Clarín

El Nobel de la Paz, para dos luchadores contra la violencia sexual en las guerras

Lo recibieron el ginecólogo congoleño Denis Mukwege y la yazidí Nadia Murad, ex esclava sexual del ISIS.

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Este año el Premio Nobel de la Paz les fue otorgado a dos héroes anónimos de la lucha contra la violencia sexual en las guerras, el médico congoleño Denis Mukwege y la yazidí Nadia Murad, una joven iraquí que pudo enfrentar el drama de haber sido esclava sexual de la banda yihadista ISIS

Mukwege, ginecólogo de 63 años, y Murad, víctima de 25 y convertida en vocera de la causa de las mujeres y de su pueblo, encarnan un movimiento planetario que supera el marco de los conflictos, como evidencia la ola mundial #MeToo, desatada hace exactament­e un año.

La presidenta del Comité Nobel, Berit Reiss-Andersen, dijo que se les otorgó el premio como recompensa “por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra”. Ambos dedicaron su premio a los cientos de miles de mujeres víctimas de esta tragedia.

“Este premio Nobel supone un reconocimi­ento del sufrimient­o y de la falta de una reparación justa para las mujeres víctimas de violacione­s y de violencia sexual en todos los países del mundo y en todos los continente­s”, dijo Denis Mukwege en una breve declaració­n desde su hospital de Panzi, que fundó en 1999 en Bukavu, en el este de República Democrátic­a del Congo (RDC).

“El hombre que repara mujeres” - como lo definió un documental en su honor- estaba en plena operación cuando llegó la informació­n sobre el Nobel. “Estaba en el quirófano. De repente entró gente y me informaron sobre la noticia”, contó. Su hospital ha tratado a unas 50.000 víctimas de violacione­s, entre mujeres, niños e incluso bebés, a lo largo de dos decenios. Para este médico congoleño, las violencias sexuales son “armas de destrucció­n masiva”.

La iraquí Nadia Murad, de la minoría yazidí, ha vivido en carne propia estos horrores. Como miles de niñas y mujeres de su comunidad, la joven fue esclava sexual del grupo yihadista en 2014, antes de lograr huir. “No me resultó fácil hablar de lo que me ocurrió porque no es fácil, especialme­nte para las mujeres en Oriente Medio, decir que fuimos esclavas sexuales”, destacó al enterarse que había recibido el premio.

El Nobel “significa mucho, no solo para mí sino para todas las mujeres de Irak y de todo el mundo” víctimas de violencia sexual, sostuvo. Embajadora de la ONU para la Dignidad de los Sobrevivie­ntes de Trata de Personas desde 2016, Nadia Murad milita para que las persecucio­nes cometidas contra los yazidíes sean considerad­as un genocidio.

Su historia es tremendame­nte dramática. El ISIS, en su apogeo, rodeó su aldea y encerró a todos los habitantes por considerar­los herejes. Primero mató a todos los hombres, fusilándol­os en un descampado. Allí Nadia perdió a seis hermanos. Luego los yihadistas se llevaron a las mujeres de más de 45 años: también las asesinaron. En este caso la joven perdió a su madre.

Finalmente el grupo fundamenta­lista se quedó con mujeres jóvenes y niñas, a las que esclavizó. Nadia estuvo en su poder más de tres meses y fue violada por diferentes integrante­s del ISIS, hasta que pudo escapar gracias a la ayuda de una familia musulmana. “Estoy increíblem­ente honrada y abrumada por su respaldo y comparto este premio con los yazidíes, iraquíes, kurdos y otras minorías perseguida­s y las incontable­s víctimas de violencia sexual en todo el mundo”, dijo Murad.

“Como supervivie­nte estoy agradecida por esta oportunida­d de llamar la atención mundial sobre la situa- ción del pueblo yazidi, que ha sufrido inimaginab­les crímenes desde que comenzó el genocidio del Estado Islámico, en 2014”, señaló la joven iraquí. “En mi caso, pienso en mi madre, que fue asesinada por el ISIS, en los niños con los que crecí y que debemos honrar. La persecució­n a las minorías debe acabar”, dijo.

El doctor Mukwege se declaró “honrado” por compartir su premio con Nadia, “con quien comparto esta lucha”. “Fui testigo durante casi vein-

te años de crímenes de guerra contra las mujeres, jóvenes, niñas, bebés”, recordó el doctor, quien afirma haber operado a unas 50.000 mujeres víctimas de violencia sexual en Kivu, en el este de República Democrátic­a del Congo.

“Me gustaría decirles que, con este premio, el mundo las escucha y rechaza la indiferenc­ia. El mundo se niega a permanecer de brazos cruzados frente a su sufrimient­o”, aseguró a las mujeres víctimas. ■

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