Clarín

El sexo y la opresión

- Roberto Pettinato

Todo comenzó con Demi Moore embarazada y desnuda en la portada de una revista. De ahí en más, salió con chicos tan jóvenes que no debe haberse dado cuenta de que ya no tenía uno dentro del estómago.

Después se pasó a Britney Spears con lo mismo y hasta alguna vez un travesti embarazado también. Raro, porque con la panza inflada no se sabía si esperaba un varón, una nena o un laxante.

En fin, hablamos de estirar las fantasías sexuales a cualquier límite y de algo peor: el control de lo que es sano y lo que no en la vida sexual privada de cada humano. Sistemas como un Gran Hermano de la entrepiern­a.

Yo opté por ser como se me ocurrió en el momento. A los 40 era activo y feliz. Mi cuerpo funcionaba como una máquina tragamoned­as y mis ojos eran como dos pinzas que se agachaban sobre una persona y las levantaba como los ositos de peluche mientras a la salida esperaba verlas caer y aparecer.

De pronto, a los 40 a uno el sexo deja de importarle. Es más sexy un celular o la vista desde Puerto Madero. Mientras tanto, las librerías se atestan de frases que dicen: “Sepa cómo es su vida sexual”, “La importanci­a del sexo”, “Sexo y pareja”. “Cómo separarse de una amante y entender que todo fue cama”. “Ellas también pueden”, “Ellos también quieren”, “Ellas necesitan tiempo”, “Ellas necesitan un lugar. Ellos uno sobre el cual apoyarse”, “Sexualidad y edad madura: cómo acabar con la vida” (ja!)...

Bueno, es que eso dejó de tener sentido para mí. Me liberé de la dictadura de la opresión sexual.

Pero en la vida de nuestro modelo de mamíferos, cada 20 años nos reencontra­mos con los tiempos de juventud y nos damos cuenta de que si existe un lugar en que todo se mantiene igual es justamente... ahí.

Ahora podés vivir libre de artículos, de consejos, de posturas, de palabras, de productos y experienci­as ajenas a superar. Una amiga me dijo: “Ustedes serían bárbaros si sólo entendiera­n que nosotras necesitamo­s ir de a poco y entrar en calor. Lo increíble es que justamente los hombres son los que nos enseñaron que jamás arranques un auto en frío, y después pretenden que lleguemos de 3 gra- dos a 100”.

¡Tiene razón! Para qué tanta presión sobre el tema, si está claro que el hombre llega al pico sexual a los 18 y la mujer a los 35. Nosotros estamos llegando justo al máximo al mismo tiempo que ellas descubren que tienen una silla favorita para comprar y un bello futón antes que perder el tiempo con hombres que apenas si tienen un chiste para alegrar la estadía en el semáforo.

Hoy por hoy tengo un menú de cosas que podemos entender y compartir con el otro. ¡Y si querés algo íntimo, puede contarte chismes del espectácul­o, discos, cds, películas!

Todos pedimos tener un momento de intimidad. Bueno, con el tiempo esos datos han variado. ¿Hoy querés intimidad? Yo te diría, ¿qué tal el sentido de la vida? ¿Por qué vinimos y por qué nos vamos?, ¿adónde va a parar el pasado?, ¿por qué cambiamos de gustos, pensamient­os y a falta de rumbos seguimos a gente que tampoco los tiene pero los sabe vender?

No quiero debatir ni leer nada más.

Un día me encontré en medio de una charla sobre el orgasmo. “Es mejor para la mujer cuando está arriba tuyo”. “Nahhh -decía el otro-. Es mejor cuando vos vas encima”.

Ella nos miró y nos dijo: “¿Saben qué? Es muchísimo mejor cuando estamos solas”. Jajaja. Listo.

Estoy feliz sin tener sexo como cuando sí lo tengo. Es igual. Espero mantenerme así hasta el día que desencarne y seguir por la vida eligiendo yo mis propias angustias, que por cierto les contaría... Jajaja.

Pero lamento decirles que no son en colores ni se desnudan así nomás... No son desplegabl­es ni figuran en ninguna portada a cien dólares el número especial. Lo siento. ■

Para qué tanta presión sobre el tema, si está muy claro que el hombre llega a su pico sexual a los 18 y la mujer a los 35.

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