Clarín

Una mujer en la búsqueda

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

Familia sumergida

Drama. Argentina/Brasil/Alemania/Noruega, 2018. 90’, SAM 13. De: María Alché. Con: Mercedes Morán, Esteban Bigliardi. Salas: Atlas Patio Bullrich, Cinema City General Paz. Hay momentos de quiebre en que la vida parece quedar entre paréntesis. O tal vez sea al revés, y lo que quede entre paréntesis sean las distraccio­nes, mientras desde las profundida­des emerge lo que veníamos esquivando, barriendo debajo del trajín cotidiano. Marcela está en uno de esos momentos: acaba de morir su hermana, y el duelo enrarece sus días de ama de casa, esposa y madre de tres adolescent­es/veinteañer­os.

“Esta no sé quién es. Igual ahora no hay a quién preguntarl­e: están todos muertos”. En el simbólico proceso de desarmar la casa de Rina, Marcela encuentra unas viejas fotos y empieza tanto a vislumbrar su propia finitud como a sentir la soledad del supervivie­nte. Su refugio es su propio hogar, ese lugar donde parece casi imposible estar a solas, animado por movimiento­s permanente­s, gente que circula y una banda de sonido de timbrazos: el teléfono, la puerta del departamen­to, el portero eléctrico.

Algunos talleres literarios aconsejan escribir de lo que se sabe. En su opera prima, María Alché pintó con gran pericia su aldea: un hogar porteño de clase media. Su experienci­a como actriz y directora de actores luce en la construcci­ón de esa familia, en la credibilid­ad de esas criaturas que coexisten pegoteadas en su hábitat de cuatro ambientes..

Además de haber protagoniz­ado La niña santa, Alché ha colaborado seguido con Lucrecia Martel, y es inevitable asociar esa dinámica familiar a La ciénaga. O a la Marcela de Mercedes Morán, que siempre anda un poco distraída, con el personaje de María Onetto en La mujer sin cabeza. También hay algo marteliano en la habilidad para enrarecer y darle a la película una espesura dramática y visual ( gran trabajo de la francesa Hélène Louvart en la fotografía).

El costumbris­mo termina de estallar con la irrupción de una serie de escenas oníricas, fantasías que tiñen lo cotidiano y abren nuevas puertas de percepción. Con su dolor a cuestas, Marcela trata de mantener el funcionami­ento normal de la casa, pero su realidad ya no tiene los mismos parámetros. Alguien movió el prisma y ahora es inevitable observar la existencia desde otra perspectiv­a. ■

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Grande. Mercedes Morán.

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