Clarín

Cristina, ¿culpable o incompeten­te?

- Van der Kooy

El escándalo por los “cuadernos de las coimas” no resquebraj­a la confianza de los fieles de Cristina Fernández. El caso lleva 68 días de exposición pública. La muy mala situación de la economía tampoco hace mella en el núcleo de la sociedad que respalda a Mauricio Macri. El fin del gradualism­o y el severo ajuste han consumido cinco meses. Las verificaci­ones coincident­es correspond­en a las consultora­s Isonomía y Federico Aurelio.

La primera novedad resulta grata para la ex presidenta. Aunque represente un obstáculo objetivo para la construcci­ón de una alternativ­a electoral del peronismo dialoguist­a. De todos modos, se trata de una foto: el frente judicial de Cristina y su familia se complica cada semana. El año próximo enfrentará cuatro juicios orales. Tampoco el conformism­o debiera ser el bálsamo adecuado de Cambiemos. Se avecinan los peores meses de restricció­n económica. No hay certeza sobre en qué momento podría abandonar la postración.

El peso judicial sobre Cristina empieza a tornarse abrumador. El juez Julián Ercolini elevó a juicio oral y público la causa Los Sauces. Investiga a la ex presidenta y a sus hijos, Máximo y Florencia, por asociación ilícita y lavado de dinero. ¿En qué habría consistido la maniobra? Los Sauces tuvo de principale­s inquilinos durante una década a Cristóbal López y Lázaro Báez. Entre ambos garantizar­on el 86% de la facturació­n de la empresa inmobiliar­ia. La sospecha es que detrás de ese porcentaje se ocultaron sobornos correspond­ientes a la adjudicaci­ón de obra pública a aquel par de empresario­s K, ahora detenidos.

Algunos expertos siembran dudas sobre la tipificaci­ón de la figura de asociación ilícita. Pero nadie se anima a negar la existencia de un delito. Esos negocios ocurrieron antes y durante los ocho años que Cristina ejerció la presidenci­a. Como mínimo existiría incompatib­ilidad con el ejercicio de la función pública. Es la única causa, de las seis en que se encuentra procesada la ex presidenta, que podría cobrarse una víctima inmediata de producirse una condena: Florencia, la hija del matrimonio, no posee fueros, a diferencia de su madre y de su hermano.

Ercolini no es Claudio Bonadio, al cual el kirchneris­mo endilga intenciona­lidad política contra Cristina en varias causas. Entre ellas, la de los “cuadernos de las coimas”. No proviene de la Justicia de los 90. Al contrario, su pliego fue elevado por el Poder Ejecutivo en septiembre del 2004. Durante el primer año de Néstor Kirchner. Como señal de una renovación en Comodoro Py que nunca se terminó de consumar.

Las objeciones contra Bonadio también parecen ir perdiendo consistenc­ia a medida que el escándalo de los “cuadernos de las coimas” progresa. Las cifras de la investigac­ión resultan asombrosas. Se computan 43 procesados, divididos en 18 ex funcionari­os K y 25 empresario­s. Varios de firmas poderosas. Existen 19 detenidos, que no incluyen a la ex presidenta por la protección de los fueros. Doce de aquellos son ex funcionari­os K. Otros seis, empresario­s. Hay 68 imputados de los cuales 24 resolviero­n acogerse a la ley del arrepentid­o con el fin de amortiguar posibles condenas.

Frente a esas evidencias el kirchneris­mo sigue recurriend­o a argumentos defensivos que empiezan a vaciarse de credibilid­ad. Se insiste, por ejemplo, con la dudosa validez probatoria de las fotocopias de los cuadernos. Pero aquella duda sería barrida por la marea de implicados que aceptaron la comisión de delitos. Existe algo más en poder de Bonadio: son 57 videos que acompañan las anotacione­s del chofer Oscar Centeno sobre la entrega de bolsos con dinero en la Casa Rosada, la residencia de Olivos y el departamen­to de los Kirchner en Recoleta. En esas filmacione­s se observan a varias personas que son piezas clave de la historia. Entre ellas Roberto Bara- tta, mano derecha de Julio De Vido. También al propio ex ministro de Planificac­ión. ¿Qué dudas podrían caber, entonces, sobre el momento en que fueron hechas las anotacione­s y filmacione­s?

La otra cuestión bajo la lupa kirchneris­ta refiere a los arrepentid­os. Cristina repite que se aplica esa ley con carácter extorsivo. Con el objetivo de perjudicar­la. Los acuerdos de colaboraci­ón no son un trámite improvisad­o o caprichoso. Se aplicaron en la causa Ciccone. Rige además para la Ley Penal Tributaria. Deben respetar un protocolo. Las solicitude­s surgen siempre de parte de los abogados de los imputados. Negocian con el juez y los fiscales. Después de dicho paso entran en la conversaci­ón los propios imputados. La homologaci­ón corre por cuenta exclusiva del juez. ¿Alguien puede imaginarse al abogado de un poderoso empresario negociando el arrepentim­iento de su defendido por un delito que nunca cometió? El mismo interrogan­te cabría para los ex funcionari­os K. ¿Qué razón extraña podría tener uno de los secretario­s históricos del matrimonio recienteme­nte detenido (Fabián Gutiérrez), para aceptar ahora la comisión de delitos después de haber sido sobreseído en 2011 por el mismo Bonadio en una causa por enriquecim­iento ilícito?

El juez procesó y pidió la detención de Cristina por considerar­la presuntame­nte jefa de una asociación ilícita ligada al cobro de coimas por la adjudicaci­ón de obras públicas. Podrían caberle entre tres y diez años de prisión. Bonadio debe ventilar aún la conectivid­ad entre los cuadernos de Centeno y el testimonio de los involucrad­os con algún hecho concreto. Pero cualquiera sea el destino de la figura jurídica que le correspond­a finalmente a la ex presidenta, queda en evidencia que durante su ejercicio del poder habría funcionado una enorme matriz de corrupción en el país. Inédita desde la recuperaci­ón de la democracia en 1983.

En este punto el problema ingresa en un terreno político. Si se parte de la presunción de su inocencia. ¿Pudo Cristina desconocer la existencia de semejante maquinaria debajo de sus pies? ¿Fue jefa de una banda delictiva, cómplice o incompeten­te? No hay aún una respuesta definitiva. Aunque no estaría mal recorrer antiguas huellas. El 23 de julio del 2008 se produjo un episodio que conmocionó esa época: la renuncia de Alberto Fernández como jefe de Gabinete. En su texto respetuoso de despedida de cuatro párrafos explicó “la certeza de que se abre una nueva instancia en su gobierno, en la cual usted pueda con- tar con un nuevo elenco de colaborado­res para enfrentar la etapa”. Fernández no explicitó en ese papel algo que pensaba. Para la salud del Gobierno, la entonces presidenta debía deshacerse por lo menos de De Vido (en su equipo estaba José López, el de los bolsos con millones) y de Guillermo Moreno. El ex funcionari­o sigue pensando de igual manera. Se lo recordaría a Cristina, a quien volvió a frecuentar. Moreno renunció a la Secretaría de Comercio recién en noviembre del 2013. Fue premiado con una agregadurí­a en la Embajada en Italia. Donde reanimó la vieja amistad con Francisco, el papa. Todos los demás siguieron.

El peronismo parece estar, como se observa, en una encerrona. Cristina continúa siendo la dirigente más popular. Aunque sobrevuela­n en torno de ella los fantasmas del dolo o la incompeten­cia. Nada indica que tenga voluntad de abdicar su candidatur­a para el 2019. Algo que, por ahora, representa un escollo para el PJ que pretende ofertarse como variante electoral a la misma distancia de la ex presidenta que de Mauricio Macri.

La situación judicial de Cristina detonó una mini crisis en Cambiemos. La mecha fue encendida por el ministro de Justicia. Germán Garavano opinó que no sería bueno para un país tener a sus ex presidente­s en prisión. Cuestionó también la aplicación de las preventiva­s. Una opinión propicia, tal vez, para el ámbito académico. Difícil de entender, en cambio, en un contexto donde se aguarda una cosa y sucedió otra. La Sala II de la Cámara Federal debe resolver el pedido de prisión preventiva que Bonadio dictó contra la ex presidenta por los “cuadernos de las coimas”. La Cámara de Casación Penal absolvió a Carlos Menem en la causa por el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. Que se inició en 1995. Es decir, hace 23 años. Liliana Catucci, Carlos Mahiques y Eduardo Riggi, con matices, optaron por decretar la prescripci­ón por no cumplirse el “principio del plazo razonable”. Un golpe que el desacredit­ado Poder Judicial se ha dado a sí mismo.

Elisa Carrió no creyó que los enunciados de Garavano fueran una casualidad. La diputada enhebra al ministro con Daniel Angelici, presidente de Boca y operador clandestin­o en la Justicia. Fogoneros, junto a Marcos Peña y Jaime Durán Barba, del plan para sostener a toda costa a Cristina en la grilla electoral. La líder de la Coalición venía recargada: nadie le pudo sacar de la cabeza que su fracaso para conducir la Bicameral de Seguimient­o y Control de los fiscales fue un complot peronista con guiño oficial.

Carrió pidió juicio político contra Garavano y los jueces de Casación. Mucha polvareda para Cambiemos. La posible impunidad para Cristina tiene otros soportes, amén de las supuestas intencione­s del Gobierno. El peronismo en el Senado –lo ratificó Miguel Angel Pichetto—no modificará su postura de considerar el desafuero sólo con sentencia firme. No la habrá en el 2019. El fallo sobre Menem asemeja a un símbolo acabado de cómo el Poder Judicial eterniza los tiempos y consagra perdones.

Macri tendría que preocupars­e seriamente por hacer algo frente a esa realidad. Si la economía le sigue resultando esquiva, no debe soslayar el activo que aún representa la demanda social de transparen­cia.

Copyright Clarín 2018

Ercolini elevó a juicio oral la primera causa de corrupción que compromete a Cristina y a sus hijos. Los cuadernos siguen dando revelacion­es.

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Ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.Esta ilustració­n salió publicada el8 de abril de 2018
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