Los dinosaurios en el Botánico
El ginkgo biloba es precioso. Suele medir hasta 25 metros -no necesariamente mucho, ya que las sequoias, los árboles más altos del planeta, pueden superar los 115- y abre sus ramas como un abanico. Será por eso que enseguida uno recuerda sus copas amarillas frondosas. “Nubes” de oro otoñales que flotan bastante cerca de los ojos. Pero ahora, acá, en el Jardín Botánico de Capital (Santa Fe 3951), el ginkgo invita a evocar otras historias, sin dejar de maravillar.
Puede ser la que cuenta que un año después del estallido de la bomba de Hiroshima, en 1946, un viejo ginkgo destruido, ubicado a sólo un kilómetro del epicentro del desastre, empe- zó a brotar y convirtió a la especie en “portadora de esperanza” para esa ciudad japonesa y para el mundo -dado que también impulsó estudios sobre sus propiedades medicinales-. O pueden ser historias de otros mundos. Por ejemplo, del de los dinosaurios.
“El ginkgo es el único representante vivo de un género que ya existía en el período jurásico”, explica a Clarín la ingeniera agrónoma Gabriela Benito, curadora del Botánico. “Apareció hace unos 190 millones de años y se mantuvo, con cambios mínimos, por alrededor de 56 millones”.
Su parentesco con los “árboles jurásicos” fue establecido al comparar fósiles de hojas con hojas actuales. Hasta tienen formas similares. Y, de hecho, hay quien usa el término “fósil viviente”, de Darwin, para referirse a esas y otras plantas con antepasados incluso más antiguos que los de este árbol. “Pero esa expresión habla de especies con una historia evolutiva larga sin parientes actuales -aclara Benito-. Y el ginkgo está vivo, así que mejor decir que es un enlace singular con floras del pasado”.
En el Botánico hay también familiares de cycas. Son más anchas que altas y ante sus hojas con forma de palma, exuberantes, uno se acuerda enseguida de la vegetación típica de las películas sobre dinosaurios -aunque allí sea gigante, claro-. Es que las cycas fueron el 20% del verde en la Tierra hace 200 millones de años. “Dieron sombra a los triceratops , sirvieron de ‘percha’ a grandes reptiles voladores y fueron aperitivo de los brontosaurios”, cuenta Benito. “Existen desde hace 300 millones de años. Pero tras la extinción de los dinosaurios y las glaciaciones, los frutales y otras ‘nuevas’ plantas las desplaza- ron”. Hay más en las 7 hectáreas del Botánico. Entre sus 1.500 especies vegetales, sus esculturas, sus fuentes, sus incubadoras y las mariposas, están los helechos del género Selaginella, de 150 millones de años más que los dinosaurios. Y están las cola de caballo, grupos de tallos robustos que fueron como troncos y que también alimentaron a esos animales.
Las diferencias de estas plantas con sus antepasados son muchas. “Las más primitivas no tienen flores ni semillas. Otras no pueden almacenar reservas igual que hoy”. Y sigue la lista. Pero el peligro de extinción se mantiene, aunque por motivos y con respuestas diferentes: figuran cycas en la lista de prioridad de protección de especies amenazadas por el comercio internacional y la única población salvaje del ginkgo vive en una reserva en China. ■