Clarín

El rey de los valses regresa con su carisma popular

El violinista y director holandés dará un total de seis conciertos. Anoche fue el debut y seguirá hasta el martes, de corrido.

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Hoy por hoy, el rey del vals vienés no es un austríaco sino un holandés: André Rieu, que vuelve al Luna Park con su Orquesta Johann Strauss, la agrupación que en 1987 fundó con doce músicos y con la que un año después iniciaba sus giras por el mundo y empezaba a convertirs­e en una de las estrellas más populares de la música.

Hoy su orquesta llega a los sesenta músicos, y Rieu es varios hombres a las vez. Con sucaracter­ístico frac azul, reloj de cadena dorada y zapatos de charol, dirige, toca el violín, baila y hace reír al público con ocurrentes bocados que saca entre tema y tema. La orquesta, un aceitado mecanismo de relojería, suena ajustadísi­ma en el ritmo, las entradas y los cortes. El efecto es auditivo y, por supuesto, también visual: todo es tules y fantasía, y los poposos peinados y vestidos de las instrument­istas hacen juego con los dorados y estilizado­s atriles.

Los solistas (instrument­ales y vocales) hacen sus números con maestría: el citarista que se duerme mientras suena el clásico Cuentos de los bosques de Viena (Johann Strauss), la muñeca a la que se le acaba la cuerda mientras canta La canción de Olimpia (de Los cuentos de Hoffmann, de Offenbach), la gitana que perturba al director con su arrollador erotismo cuando entona La Habanera ( de la ópera Carmen de Bizet), la tentación alcohólica cuando suena el brindis de La Traviata (la popular ópera de Verdi). Sin embargo, Rieu no define lo suyo como un “show”. “No es un show -dijo el músico en ocasión de una entrevista con Clarín-, es un concierto. Show es lo que ves en Broadway, donde tenés veinte bailarines de un lado, veinte del otro, con sus peinados que lucen siempre igual... Lo mío es un concierto, y cada noche es diferente”. Rieu se define como un hombre de conciertos, pero no del todo ortodoxo, y no siempre respetuoso de los originales. “A veces modifico las piezas para hacerlas funcionar mejor”. Por ejemplo, el Bolero de Ravel, de 18 minutos, Rieu lo redujo al tercio: “Para mí era demasiado largo, entonces lo llevé a seis minutos. Se lo mandé a la familia Ravel para pedirles permiso y les gustó”.

Hoy cómodament­e instalado en una casona del siglo XV en Maastrich, al sur de Holanda, André Rieu creció en una familia de músicos. Su padre era un director de orquesta clásico. De muy pequeño se dio cuenta de que lo suyo era el violín. “Tenía unos tres años. Fui a ver un concierto de mi padre y vi los arcos yendo hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo. Me dio tanta emoción. Me enamoré de ese sonido.” Después vino el amor por el vals. “Al comienzo mi padre no estaba muy contento. El me educó para ser músico serio y ahora toco valses -le dijo a Clarín entre risas-. Pero finalmente entendió. Me dijo que ve una gran sinceridad en lo que hago.” Su agenda local comenzó anoche e incluirá otros cinco conciertos en el Luna, desde hoy hasta el martes 16, siempre a las 20.30. Entradas sólo disponible­s desde $2.800. ■

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Para todo público. Con el correr de los años, Rieu fue acercando al múndo clásico a un público muy amplio.

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