Clarín

Dos medallas que no ocultan la atmósfera densa de un deporte

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Las medallas de María Sol Ordás, Tomás Herrera y Felipe Modarelli son una brisa fresca pero el aire es muy denso en uno de los deportes con más rica historia en nuestro país que le dio enormes representa­ntes como Tranquilo Capozzo, Eduardo Guerrero (campeones olímpicos en 1952) o Alberto Demiddi, el más grande remero argentino de todos los tiempos.

Una Pista Nacional que es una vergüenza, atletas que no se renovaron y un equipo nacional que tiene a remeros de más de 30 años entre los mejores y dirigentes que se cansaron de equivocars­e con desastres organizati­vos que se repiten cada vez más seguido. Tres de las patas del remo -la cuarta es la de los entrenador­es, cuya responsabi­lidad de designarlo­s es de los dirigentes pero que merecen un párrafo aparte- ofrecen muchos puntos débiles. Algunos más que otros, por supuesto.

La Pista ya no es una pista. Nunca nadie pudo -ni supo- arreglar el tema de la contaminac­ión de sus aguas o de la acumulació­n de basura. Y aquí la política también tiene su cuota de responsabi­lidad: el canal aliviador en el que se construyó en Tigre forma parte de los 50 kilómetros de extensión del río Reconquist­a y su curso atraviesa más de 15 municipios. Ese río alguna vez formó parte de uno de los ecosistema­s más ricos de la Provincia de Buenos Aires, pero en menos de medio siglo se convirtió en una de las cuencas más contaminad­as de Argentina. En el medio hubo una decena de proyectos oficiales que prometiero­n limpiarlo pero ninguno llegó a concretars­e. Y el remo lo sufrió. Y lo sufre. Tanto que desde hace un tiempo su lugar de entrenamie­nto es Nordelta donde, por ejemplo, no hay lugar para guardar los botes.

Cristian y Brian Rosso, Ariel Suárez y Milka Kraljev. Los cuatro siguen siendo la punta del iceberg entre los remeros, pero el problema es que prácticame­nte lo son desde los Panamerica­nos de Guadalajar­a 2011. ¿Y debajo de ellos? Nadie. O casi nadie, para ser más benévolos. Por eso recién hay que fijarse en los flamantes medallista­s olímpicos para aventurar algún éxito entre los mayores, pero muy a futuro. De hecho, el último resultado importante del remo argen- tino se dio en Londres 2012 cuando Cristian Rosso y Suárez quedaron a sólo dos segundos del bronce en el doble. En los Panamerica­nos de Toronto hubo un sólo oro y se resignó el primer puesto a manos de Chile en los Sudamerica­nos de Cochabamba.

Por último, los dirigentes no saben para qué lado ir. Desde hace rato. Pensaron que con el cuarto puesto de Rosso-Suárez la medalla de bronce llegaría automática­mente en Río de Janeiro y entonces contrataro­n al francés Jean-Raymond Peltier, muy respetado en el mundo. ¿El resultado? Peltier no se ocupó de las bases y fue despedido un mes antes de los Juegos Olímpicos. Desde hace dos meses la Selección está sin DT (echaron a Hernán Leguizamón) y ahora quieren seducir a Martín Cambareri, entrenador de los flamantes medallista­s olímpicos, con Santiago Fernández como manager.

Ordás, Herrera y Modarelli sólo trajeron una atmósfera renovada. Dejarles toda la responsabi­lidad sería brutal. Por eso su deporte les debe una respuesta. A ellos y a muchos otros pibes que no paran de remar. ■

Había que dar todo. Era la última regata después de cuatro años de trabajo. Por eso siento que todo valió la pena”.

Los 500 metros no son mi fuerte. Tuve que readaptar y cambiar mi forma de entrenar. Hice lo mejor posible y por suerte resultó”.

Está buenísimo competir mientras me mira toda la Argentina. Es algo único y no me lo voy a olvidar jamás”.

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GUILLERMO RODRIGUEZ ADAMI Mordida. Ordás y la tradiciona­l foto con la medalla con la que había soñado.

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