Bolsas, cubiertos y sorbetes, los primeros en caer en la guerra contra el plástico
Son los objetos que más combaten los ecologistas y la nueva legislación. Confirman que en el país más de la mitad de la basura termina en el mar, en los ríos o a cielo abierto.
“Soy veterinario. Me metí en esto después de ver cómo una tortuga marina en rehabilitación defecaba plástico. De diez animales a los que les practicamos necropsia, nueve tienen plástico adentro”. Son duras las palabras de Diego Albareda, del Departamen- to de Conservación del Ecoparque de Buenos Aires. Sus dichos linkean directo con el desmanejo de la basura, un problema que en Argentina es “de sistema”, según el titular de la Unidad de Ejecución de Residuos de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Federico Gatti Lavisse. El mismo funcionario confirma una cifra espeluznante: más de la mitad de nuestra basura termina en una “disposición inadecuada”. En el mar, en los ríos y a cielo abierto.
El problema es enorme. Cualquier intento de solución demanda inversiones gigantes y medidas de largo plazo. Por eso los inquietos de la ecología se conforman con metas menos ambiciosas pero viables. Apuntan en particular a los plásticos de “un solo uso”. Artículos que abrimos, usamos y desechamos un segundo después.
Para cada ítem hay una iniciativa en danza. Los utensilios de plástico podrían ser reemplazados por versiones biodegradables, si se aprueba (y trasciende las fronteras porteñas) un proyecto del legislador Maximiliano Ferraro.
Las bolsas del súper, que ya brillan por su ausencia en varias ciudades del país, van siendo superadas por las biodegradables. Esta semana la Justicia porteña rechazó una cautelar de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas del Plástico, que pedía suspender la resolución que prohíbe su entrega en los supermercados.
¿Y los sorbetes? En vías de extinción. Este verano concretarán su primer faltazo en playas como Pinamar o Cariló, gracias a una ordenanza local. Esto sin contar que bares ecofriendly ya los están eliminando en todo el país. Y que la Ciudad también lo proyecto para el corto plazo.
Las que van y vienen son las botellas: hace tiempo que se puja tanto por la salida de la ley de Responsabilidad Extendida del Productor como por la demorada ley de Envases. Con sus detalles, ambas leyes harían que los fabricantes gestionaran los residuos de sus productos, lo que, para bajar costos -se espera- los llevará a optar por materiales y procesos de producción más sustentables.
Los consultados remarcan la “juventud” del plástico, argumento que se usa tanto para querer darle una chance en este mundo como para concluir que, si llegó con su liviana versatilidad hace poco (en los años 50), igualmente podría borrarse del mapa. Pero, ¿sin daños?
Acá van los datos: cada argentino consume 43 kg. de plásticos por año. De este material está hecho el 12% de la basura sólida urbana. Los plásticos “de un solo uso” representan más del 60% de los residuos plásticos. Esto abarca ítems prescindibles y otros que no tanto, desde el tenedor de plástico del almuerzo hasta el embalaje de un pack de botellas.
Hay tanto plástico en nuestra vida que consensuar su gestión no es fácil. Verónica Ramos, gerenta de Asuntos Públicos y Comunicación de EcoPlas, expresó que “los prejuicios sobre el plástico son de índole emocional y se han viralizado. Hay mucho desconocimiento”.
En un punto coincidió Gatti Lavisse: “El plástico no es bueno o malo. El tema es qué hacés con los residuos”. Al respecto, Ramos subrayó que “por falta de iniciativas, el 50% de la capacidad de la industria recicladora argentina está ociosa”.
Sergio Bergman, a cargo de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, compartió con Clarín un punteo de la problemática: “Impulsamos una transición hacia una economía circular para los plásticos, como política de Gobierno, lo que permitirá en un futuro cercano que los plásticos no se conviertan en residuos sino en recursos”. Pero lo central, dio a entender, es balancear las necesidades ambientales con las del sector:
“Entendemos que la industria plástica representa un 1,7% del PBI, y existen más de 2.800 pymes vinculadas a esta actividad, con más de 50.000 puestos de trabajo”.
Pero, ¿cómo estimular el reciclaje si toda la gestión de basura es deficiente? Gatti Lavisse fue claro: “Digamos que podan la calle. El producto de la poda se puede ‘chipear’, triturar, y luego usarlo como compost. Pero es común que gente tire la bolsita de basura encima de la poda, y eso contamina todo. Así, la poda termina en un basural y en verano se genera combustión”.
El funcionario fue más allá: “Lo llamativo es que la gente evalúa la gestión de la basura en función de si se ve en la calle. Nadie se pregunta adónde va a esa basura”.
Todo tiene su costo, aseguró: “Una botella sucia en la campana verde, cuesta. La mala separación de basura hace perder hasta un 50% el valor del producto”.
Mientras, con aire optimista, va- rias marcas se van subiendo a la impronta verde. Una destacable es NaturAll Bottle Alliance, que busca desarrollar envases de bebidas con una baja huella de carbono, a partir de biomasa (cartón y aserrín). El consorcio fue creado en 2017 por Danone, Nestlé Waters y Origin Materials. Y hace poco se sumó PepsiCo.
Sin embargo, las estrellas de estos días son las “pajitas” o sorbetes, que ya están siendo aplastados por los hashtags #DejarElSorbete y #MejorSinSorbete. Algunas líneas aéreas se hicieron eco de esta impronta, como United Airlines, que los eliminó de su servicio de catering. También MSC anunció que retirará de su flota de cruceros todos los plásticos “de un solo uso”.
En esa sintonía, al menos veinte bares argentinos van detrás del bartender Federico Cuco, de Verne Club, donde ya no entregan sorbetes. Otro caso es la cadena de cafeterías Starbucks: para 2020 esperan retirar las pajitas de sus 28.000 locales. ■