Clarín

A la escuela, con los pies mojados

- Ernesto Azarkevich misiones@clarin.com

Caminar por un sendero en el monte y atravesar un arroyo puede ser una aventura para un turista que busca adrenalina, pero para las hermanas Mariana, Talía, Serena y Cecilia Andrade es una rutina riesgosa que se repite de lunes a viernes sin importar si hace frío o calor.

Caminan casi cuatro kilómetros para llegar a la Escuela 352, en Misiones, y cruzan el arroyo Pintado con el agua hasta la rodilla, haciendo equilibrio sobre algunas ramas o sobre el lecho rocoso e irregular. En el paraje Río Victoria esperan desde hace dos décadas la construcci­ón de un puente-pasarela que les permita a los chicos llegar al aula con los pies secos y calentitos.

Pasaron varios intendente­s, decenas de concejales y José Andrade acumula en una carpeta los pedidos que a lo largo de los años fue presentand­o en distintas dependenci­as con la ilusión de que sus hijas no tengan que sacarse los zapatos para cruzar el arroyo. La lucha comenzó antes que la mayor de las siete hermanas ingresara a la escuela. Marilin ya terminó la secundaria y busca sumarse a Gendarmerí­a.

Pero el puente no lo necesitan sólo las hermanas Andrade. La directora de la Escuela 352, Silvia Rodríguez, contó a Clarín que “son más de 20 los chicos que vienen del otro lado del arroyo. En estos días es imposible que asistan a clases porque cayeron más de 200 milímetros de agua y los arroyos están desbordado­s y no pueden atravesarl­o”.

Vieja conocedora del paraje Río Victoria, la docente admite que la falta de la pasarela hace que las inasistenc­ias sean muchas. “Hablamos de entre 30 y 35 días que faltan por año. Muchos chicos le piden la tarea a los que viven más cerca del colegio para no atrasarse los días de lluvia”, dice Rodríguez, que trabaja en Río Victoria desde hace casi tres décadas.

La lucha en este paraje se asemeja a la de la aldea mbyá Chafariz, que a fines de 2016 consiguió un puente para que 45 chicos dejaran de arriesgar sus vidas cruzando un torrentoso arroyo con las mochilas en la cabeza para poder llegar a la Escuela 905. Ese puente se construyó luego de que Clarín publicara fotos de los chicos con el agua hasta la cintura.

Hasta el año pasado las hermanas Andrade atravesaba­n el curso de agua caminando sobre un tronco que unía las orillas, pero el paso del tiempo deterioró la madera y una día se quebró: las hermanas terminaron en el agua. Ellas recuerdan ahora ese imprevisto chapuzón con una sonrisa, pero en el momento les generó un gran susto, al igual que a sus padres.

La pinguela (puente precario en portugués) fue reemplazad­a por unos troncos sobre el lecho del arroyo, pero no resultan suficiente­s para cruzar sin mojarse, aún con el caudal bajo.

Cuando se menciona la posibilida­d de contar con un puente, el rostro de las hermanas se ilumina. No dicen nada, sólo sonríen. Es que las promesas incumplida­s de los funcionari­os terminaron por volverlas escépticas.

En Chafariz, tal como publicó Clarín, la construcci­ón del puente hizo que bajara el ausentismo entre los chicos y mejorara el rendimient­o académico.

Las hermanas Andrade, en Río Victoria, todavía deben arremangar­se para vadear el arroyo. Sin embargo, exhiben un rendimient­o académico envidiable: la que no fue abanderada fue escolta, un privilegio para pocos.

La mamá de las chicas, María Ferreira, cuen-

ta que “hay gente que se cansó de esperar el puente y se fue a vivir a otro lado porque no querían que sus hijos arriesguen la vida cruzando el arroyo por la pinguela”.

Es que no sólo la escuela está del otro lado. “La iglesia y la salita de primeros auxilios también están del otro lado del arroyo”, explica María, que también es madre de las mellizas Luján e Itatí, de un año, que fueron apadrinada­s por Mauricio Macri, tal como marca la tradición cuando se trata del séptimo hijo.

“Nosotros ya hablamos en la escuela y les dijimos que los días de lluvia las chicas no van a ir a clases porque es un peligro cruzar el arroyo cuando sube el agua”, insiste María con una de sus mellizas en brazos. “Cuando está lluvioso no pueden ir a la escuela y a veces pasan semanas sin ir a clases”, agrega.

La Escuela tiene una matrícula de 130 alumnos en la primaria y 80 en la secundaria. Su directora enumera las dificultad­es que deben afrontar. “Tenemos netbook para los chicos pero no hay Internet, y la plata que nos mandan sólo alcanza para darles el almuerzo”. Y muchos días, por el arroyo, ni pueden llegar. ■

 ??  ?? La conquista del puente. Clarín contó en 2016 la lucha de otra escuela, con final feliz. Todos los días la misma odisea. La familia Andrade al cruzar el arroyo Pintado, en Misiones.
La conquista del puente. Clarín contó en 2016 la lucha de otra escuela, con final feliz. Todos los días la misma odisea. La familia Andrade al cruzar el arroyo Pintado, en Misiones.
 ??  ?? Del otro lado. Las hermanas Mariana, Talía, Serena y Cecilia esperan su puente.
Del otro lado. Las hermanas Mariana, Talía, Serena y Cecilia esperan su puente.
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El agua a las rodillas. Camino al aula.

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