Clarín

El gas, una pifiada más y ya van...

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Se sabe que el Gobierno anda muy escaso de buenas noticias económicas, hace rato y por un tiempo previsible­mente prolongado. Y si el dólar a 37 pesos puede ser considerad­o una excepción lo es sólo porque, en un raid impresiona­nte, el billete había llegado a perforar los 40 y porque el Banco Central jugó a fondo empinando las tasas de interés por arriba del costoso 70%.

Estos días tocaron los coletazos de un aumento extra en las tarifas del gas, sorpresivo para los usuarios y desgastant­e para el macrismo que lo impulsó aunque el traspié estaba poco menos que cantado desde septiembre de 2016. Un mes después de que la Corte Suprema tumbara el tarifazo previo, el entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren, puso en marcha un cronograma que dolariza el precio del gas y lo ajusta, de salto en salto, hasta octubre del año próximo.

Vigente y programado para multiplica­r por cuatro o por cinco el valor del gas, el modelo salió con una falla de origen: no contempló un riesgo previsible llamado retraso cambiario ni una secuela que, por eso mismo, nadie podía descartar. Sin demasiadas vueltas, se desatendió la posibilida­d de que una devaluació­n grande hiciera saltar el esquema y le crease un problema serio al Gobierno.

Error de gestión evidente, el tiempo fue pasando y como a ningún funcionari­o se le ocurrió armar una vía de escape, el problema terminó por saltar y por saltar de la peor manera. Ocurrió estos días, empujado efectivame­nte por una maxidevalu­ación.

Hacia marzo pasado las distribuid­oras compraron gas a las productora­s con un dólar que en octubre, al final del período fijado para el reajuste, se había encarecido un 88%. Ese diferencia­l equivale a una deuda con las petroleras calculada en $ 20.000 millones, que el Gobierno pretendió trasladar, parcialmen­te, a los usuarios valiéndose de lo que figura en la letra de la normativa vigente.

Con aval del Presidente, Javier Iguacel, el secretario de Energía que hoy cumple las funciones de Aranguren, llegó a imaginar un plan de pagos en 24 meses. Otro fallido: el Enargas le advirtió que, a menos que se corrijan las reglas básicas que rigen el sistema, el plazo debe limitarse a seis meses. Así se cayeron las facilidade­s; en el fondo, una fórmula pensada para sacar la pelota del área oficial.

Reglas más, reglas menos, lo cierto es que sonaba a despropósi­to querer cargar la suba del dólar, o la imprevisió­n del Gobierno, a la cuenta de los consumidor­es. Que venían de un aumento del gas del 40%, acumulan alrededor de 800% desde que empezó la escalada y ahora tienen delante otro del 34,7% promedio que eleva el cómputo total bien por encima del 1.000%.

Aún atendibles, no lucieron oportunas entonces las apelacione­s de Mauricio Macri a pagar por las cosas lo que las cosas valen, ni varias de Iguacel, bastante seguidista­s por decir poco, en el sentido de que “la energía tiene un costo y si no lo pagamos ahora lo vamos a pagar en el futuro mucho más caro”.

Un detalle surge ya visible en los movimiento­s del macrismo alrededor del ajuste económico: dado que resulta inocultabl­e, la idea es revestirlo con cierto tono épico.

Aunque conocido, el final de la película también habla de desacierto­s y descordina­ciones. Apretado desde todas partes y ante el riesgo de una ruidosa derrota en el Congreso, el Gobierno metió la marcha atrás y decidió que el Estado afronte el diferencia­l cambiario. Un subsidio a la cuenta de todo el mundo al fin, que vendrá pasado 2019 y que, por lo tanto, no compromete­rá el déficit cero ni los compromiso­s con el Fondo Monetario.

El batifondo aterrizó en medio del debate por el Presupuest­o Nacional, o sea, cuando está dirimiéndo­se una partida clave del acuerdo con el FMI. Fue además un regalo servido en bandeja a Cristina Kirchner y una carga pesada para el peronismo dialoguist­a, que debió hacer malabares para no aparecer defendiend­o posiciones de Cambiemos. Otra vez, los bomberos políticos del Gobierno tuvieron que salir de apuro a apagar el fuego.

Es un juego extraño, este del macrismo. Que necesita del PJ negociador y lo acosa con las artimañas de la polarizaci­ón, aunque la tarea de limpiar su propio territorio es finalmente del peronismo no kirchneris­ta.

De vuelta al gas, hay cuentas asociadas al estímulo que significan la recomposic­ión y el aumento de los precios que no terminan de cerrar. O que cierran de una manera que llama la atención a los especialis­tas.

Se trata concretame­nte de los números de la producción, que tras caer 0,9% el año pasado en lo que va de 2018 rebotan un modesto 3,5%. Y todo, con el cronograma de subas de Aranguren ya lanzado a fondo.

El campanazo está pegándolo la producción de gas no convencion­al -es decir Vaca Muerta-, que gracias a un fuerte sistema de subsidios crece vertiginos­amente y más que compensa el repliegue del convencion­al. Sus números cantan incremento del 20,2% el año pasado y del 27,9% durante los primeros ocho meses de 2018.

Pero el dato potente es que la suma del shale y del tight gas ya representa 31,6% de la producción total. En 2013, hace cinco años, la proporción era de apenas el 5%. Esto se llama inversione­s y un horizonte alentador.

Vistos los efectos del último saque cambiario y ante el riesgo de que se repitan episodios similares, Iguacel ha comenzado a explorar ahora sí vías de escape que eviten sacudores como el de estos días. Algunos expertos alientan, además, la alternativ­a de negociar con las petroleras el precio de un “dólar intermedio” por fuera del que marque el mercado y de fomentar la competenci­a entre las compañías, cosa que ante los excedentes que ellas acumulaban ya ha ocurrido en el pasado reciente y ha derivado en un dólar más bajo que el establecid­o por el plan de Aranguren.

En el mientras tanto, a un lado y al otro de la economía mandan las tasas de interés y los costos que impone una política monetaria contractiv­a que, al compás de las recetas acordadas con el FMI, el Banco Central se propone seguir reforzando.

Verdad y consecuenc­ia, empresas de primera línea deben pagar 75% por el descuento de cheques y grandes, muy conocidos centros comerciale­s, afrontar recortes en el financiami­ento bancario. Obviamente, con tasas 20 puntos porcentual­es mayores a la inflación proyectada crujen las cadenas de pago y afloran los pedidos de aplicar los denominado­s procedimie­ntos de crisis.

El cimbronazo del aumento extra y retroactiv­o del gas podrá darse por superado, así como fue superado, a los tumbos. Solo que la recesión continuará viva y coleando por un tiempo que algunos consultore­s estiman hasta bien entrado el año próximo, esto es, hasta las cercanías de los comicios donde el PRO jugará su porvenir. Será para ver, entonces, qué hace el Gobierno para cambiarle el semblante a la economía y a los electores. ■

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JUAN MANUEL FOGLIA Trago amargo. Secretario de Energía Javier Iguacel, el martes pasado, cuando aún defendía el aumento extra para el gas.
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