Los bohemios que llegan al Colón
Esta noche sube a escena una versión del clásico de Puccini, “La Bohème”. Los cantantes cuentan detalles de la puesta.
El amor, la amistad, la pobreza, la felicidad, la riqueza, la solidaridad, la pasión, la vanidad, el dolor... Todos, sentimientos que se conjugan en la historia que protagonizan el poeta Rodolfo, el pintor Marcello, el músico Schaunard, el filósofo Colline, la costurera Mimí y la escandalosa cantante Musetta en La Bohème, la obra maestra de Giacomo Puccini que esta noche vuelve a subir a escena en el Teatro Colón, con dirección orquestal de Joseph Colaneri y dirección de escena de Stefano Trespidi.
“A menos que seas muy joven, es una ópera que seguro conocés”, dice Attala Ayan. El tenor brasileño lleva una década interpretando el rol de Rodolfo en teatros de Europa y de América latina, y ahora lo hará en Buenos Aires. Y compartirá el protagonismo con la soprano venezolana Mariana Ortíz (Mimí), su par argentina Jaquelina Livieri (Musetta) y el barítono local Fabián Veloz (Marcello), además de Carlos Esquivel (Colline) y Fernan- do Grassi (Schaunard)
-¿Qué es más desafiante para ustedes, como cantantes: hacer un título que nadie conoce, para el cual no hay referencias, o una obra como “La Bohème”, que está en los oídos y en los ojos de muchos, y que hace inevitable la comparación?
Veloz: Para mí es mucho más desafiante hacer una obra nueva. Aunque es cierto que las grandes voces han estrenado estas obras, por lo cual la comparación es inevitable.
Livieri: Desde ese punto de vista, la ópera moderna o contemporánea tiene el desafío de su complejidad musical, pero a la vez no tenés la comparación con nadie. Cuando vas a hacer una ópera de repertorio, la gente tiene en la mente el disco con las versiones de las súper sopranos y los súper tenores o barítonos, y hay que estar a la altura de lo que se supone que la gente espera escuchar.
-¿Estar a la altura exige sintonizar con alguna referencia previa? Veloz: Lo que pasa es que está la impronta personal que cada artista quiera darle a ese rol, en ese momen-
Uno entrega su voz, su energía, y necesita sentir que vuelve. Cuando el público está conectado se siente en el aire”.
Jaquelina Livieri
Todo se puede estar cayendo, pero nosotros tenemos que estar ahí. Finalmente, somos los que damos la cara”.
Mariana Ortíz
to en particular, y que no sea la que la señora o el señor tienen escuchada, que es la versión de Pavarotti, del ‘84. Y en eso se basa este arte, que es una interpretación y que siempre es en vivo. Puede pasar cualquier cosa. Livieri: No somos un disco, que está recontraeditado, grabado, mezclado... Veloz: La emoción del momento a veces hace que pueda aparecer algo que quizás en ningún ensayo estuvo. Livieri: Para mejor o para peor. Ayan: Es imprevisible.
-¿El público también influye en esa impronta?
Ayan: Influye mucho y de manera directa. Cada día es una experiencia distinta. Es un desafío, porque no hay una garantía. Es difícil, pero también es lo lindo de ser un artista performático.
Ortíz: También sabemos a qué publico nos enfretamos, muchas veces. No es lo mismo el latinoamericano que el alemán, que de repente no aplaude y creés que no le está gustando, y al final te regalan la mayor ovación. Livieri: Por otro lado, hay una energía que se retroalimenta. Uno sube y entrega su voz, su energía, y necesita sentir eso que vuelve. Cuando el público está conectado se siente en el aire. Eso, para mí, es importante; se termina cerrando un círculo que hace que finalmente sea una función de las más emotivas, más allá de lo técnico.
-Imagino que también influye la conexión entre ustedes, que en muchos casos apenas se conocen y a veces hasta ni hablan el mismo idio- ma. ¿De qué depende que esa combinación funcione?
Veloz: Eso depende un poco de la régie, de cómo se encare la escena, y también de cada uno de nosotros, sobre todo en una ópera como La Bohème, que es de conjunto. Nosotros tenemos que lograr que se vea así. Livieri: Ellos hacen de amigos que se tienen que ver como amigos.
Veloz: Lo tenemos que lograr, sobre todo por el bien de los que estamos arriba del escenario. Porque si no, no funciona. Se ve una cosa forzada, desde lo vocal y desde lo actoral. Entonces, lo importante es que estemos todos al servicio de que esta Bohème vaya por un puente y llegue a un buen final, que es cuando el público la disfruta.
Ortíz: Para muchos puede ser muy largo el período de un mes, durante el cual debemos estar juntos haciendo el montaje. Pero una de las cosas principales, aparte de todo el trabajo profesional, el vocal o el actoral,es que se vayan creando vínculos entre nosotros, que van en pro del montaje. -¿Qué pasa si esos vínculos no se establecen? ¿Puede suceder?
Ayan: En mi caso, el resultado siempre ha sido bueno. Aún cuando, como en Alemania, la estética es muy distinta, la conexión siempre ha sido buena.
Veloz: Puede pasar, pero uno es profesional en esto, y va a hacer todo lo posible y lo que está a su alcance para que salga.
Livieri: Ante todo es un trabajo. Si uno tiene un problema personal lo deja afuera o se retira.
Ortíz: Muchas veces también puede haber problemas de producción; todo se puede estar cayendo, pero nosotros tenemos que estar ahí. Finalmente, somos los que damos la cara. -¿Quienes vayan al Colón verán una puesta tradicional o moderna? Livieri: Es una puesta totalmente de época y tradicionial.
Ortíz: Cuando ves la partitura, todo está escrito. Puccini hizo su propia puesta. Entonces, el regista tiene que buscar unas líneas propias, pero dentro de lo que ya está escrito. Livieri: También se pueden hacer otras puestas. A mí me ha tocado hacer alguna más moderna. Me da lo mismo, siempre y cuando sean coherentes.
Veloz: También está el caso de La Bohème en la luna que hizo Atala. (Risas)
-¿Cómo fue eso?
Ayan: Fue una cosa loquísima... Algo rarísimo. Había una historia, pero no era La Bohème. Porque es imposible hacer La Bohème en la luna. Fue en París; un escándalo, porque los franceses son muy tradicionalistas. Musicalmente estuvo todo muy bien, dirigida por Gustavo Dudamel, un gran conductor, pero la puesta fue masacracad a por los críticos. Aunque para algunos registas un abucheo a veces es positivo. Pero para nosotros no lo es nunca.
-Y en ese punto, ¿cuál es el grado de libertad que tienen para opinar? Livieri: Ninguno.
Ortíz: Podés sugerir.
Livieri: Pero si viene un regista con la idea de hacer la obra en la luna y no querés hacerla, o no entendés lo que quiere hacer, o participás o no lo hacés, pero la luna no se la vas a cambiar. ■