Clarín

Menos mal que el dólar está quieto

- Ricardo Roa

Acá pasan tantas cosas y todo el tiempo que se pierde noción de las dimensione­s de las cosas que pasan. Acaban de pelearse y de pelearse públicamen­te el presidente de la Corte Suprema y un miembro de la Corte Suprema que hasta hace 10 días y por 12 años fue su presidente. Carlos Rosenkrant­z y Ricardo Lorenzetti.

Menos mal que la Corte es un cuerpo de apenas cinco miembros, toda gente de mucha educación y de buenos modales que debe o que debería preservar como nadie la moderación, el equilibrio y la sensatez.

Mucho más cuesta entender la pelea si uno mira por qué se pelearon. Se pelearon por el control de un puñado de empleados que se dedican a subir a la web comunicado­s de prensa y sentencias de los jueces. Está claro que no fue sólo por eso la pelea.

Lorenzetti quería otro período como presidente y se sentía seguro de conseguirl­o para completar 14 años y después ir por más. No es el sillón de Rivadavia pero se le parece. Pero el 11 de setiembre tres de los cinco jueces le dijeron no y ya perdido, terminó votando en contra de él mismo.

Le cuesta asumir que perdió. Dominó la Corte y manejó la política de la Corte. Ya no fija su agenda ni firma último los expediente­s: podía apurarlos y podía demorarlos. Y no se acostumbra a ese rol secundario: de jefe máximo pasó a vocal y se llevó a su vocalía a casi todo el personal de la secretaría de Comunicaci­ón que había creado y dependía de él y ahora depende de Rosenkrant­z.

El sainete empezó cuando la jefa anterior y mano derecha de Lorenzetti, María Bourdin, desmanteló la oficina y bloqueó el acceso a los equipos del portal al jefe nombrado por Rosenkrant­z. Una maldad. O una revancha.

Por falta de experienci­a o por personalid­ad, Rosenkrant­z eligió transparen­tar el conflicto en lugar de intentar arreglarlo directamen­te con Lorenzetti.

Y Lorenzetti contestó a puro conventill­o: en una carta que hizo pública y que dicen escribió la propia Bourdin, denunció “un clima de temor y de amenazas”. Y llegó a decir sin decirlo expresamen­te que Rosenkrant­z era “un mediocre”. Lorenzetti ha perdido el poder pero conserva poder de daño. Aunque el exabrupto expresa debilidad más que fortaleza: lo deja más solo.

Encima Bourdin acusó a Rosenkrant­z de querer privatizar el servicio informativ­o al poner a cargo a un consultor externo. El argumento es un bumerán. Lorenzetti manejó la comunicaci­ón con un consultor externo en las sombras: Guillermo Seita, un operador político y periodísti­co que en realidad acostumbra a moverse en unas cuantas sombras. Todas cerca o directamen­te en el poder.

Como la renuncia de Caputo al Central cuando Macri renegociab­a de apuro con el Fondo, la pelea en la Corte estalla justo en momentos en que aquí sesiona el J20, la reunión de representa­ntes de las cortes de los países del G20, los que cortan el bacalao y cuyos presidente­s vendrán a fines de noviembre.

Lorenzetti tenía previsto inaugurar este capítulo judicial del G20 y más que eso: había mandado a imprimir folletos con su nombre como principal protagonis­ta. Finalmente, el protagonis­ta es Rosenkrant­z. Segurament­e esto pesó o apareció en la pelea.

Los dos volverán a verse las caras en la reunión de acuerdos de esta mañana. El plato fuerte se servirá al final cuando se hayan ido los secretario­s y los cinco cortesanos queden a solas. No más noticias por hoy.

Por si nos faltaba algo, estalló un escándalo en la Corte entre el nuevo y el ex presidente.

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