Intrigas y discusiones en la Rosada: cómo se gestó el paso atrás con el gas
Cruces. Javier Iguacel “puenteó” a su jefe, Nicolás Dujovne, y no le avisó que sacaría la resolución. Emilio Monzó le advirtió a Marcos Peña sobre los costos políticos.
-Esto rompe con todo los acuerdos que tenemos por el Presupuesto. ¿Cómo van a hacer algo así sin consultarnos? Hay que revertir esto. -Emilio: teníamos que hacerlo, había que cumplir con la ley, no había otra opción. No podemos.
El diálogo fue la parte edulcorada de una tensa discusión entre el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. Se dio el lunes a la mañana en Casa Rosada, en la habitual reunión del G-5 que completan el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal; y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Fue el primer cruce de las fuertes discusiones que precedieron a la decisión del Gobierno de ceder, una vez más, ante el impacto político de una medida que generó polémica desde que el secretario de Energía, Javier Iguacel, emitió la resolución que establecía una compensación a las gasíferas.
En esa discusión, sólo terció Rodríguez Larreta, quien propuso "mirar hacia adelante" y encontrar alguna solución. Intentaba poner paños fríos entre dos personas que no eran los responsables directos del problema de fondo pero que no ahorraban en el enojo. Enfrentados durante mucho tiempo, Peña y Monzó habían acercado posiciones en los últimos meses, especialmente desde que el diputado fue reincorporado a la mesa chica del Presidente. Pero el lunes Larreta entendió que el vínculo podía volver a romperse. Por eso, ante el silencio al que se llamaron Vidal y Frigerio, decidió intervenir.
Fue todo un gesto del jefe de Gobierno porteño hacia Peña, luego de las versiones que indicaban que estaban enfrentados, tras el desplazamiento de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui como vicejefes de Gabinete. No obstante, pese al esfuerzo de Larreta, tras esa reunión Peña y Monzó no volvieron a hablarse.
Más allá de este cruce, que en el Gobierno minimizan y aseguran que no dejará secuelas, fue Iguacel quien quedó en el centro de todos los ata- ques, incluso de los radicales, quien tras la experiencia con su antecesor Juan José Aranguren todavía hoy valoran especialmente su trabajo. "Se la mandó, pero es un buen chico. Se equivocó y nos lo admitió: pidió disculpas", contó a este diario uno de los popes de la UCR que se reunió este martes con el secretario. Más allá de ese reconocimiento, el clima de esa cumbre no fue para nada sereno. Y los radicales, que venían de hablar con Peña y escuchar la confirmación de que Dujovne no había estado al tanto de la medida, le anticiparon que iban a hacerle llegar una propuesta, algo que sucedió horas más tarde.
Al enojo de los ministros del Gabinete y de los radicales por haberse enterado "por los diarios", Iguacel sumó la furia de su jefe directo, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, a quien insólitamente no puso al tanto de que el viernes pasado saldría la medida. Al cabo, no necesitó de su firma, ya que la resolución publicada en el Boletín Oficial sólo lleva su nombre. "Se cortó sólo, no le avisó a Nicolás, le hizo el 2-1 hablando directo con el Presidente, como le hacía a Guillermo Dietrich -ministro de Transporte- cuando estaba en Vialidad Nacional", se quejaron en el Gobierno. Aquella rutina de Iguacel no tuvo nunca efectos colaterales debido a que en esa área, todas las iniciativas representaban obras y, en consecuencia, buenas noticias.
Como el Presidente está convencido, igual que Peña, de que los contratos con las empresas se deben cumplir, le dio el visto bueno a Iguacel para que avanzara. No reparó en el impacto que podría tener ni en sus consecuencias directas sobre el debate por el Presupuesto. De ahí que Iguacel se sintió con el respaldo suficiente como para tomar tamaña decisión. Y acaso eso explique porqué el jefe de Gabinete lo respaldó ante Monzó, pese a que le cuestionó no haber llamado a una conferencia de prensa "para explicar bien" la resolución, como finalmente hizo el lunes.
Quienes más conocen al jefe de Estado apuntan a la falta de cintura política del secretario de Energía. "Cuando arrancó la gestión, se decía que había que 100 mil ñoquis trabajando en el Estado y que había que echarlos. Si le proponían eso a Mauricio, hubiera dado el okey para hacerlo de inmediato, porque es de los que cree que siempre hay que hacer lo correcto, que en ese caso era que sólo trabajen en el Estado quienes cumplen con su trabajo. Pero son los ministros los que tienen que evaluar el momento político, para eso están", grafica una persona que conoce al Presidente desde hace décadas.
A Dujovne, en tanto, todavía le dura la bronca. Igual, aún furioso con Iguacel y también preocupado porque peligre la aprobación del Presupuesto que le garantizó al FMI, se puso a trabajar desde Indonesia para encontrar una solución alternativa. Estuvo al teléfono con Peña y parte de la tropa radical. Y convalidó la propuesta que les transmitió Frigerio a los legisladores de la oposición.
Iguaceldecidió guardarse y se refugió sólo en el diálogo con aquellos que lo respaldan. El apoyo más importante se lo dio el Presidente. En medio de rumores crecientes sobre su salida, este miércoles por la tarde Iguacel fue a la Quinta de Olivos. Se especulaba que podía dar un paso al costado. Pero cerca suyo lo negaron enfáticamente y dijeron a este diario que el Presidente, lejos de retarlo, lo respaldó: "Lo recontra bancó", afirman. ■
Al ministro de Hacienda no se le pasó la furia, pero aceptó negociar con Frigerio y los radicales.