, Putos, Travas y Trans para dar orientació­n sexual o desorienta­ción sexual habría que decir a chicos de 13 y 14 años. Un disparate.

En sentido opuesto, aparecen grupos clericales que rechazan la educación sexual. Uno es “Con mis hijos no te metas”. Se define en contra de “la ideología de género y el adoctrinam­iento escolar” y dicen: “Somos Pro familia (matrimonio hombre y mujer)”. La Iglesia, que intenta imponerse como regulador de la vida social, salió a decir oficialmen­te “sí a la educación sexual” siempre y cuando esté de acuerdo con los contenidos que se fijen. Una manera de decir que no está de acuerdo con los contenidos que se han fijado. ¿Las escuelas religiosas no cumplirán la ley? Más debate entre salud pública y creencias religiosas. Y nueva grieta en puerta.

Sin que esté cerrada la grieta sobre el aborto, el postergado programa de educación sexual en las escuelas abre otra.

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