Una obra en la que Puccini aparece como un precursor del musical
“Para mí, lo principal es la amistad, la solidaridad, el amor. Tenemos estas dos relaciones, que son completamente distintas. Ambos son amores apasionados; pero el de Mimí y Rodolfo es un amor entregado, rosa; mientras que el de Musetta y Marcello es turbulento, con celos, celos... La Bohème te muestra las dos caras del amor; pero también está el que hay entre esos amigos, la hermandad que existe entre esos cuatro bohemios que comparten alegrías y tristezas, y que viven felices en esa buhardilla, creando, pintando, escribiendo...”, dice Mariana Ortíz, que agrega que La Bohème es el título por el que debe comenzar toda persona que no conoce el género.
En tanto, Veloz asiente y suma: “Son como cuatro adolescentes, que juegan permanentemente. Ca- da uno con su historia personal, lo hace en una situación social que no es buena. Pero aún así se divierten hasta el final”.
“Es que juegan todo el día, porque tienen que olvidar las penurias que están pasando: los días sin comer, el frío, las pestes...”, explica Ortíz.
A su turno, Livieri cierra el círculo que explica la especial atracción que produce la obra, una de las más representadas del género a lo largo del siglo XX. “Más allá de la historia en sí misma, la música es sublime. Las melodías, las arias, los conjuntos musicales, son realmente maravillosos”, elogia.
Y retoma Ortíz, con una consclusión terminante: “Más que arias, son como recitados, como conversaciones. En La Bohème, a Puccini hay que verlo como el precursor del musical”.