Clarín

De primera dama a los 19 años al sueño cada vez más lejano de ser presidente

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Keiko Fujimori entró a la política muy joven, a los 19 años, cuando aceptó en 1994 ser la primera dama del Gobierno de su padre, Alberto Fujimori (1990-2000). Ya por esos años demostró ser fría y calculador­a, al tiempo que dejaba traslucir sus ambiciones de poder. Desde entonces, la actual líder de la oposición en el Perú cargó una mochila que con los años se hizo más pesada y que hoy la tiene bajo arresto preliminar de diez días por presunto lavado de activos.

Keiko asumió funciones de primera dama y frecuentó el Palacio de Gobierno en reemplazo de su madre, Susana Higuchi, quien se separó del presidente tras haber denunciado que había sido torturada por esbirros del hombre fuerte del fujimorism­o, el jefe de los espías, Vladimiro Montesinos. Por esos años, Keiko abandonó a su suerte a su madre, para quedarse bajo el ala del jefe del clan.

Cuando el gobierno de Fujimori cayó en el año 2000, en medio de denuncias de corrupción y de masivas manifestac­iones populares, Keiko puso la cara por su padre. Casi sin experienci­a, pero con el peso del apellido, tomó las riendas del fujimorism­o e intentó tímidos deslindes con lo que fue la corrupción y el autoritari­smo de su padre, quien años más tarde fue condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad.

En 2011 y 2016, durante su paso como congresist­a, la “China” se postuló a la presidenci­a con el partido de derecha radical Fuerza Popular (FP), que domina el actual Congreso en alianza con otros opositores. Pero en ninguna de las elecciones pudo cumplir con su sueño de volver al Palacio de Pizarro, ya como presidenta: fue derrotada por Ollanta Humala primero y Pedro Pablo Kuczynski después.

Las sospechas de corrupción que siempre rodearon a Fuerza Popular tomaron peso en las últimas elecciones. En 2016 surgieron indicios de que FP financiaba sus millonaria­s campañas con dinero de origen ilícito.

Las investigac­iones apuntan a que el dinero provino de una red de narcotráfi­co, liderada por un secretario general de FP, e incluso de aportes de la constructo­ra brasileña Odebrecht. La Fiscalía sospecha que Keiko lideraba dentro del partido una “asociación para delinquir” con la que “lavaba” los fondos. Casada con un ciudadano norteameri­cano con quien tiene dos hijas, Keiko tiene un 80% de imagen negativa, que la lejan cada vez más del sueño de gobernar Perú. ■

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