“Profesor Giménez, le pido indulgencia”
Estimado Profesor Giménez, valoro sus conocimientos y lo felicito por los trece libros que ha publicado. Leí la extensa nota del martes 2 de octubre (en Clarín). No obstante lo que Ud. expresa, relacionado con la radio, no me parece del todo acertado. Es probable que se oiga un desprevenido “treintiún”, que intentando ser modernos se diga “profugarse”, que se adjetive mal con lo de la industria automotriz y el mercado automotor, aunque a Ud. declarado de Virgo no le habrá desagradado una felicitación en alguno de esos días en que la primavera está despuntando que le diga: “Todo lo mejor Profesor Giménez para los próximos 365 días de este año que comienza para Ud.”. ¿No disculparía esos 365 días del año. Está acertado en intentar mejorar nuestro maravilloso lenguaje pero... Ud. que, como yo lo ha vivido, ¿se acuerda de aquellas balanzas que tenían dos platillos? ¿Se acuerda del fiel que implacable se movía hacia un lado o el otro?
Quiero decirle que a pesar de todo el fiel de la balanza se inclina a favor de la radio. La radio es cultura. La radio es el medio que llega a todos la- dos. Al más alejado lugar de nuestro campo donde los trabajadores comienzan su día al alba y están informados a través de sus sonidos. A esas casitas que vemos en el Norte en medio de las sierras o las montañas. La radio permite hacer todos los trabajos sin perder tiempo. Es amiga de la laboriosidad. La radio informa, difunde los adelantos de la ciencia, entretiene con al- gún chascarrillo que otro, la llevamos mientras viajamos y hasta nos ayuda a conciliar el sueño. Por todo eso le pido disculpe algunos errores. Le pido tenga en cuenta a muchos comunicadores que hacen gala de nuestro bello castellano.
No puedo dejar de citar a la Sra. Magdalena Ruiz Guiñazú, multipremiada. Ella que nos despertó tantos años muy temprano con su fantástico decir, y sigue aún con energía trabajando en todos los medios. ¿Tiene en cuenta al gran Pepe Eliaschev? Una ausencia irreparable. Un caballero de la lengua. Son muchos los comunicadores en los que advertimos un excelente nivel de conocimientos. Por supuesto, el relato del fútbol tiene un capítulo aparte. El entusiasmo y el enojo traen aparejados equivocaciones involuntarias. Por todo ello y por un poquito de egoísmo porque, ahora, mientras escribo, también escucho la radio, le pido indulgencia. Usted es admirable y la radio también.