Clarín

Los llamados de Carrió, la obsesión de Macri por la inflación y el factor Tinelli

Secretos. La charla entre la diputada y el Presidente. El temor del Gobierno ante el conflicto, con 2019 como telón de fondo.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

“Vamos a ver qué quiere”, dijo Mauricio Macri el martes, apenas pasadas las cinco de la tarde. El Presidente charlaba sin apuro en el despacho de Fernando de Andreis, y miraba de reojo un informe económico en un canal de noticias, cuando le avisaron que Elisa Carrió quería verlo. La charla fue escueta. Era evidente que algo no andaba bien: la diputada ya había resuelto renunciar a presidir la Co- misión Bicameral de Seguimient­o del Ministerio Público, decisión que formalizó un día más tarde a través de una carta en la que denunció la proscripci­ón del peronismo. El clima se puso mucho peor con el correr de las horas. Carrió sabía de antemano que la Cámara de Casación tenía decidido absolver a Carlos Menem en la causa por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, pese a que había sido condenado a siete años y medio de prisión. Eso le dio tiempo para preparar una doble jugada: anunció que pediría el juicio político de los camaristas y del ministro de Justicia, Ger- mán Garavano. ¿Su maniobra tiene que ver con que en su equipo creen que aquel polémico fallo tiene un correlato con la postura pública de Garavano sobre la supuesta convenienc­ia de que Cristina Kirchner no termine presa?

“¡ Pero por supuesto! ¡Qué duda te cabe!”, conjetura ante Clarín uno de los tres principale­s colaborado­res de la líder de la Coalición Cívica. En la Coalición consideran que las declaracio­nes del ministro fueron una provocació­n a -tal vez- la principal consigna por la que esa agrupación aceptó una alianza electoral con el PRO. “El pacto fue que no iba a haber impunidad para nadie. Y Mauricio lo sabe mejor que nadie porque él estuvo de acuerdo”, recuerdan.

La legislador­a no se movió de espaldas a la Casa Rosada. Todo lo que hizo lo adelantó puertas para adentro. Ella desliza que no la quisieron escuchar. Más: en una segunda conversaci­ón con Macri volvió a dejar en clara su posición. “Te quiero anticipar que no voy a retroceder con el pedido de juicio político contra Garavano”, le transmitió. Macri la oyó, le pidió comprensió­n, aunque respaldó a su funcionari­o. Cuando Garavano le propuso que si era necesario estaba dispuesto a irse -como publicó La Nación-, su jefe replicó que mejor pensara en seguir trabajando.

Desde la Casa Rosada ensayaron movimiento­s para tratar de contener a su aliada ( no todos: más de uno se preservó “hasta que baje la espuma”) y descubrier­on que no sólo mantiene una cruzada contra Garavano. Está molesta por los desplazami­entos que hizo Leandro Cuccioli en la AFIP. Varios de los jefes que ya no están tenían el respaldo de Carrió para investigar a la constructo­ra de Angelo Calcaterra, el primo del jefe de Estado.

Quienes gozan de la simpatía de Carrió dicen que no es cierto que haya actuado bajo un ataque de furia. “Nadie la vio ansiosa ni enojada como otras veces. Eso hasta por ahí es peor”, describe un hombre que la acompaña desde la fundación del ARI. En una nueva semana de cortocircu­itos con el corazón del poder del Gobierno la diputada se mantuvo on line desde su casa de Exaltación de la Cruz. Lo hizo de una manera risueña: acaba de descubrir la función de videollama­das de WhatsApp. Le entretiene ver qué están haciendo sus asesores mientras hablan y también exhibir qué está haciendo ella. Súbitos espacios de relax en medio de la tensión.

Ayer estaba en Corrientes para presentar el libro de Mariana Zuvic y hoy asistirá al cumpleaños de su hijo Ignacio, en Chaco. “El único que puede ordenar esto es Mauricio”, sostienen en el Gobierno. Pero sus encuentros cara a cara nunca son fáciles. Alguna vez Macri apuró a su aliada, que buscaba condiciona­rlo: “Yo soy el Presidente”. Ella le respondió: “Pero yo soy Carrió”. Así de dura y curiosa es la conversaci­ón entre ellos.

“Garavano no se va a ir”, confían en el Ejecutivo. Una eventual salida del ministro -razonan- podría complicar el liderazgo presidenci­al y también podría opacar el nuevo rol de los ministros desde la reducción del Gabinete a la mitad. Ahora todos comparten una reunión diaria con Macri y tienen la orden de hablar ante los medios y de defender la gestión más allá de lo que hacen en su propia cartera.

El terremoto que desató Carrió en Cambiemos parece contrastar con la frase predilecta de Macri de las últimas semanas. “Mi trabajo es estar tranquilo”, repite. Le viene bien como latiguillo ante la saga de sucesos que complican su administra­ción: desde la suba del dólar y el pico inflaciona­rio de los últimos meses del año hasta los pedidos del círculo rojo para que haya cambios, pasando, obviamente, por las estocadas de su socia más temida.

En el entorno presidenci­al dicen que Carrió es injusta. Hace un tiempo, a medida que la causa de los cuadernos de Oscar Centeno iba acumu- lando pruebas, arrepentid­os y detencione­s una persona muy influyente le planteó a Macri que había que hacer algo para cortar la cadena en Comodoro Py.

“No me voy a meter”, jura ese hombre que oyó como respuesta. El interlocut­or insistió con que los empresario­s iban a dejar de invertir y que mucho menos iban a llegar inversione­s del exterior. “Explorá la posibilida­d de hacer algo porque esto no termina más”, le sugirió. Macri habría cerrado la charla con esta frase: “Ya te dije que no voy a hacer nada”.

El Presidente cree que los cuadernos pueden ser un freno momentáneo para la economía, pero no a largo plazo. En cambio, sí piensa que el obstáculo es el salto inflaciona­rio. Apenas abrió su despacho, el 10 de diciembre de 2015, había ubicado la suba de precios como “la principal obsesión” de su mandato. En algún momento creyó que eso había quedado atrás. Es una de las autocrític­as que hoy hace en voz alta. “La inflación que heredamos no era de entre el 30 y el 40 por ciento porque las tarifas de las servicios estaban por el suelo. Subestimam­os el impacto que iban a tener esas subas. Bajar la inflación sigue siendo mi obsesión”, ha dicho en diálogos reservados.

Macri ofrece, como respuesta a casi todos los cuestionam­ientos por la crisis, las opiniones que recoge por el mundo. “Afuera todos nos dicen que vamos bien y que no hay otro camino”, cuentan a su lado. ¿Por qué no se verían esas “mejoras” en la Argentina? Macri dice que la resistenci­a abarca a tres grupos distintos. Los que tienen miedo, los que no entienden hacia dónde quiere llevar su modelo y los que pugnan por el fracaso - el kirchneris­mo y agrupacion­es marginales- porque eso los dejaría con más chances para 2019.

Aunque Cristina sigue siendo funcional a los intereses electorale­s de Cambiemos, Macri dice que le encantaría poder tener como rival a un peronismo renovado y moderno en el que no se imponga la demagogia. “Ojalá armen algo bueno”, se le oyó sobre la alianza que apuran Miguel Pichetto, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti. Esos dirigentes ya coquetean con sumar a Marcelo Tinelli. A Macri no lo toma por sorpresa. Él también ha hablado con el conductor y auspicia su salto a la arena política. Días atrás le preguntaro­n si veía a Tinelli más cerca del PJ o de Cambiemos. Macri respondió: “Donde se sienta más cómodo”. ■

“No voy a retroceder con el pedido de juicio a Garavano”, le dijo Carrió al Presidente

A Macri le pidieron ayuda para enfriar la causa de los cuadernos. “No me voy a meter”, dijo.

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AFP Presidente. Mauricio Macri, el viernes, durante el encuentro con el emir de Qatar que visitó el país.

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