Clarín

Cantar contra la homofobia

Quiso ser monja, tiene cinco hijos y está en pareja con una mujer. Hoy conjuga música y militancia de género.

- Darío Doallo ddoallo@clarin.com

Daniela Mercury es pura sonrisa. Todo el tiempo está sonriendo. Al encuentro con Clarín, la brasileña llega acompañada por Malu Verçosa, su esposa desde 2013. Ese año sorprendió a toda la sociedad brasileña al anunciar vía redes sociales su nueva relación. Casada en dos oportunida­des y con cinco hijos, la cantante que saltó a la fama a comienzos de los ‘90 con la canción O canto da cidade se enamoró de una mujer, generando un verdadero desconcier­to.

“Fue una terrible confusión, je: nunca había estado con una mujer. Después, de a poco fui recibiendo mucho cariño y respeto”, recuerda sobre ese momento transforma­dor en su vida. “Soy una persona que no puede vivir escondida, no lo acepto”, agrega. El amor también impactó de lleno en su carrera. No duda en afirmar que Malu es su “inspiració­n” para cantar, como lo hará esta noche, a las 21.30, en el Teatro Coliseo.

“También aprovecho y hablo con el público sobre cómo fue la reacción de las personas cuando dije que estaba con una mujer y cómo la persona que trabaja conmigo en mi casa hace 30 años me preguntó ‘¿Qué te pasa?’, je. También de cómo nuestras hijas tuvieron problemas en la escuela”, adelanta sobre esta suerte da stand up -así lo define- que ensaya sobre el escenario. A sus shows, Daniela le suma sus actividade­s como embajadora de UNICEF y ahora como activista en la lucha contra la homofobia. “Me divierte cambiarle a la gente su manera de ver el mundo. Tenemos que romper prejuicios... Aunque siempre habrá gente que piense que enamorarse de una mujer o de un hombre es algo muy definido, para mí es completame­nte normal. Si bien no es fácil hablar de temas personales, lo hago porque es una causa para que muchas otras personas sean más felices”. -¿Tuviste algún tipo de problemas al hablar de tu historia?

-No sé, exactament­e. Eventualme­nte escucho algunas posiciones demasiado conservado­ras y llenas de prejuicios en las redes. Pero la mayoría me llenó de cariño... ¡porque abrimos una puerta para la transforma­ción! Había una manera de colocar las relaciones homosexual­es en un sitio de promiscuid­ad, muy distinto al modelo de familia que nosotras llevamos. Es más la homofobia de la sociedad que criamos desde pequeños, naturaliza­ndo las relaciones heterosexu­ales. El mundo está cambiando: en lugar de juzgar a las personas, hay que dejar que vivan como quieran. -¿Cómo está en Brasil el movimiento feminista?

-No es sencillo para un país tan católico. La mezcla de política y religión es muy mala, porque confunde a las personas. Nuestras leyes fueron inspiradas en las moral religiosa, entonces tenemos un camino muy largo todavía.

-¿Sufriste dificultad­es por ser mujer?

-Siempre, siempre... En cada paso tenemos que hacer el doble o triple de esfuerzo. Para todo, pero principalm­ente para el reconocimi­ento intelectua­l y de libertad para hacer lo que una quiera. El machismo significa una opresión continua y silenciosa contra las mujeres. Hace poco, en Brasil, me decía un crítico de música que cuando empecé sentía que algo lo incomodaba al verme triunfar en grandes estadios; hoy, veinte años después, reconoce que era machismo, que no estaba acostumbra­do a ver a una mujer en ese lugar.

-¿De qué otra manera te hicieron sentir el machismo?

-Sufrí machismos terribles dentro de mis compañías, hasta que negocié mi salida. Recuerdo que una vez un ejecutivo me llegó a decir: ‘No me interesa lo que una cantante piensa’. ¿Qué le puedo decir a ese tipo?

-Por cierto, ¿es cierto que en un momento pensaste en ser monja?

-Sí, je. Vengo de dos familias muy católicas. El mandato para alcanzar la felicidad era enamorarse y casarse con un hombre. Otro era no tener sexo antes del matrimonio. Yo hacía cursos para adolescent­es católicos. Inclusive, en un momento, a los 17 u 18 años no sabía si tenía sexo o me convertía en monja, porque la tentación era muy grande, je. Pensaba: ‘Será que podré tener mi primera experienci­a sexual con un enamorado.’ No podía, era prohibido. Entonces pensaba: ‘¿Cómo voy a hacer con tanta tentación?’ Y como estaba muy involucrad­a con la religión, con el Nuevo Testamento, con sus historias... Me quedé un mes en un monasterio decidiendo qué hacer. Pero no lo soporté, y opté por la segunda opción. -¿Qué vínculo tenés con la religión? -Hoy no soy practicant­e de ninguna religión. Soy artista. El artista cree en todo. Yo prefiero caminos sin dogmas. Soy religiosa en todo lo que hago, porque soy vigorosa, intensa y tengo una relación fuerte con mi familia. Pero no tengo una relación con la religión tan cerrada. ■

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MAXI FAILLA Romper prejuicios. “Hablo de esto porque es una causa para que muchas personas puedan ser más felices.”

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