Clarín

Hay 250 mil vigiladore­s privados en el país, pero casi la mitad está en negro

El 70% trabaja en Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, donde superan a los agentes policiales. Alertan sobre los riesgos de contratar empresas truchas.

- Mariano Gaik Aldrovandi mgaik@clarin.com

Están del otro lado de la puerta cuando ingresamos a una empresa, en el estacionam­iento y hasta en los partidos de fútbol, entre los carteles de publicidad y las tribunas. Hacen los cacheos en recitales, vigilan aeropuerto­s, countries y las esquinas de algunos barrios en el Conurbano desde una garita. Custodian armados y con chalecos la plata que se mueve en blindados pero también son el primer contacto cuando ingresamos en una oficina pública y no sabemos qué fila hacer.

En el país, el “ejército” de la seguridad privada ya cuenta con 250 mil hombres y mujeres. Cerca del 70% es- tán en Capital y la provincia de Buenos Aires. Unos 175 mil en total. En en esas mismas jurisdicci­ones, las Policía de la Ciudad y la Bonaerense suman entre las dos alrededor de 115.000 oficiales.

Curiosamen­te, la mayoría de los custodios privados se desempeñan en el sector público. Los eventos deportivos y los comercios completan el podio. Cerca del 45% está en la informalid­ad, según las estimacion­es de las cámaras del sector. Esa fue una de las problemáti­cas que se abordaron en las mesas de trabajo en el VIII Encuentro de Seguridad Privada, organizado por las cámaras CAESBA y CAESI. “Nosotros podemos identifica­r dónde se vulneran las normativas y compartir esa informació­n con los organismos correspond­ientes para reducir la informalid­ad en el sector”, fue una de las conclusion­es del encuentro.

No solo el trabajo en negro es una realidad, sino también las empresas truchas. “Hay un caso reciente de una cooperativ­a que tenía a su cargo la seguridad en un importante shopping y la dieron de baja porque no estaba registrada”, dijo a Clarín una fuente del sector. Las cámaras empresaria­s señalan que una de las principale­s consecuenc­ias de la informalid­ad en el rubro es, justamente, la insegurida­d. Y apuntan a que muchos casos de robos en countries están relacionad­os a este factor.

No obstante, en regla, con chalecos y armas, los custodios también son víctimas de asaltos. Como hace un año, cuando un grupo de ladrones con fusiles FAL atacó a dos vigiladore­s de un camión blindado que retiraban plata de un local de cobro de servicios en un supermerca­do de Martín Coronado (Tres de Febrero). Uno murió y su compañero terminó herido.

“Algunos segmentos requieren el uso de armas, como la custodia de mercadería en tránsito, transporte de caudales y algunos objetivos puntuales a solicitude­s específica­s de los clientes”, dijo a Clarín Eduardo Aberg Cobo, presidente de CAESBA (Cámara de Empresas de Seguridad de Buenos Aires) y director de la empresa Securitas. Y agregó: “La realidad es que hay una tendencia a reducir el uso de las armas en servicios, a efectos de que no sean blanco de los delincuent­es. Las empresas de seguridad, en general, suelen desaconsej­ar fuertement­e el uso de armas porque implicaría exponer a los clientes a un riesgo innecesari­o, que puede suplirse mediante una mayor y eficiente interacció­n con la fuerza pública y con el uso de distintas tecnología­s”.

De todos modos, la seguridad privada está vinculada por funciones y caracterís­ticas a la Policía. Al punto que varias empresas fueron fundadas por ex comisarios, algo parecido a lo que ocurre con muchas compañías de seguros. También se da que algunos agentes que por distintos motivos no forman más parte de las fuerzas de seguridad migran al sector privado.

La práctica también encuentra a la Policía y la vigilancia privada cuando ocurre un hecho de insegurida­d. “La relación es buena y mandatoria porque la misma ley lo exige. Una no puede desarrolla­r su actividad sin el auxilio de la fuerza pública”, explicó Aberg Cobo.

Al igual que en las Fuerzas, la mayoría de los guardias de seguridad privada son hombres. Los datos oficiales de las cámaras arrojan que sólo el 10% de los vigiladore­s son mujeres. Aunque destacan que ese índice se incrementa todos los años. “Existen segmentos de la industria que cada vez requieren más mujeres para la prestación de servicios de seguridad específica, como las aerolíneas, los supermerca­dos o para recepcione­s de empresas y edificios”, señaló el titular de CAESBA.

Otro de los problemas que señalan desde el sector es la relación con los sistemas de seguridad electrónic­a, que en la legislació­n corre por un carril distinto. La vinculació­n es permanente, por ejemplo, con los camiones que cuentan con seguimient­o satelital pero también con escolta para evitar robos de piratas del asfalto.

“La inclusión de la tecnología permite una mayor transparen­cia y eficiencia a la hora de brindar servicios a los clientes. Detrás de las cámaras hay un guardia que toma decisiones con la informació­n que la tecnología le permite recolectar. Esta interacció­n está generando nuevas oportunida­des de negocios para las empresas y, para ello, será necesario nuevas regulacion­es inclusivas que permitan el desarrollo nuevos modelos de servicios de seguridad privada”, afirmó Aberg Cobo.

Una de las novedades tecnológic­as más llamativas son las pantallas que se ven en los halls de los edificios con un empleado de seguridad que mira a quienes entran y salen. Los custodios controlan los movimiento­s desde una especie de “tótem” y hasta saludan a los vecinos. Todo se logra a través de cámaras monitoread­as desde una base. “Es una modalidad de servicios que se ofrece a determinad­os segmentos y que claramente requiere la intervenci­ón de guardias habilitado­s de determinad­a tecnología. Algunas empresas prestan dicho servicio de forma simple y otras lo ofrecen asociado a otros complement­arios que buscan un resultado mucho más eficiente”, agregó el presidente de CAESBA. ■

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Imagen repetida. Vigiladore­s custodian countries y realizan controles en eventos. Sin embargo, la mayoría se emplea en el sector público.

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