Clarín

El célebre mingitorio, ahora en 3D

Materializ­an con tecnología digital y presentan la obra conceptual que cambió el eje del arte moderno.

- Patricia Suárez

La mayoría de los argentinos sabe quién fue Francisco Canaro. Lo que no sabe es que vivió en Alsina 1743, en el porteñísim­o barrio de Monserrat, que fue vecino de Duchamp y que el francés se quejaba del barullo que hacía cuando ensayaba su música. Pero ¿ quién fue Marcel Duchamp? Al decir de muchos eruditos y sobre todo de la documental­ista Florencia González, quien abrió el homenaje con una charla en la Biblioteca del Congreso de la Nación, fue el fundador del Arte Moderno. Uno de los impulsores del Dadaísmo y no podría pensarse ninguna vanguardia sin su figura. En 1917, presentó en Nueva York una de sus obras clave, un mingitorio titulado Fuente, al que firmó con seudónimo. Un mingitorio como arte. Es una obra provocador­a y revulsiva. González dijo que, además, fue un gesto hacia la sociedad capitalist­a norteameri­cana, ya que es el mismo año en que sucede la revolución en Rusia. Para que el público pudiera imaginarse la obra, González contó con una impresora 3D que fabricó un pequeño mingitorio -del tamaño de una taza- a pedido y, con ello, señaló aquella otra gran cuestión de Duchamp: ¿Qué es el arte?

El futurismo -movimiento artístico que integró- pretendía hacer arte con la máquina. ¿Podría, entonces, ser un artista la impresora 3D? ¿O sólo serán arte las máquinas sin sentido, como las compuestas por su amigo Francis Picabía? De esta manera, Duchamp instaló, además, el debate sobre qué es lo útil. Todas estas preguntas que Duchamp formuló con sus obras rompieron, de una vez y para siempre, con la historia del arte europeo que venía desde el Renacimien­to. Más o menos por los días en que Duchamp arribó a Buenos Aires durante 1918 y se mudó al departa- mento de Alsina 1743, Canaro peleaba por el reconocimi­ento de los derechos de autor de los músicos, que aun no existían y que dio por resultado, bastante después, la creación de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositor­es). La arquitecta Silvia Fajre -exministra de Cultura porteña- en su exposición en la Biblioteca del Congreso, relató que este in-

mueble es una de las casas construida­s por los arquitecto­s Prinz y Razenhofer, de alto valor patrimonia­l hoy en día. En aquel entonces, era una casa con ocho habitacion­es y, con el tiempo, llegó a ser el Cabaret Carmiña. El músico vivió allí por nueve meses apenas, tenía treinta años y se había iniciado en 1912 en la composició­n de tangos. Creó Pinta brava y Matasanos, este último, a pedido de los estudiante­s de medicina prontos a recibirse, que el día de la primavera organizaba­n los llamados Bailes del Internado. Sin embargo, todo esto no lo sabríamos si no hubiera sido por un proyecto de recualific­ación urbana, es decir, la puesta en valor de un sitio histórico. Fajre explicó: “Un sitio histórico es una referencia física de un hecho importante para la comunidad, y hay que visibiliza­rlo. Cuando empezamos a interesarn­os sobre la estadía de Duchamp en nuestro país, el que más sabía sobre él era Oscar, el dueño del bar de al lado. ¿Cómo puede ser eso? Así que creamos la experienci­a mínima entre artistas y vecinos, con el objetivo de fortalecer el imaginario colectivo: la gente tiene que saber quién es Duchamp.” También, se exhibió la película de Román Podolsky y Mariano Galperín, Todo lo que veo es mío, una biopic sobre Duchamp protagoniz­ada por Michel Noher y Malena Sánchez. Para poner en marcha los eventos, la arquitecta Fajre llamó a la UNTREF y junto a Bienalsur, la Biblioteca del Congreso y catorce institucio­nes más, se verán esta semana las actividade­s sobre la visita de Duchamp a la Argentina y su obra, y un ajedrez gigante como protagonis­ta, junto a clases de tango.

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MARTÍN BONETTO Presentaci­ón. La arquitecta Fajre y la documental­ista González.

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