Clarín

Yo soy tu amigo fiel

Bellísima suerte de secuela con Winnie the Pooh y un Christophe­r Robin adulto, encarnado por Ewan McGregor.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Christophe­r Robin: Un reencuentr­o inolvidabl­e

Aventuras. EE.UU., 2018. 104’, ATP.

De: Marc Forster. Con: Ewan McGregor, Hayley Atwell. Salas: Cinemark Palermo, Hoyts Abasto, Dot. Las acciones del presente nos ubican en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, en Londres. Christophe­r (hijo del autor de Winnie the Pooh, Alan Alexander Milne) trabaja como administra­tivo en una fábrica de valijas. Tiene a su esposa (Hayley Atwell, de Capitán América), a una niña (Bronte Carmichael) y tanta labor que obedece a su jefe y decide no pasar las vacaciones con ellos, porque debe entregar un trabajo para impedir que echen a más empleados de la fábrica…

Hasta que recibe la visita inesperada de su amigo de peluche Winnie the Pooh. No interesa cómo, pero Pooh necesita ayuda: sus amigos del bosque de los cien acres se han extraviado. ¿Quién podrá ir a ayudarlo? Con animación CG, o sea digital, Christophe­r se reencuentr­a con Winnie, Piglet, Tigger y todos sus amigos con los que compartió su infancia en el bosque.

Si se supone que cada uno de ellos (re)significa distintas cualidades, aptitudes o carácter del ser humano (pereza en el burro, hiperactiv­idad en Tigger, y así), el filme ofrece también un aleccionar sobre su propia vida.

Por un lado está la vuelta de Christophe­r adulto al idilio que fue su niñez, para remarcar aquéllo de que no conviene perder al niño que somos o que llevamos dentro.

Por otro, el costado que vimos mil

veces; el padre que, agobiado por su trabajo, descuida a su familia, y sencillame­nte un hecho fantástico -piensen en otra versión tipo “secuela” como el Hook de Spielberg con Robin Williams- hace que el hombre entre en sus cabales. Vuelva a ser íntegro, o el niño/hombre que nunca debió dejar de ser.

Pero el tono no siempre es el de comedia. Marc Forster, que entre otros títulos como 007 Quantum of Solace y Guerra Mundial Z, también dirigió Descubrien­do el país de Nunca Jamás, sabe compenetra­r al espectador, niño, joven o adulto, por ese sentimient­o de Christophe­r entre nostálgico y culposo. Es ese trayecto, que podríamos definir también como un “viaje de ruta” o hasta “película de camino” en el que el protagonis­ta (humano) redescubre el dolor de un niño por sentirse descuidado por su padre.

En otras palabras, trata sobre la melancolía de tiempos tal vez mejores, sí, pero a la vez sobre lo que hemos perdido en nuestras vidas y el darse cuenta de cómo podemos lastimar, sin querer, a nuestros seres queridos.

Todo lo que un oso de peluche (olvidemos que generado por computador­a) puede producir está aquí. No hace falta ser fanático del clásico de Disney para sentirse atraído. La edad, tampoco: quizá los más pequeños se sientan algo abrumados, y muchos fans disientan con el grado algo opacado de los personajes que amaron de niños.

Es la vida que nos alcanza, diría cierta canción. ■

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DISNEY Vení que te ayudo. Winnie perdió a sus amigos, y acude a Christophe­r.

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