Clarín

Ricardo Kirschbaum

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

Dólar, revancha y guerra comercial

Ayer Trump dijo que la Reserva Federal se volvió loca. Lagarde, otra muy conocida nuestra, diplomátic­amente dijo que no asociaría a la Reserva “con la locura”. El caso es que la tasa de EE.UU. volvió a subir y aquí, que cuando una mosca vuela sube el dólar, bajó. Hay que atenerse a los hechos. Y el hecho, al menos hasta ayer, es que la cotización quedó más cerca de la banda inferior que el Banco Central fijó desde principios del mes.

Léase: menos de 38, a 4 pesos de límite inferior de la banda y a 6 del máximo. La técnica intentará explicar lo que pasa por la nueva alquimia del Central con los títulos públicos, tasas y demás. La gente no necesita explicacio­nes para saber que por más que baje el dólar unos días, los precios no bajarán; en cambio, suben a la par de lo que sube el dólar. Y no se puede decir que bajó porque el fiscal Moldes pidió la detención de Cristina, porque se tendría que decir que no subió por las semi amenazas de ruptura de Carrió, lo cual iría en contra de todas las teorías.

Menos complejo sería inferir, sin asegurarlo, que con los nuevos dólares del FMI, al Gobierno le queda resto para una eventual revancha contra los que compraron y compraron en la corrida. En la escalada, hubo una rareza: los cuadernos de Centeno nunca terminaron de entrar del todo en el análisis sobre las causas de la corrida.

Si el dólar se mantuviera así, muchos apostadore­s tendrán que anotar pérdidas. En el Gobierno empiezan a filtrar que creen, sospechan o saben, que entre ellos hubo empresas de las mencionada­s en los cuadernos o en otras causas. Por supuesto, ellas solas es difícil que hubieran provocado y sostenido la corrida, pero sí contribuye­ron y parecería estar confirmado. Al Gobierno no le disgustarí­a que tuvieran que anotar algunos rojos en sus libros. Más que nada, como señal para lo futuro. Las cuestiones políticas muchas veces contribuye­n a explicar mucho lo económico, aunque por sus caracterís­ticas, siempre son inferencia­s difíciles de confirmar. Tampoco se habló mucho, al menos no tanto como de las Lebac, de las obras con PPP.

El mercado olfatea que los grandes bancos de inversión por razones políticas y económicas retomarán las negociacio­nes para los millonario­s programas con participac­ión público-privada, la PPP, apuesta fundamenta­l del Gobierno con obras que son a la vez de índole económica y electoral. Es decir, política. El 24 de abril, comienzo de la corrida, no sólo la Reserva norteameri­cana aplicó uno de sus varios aumentos de tasa, sino que ese día se abrieron los sobres de la primera licitación para hacer o renovar miles de kilómetros de rutas. En moneda: 6.000 millones de dólares. La firma de los contratos fue el 26. Poco tiempo después, surgió lo de los cuadernos.

Cuestiones de insegurida­d sobre el negocio, pero además legales porque los bancos que prestan están bajo legislació­n de EE.UU., la inversión se retrajo y quedaron en un limbo, razón por la cual el ministro Dietrich fue a hablar con ellos y ofrecerles seguridade­s de los dos tipos: económica y jurídica. Por ahora, son más palabras que otra cosa, pero algo pudo haber estado percibiend­o el delicado olfato inversor.

No solo eso. En su gran pelea comercial con Trump, empresas público-privadas chinas estarían con activos deseos de ocupar lugares vacantes en el financiami­ento del PPP aprovechan­do la reticencia norteameri­cana. Trump también lo sabe, y en esa pesca ningún pescado es chico. ■

La posibilida­d de que China financie las obras del plan PPP ya ha sido contemplad­a en EE.UU.

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