Clarín

Por los hoteles para parejas abiertas, revive la cultura swinger y la idea del trío sexual

Mientras crecen las consultas para saber si se puede entrar a un cuarto con varias personas, más jóvenes contactan a swingers adultos para sumarse a la práctica.

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

- ¿Qué hacés si tu pareja te dice de hacer un trío?

- Ya me lo propuso.

- ¿Y aceptaste?

- No, porque la mina quería meter al novio y él no me gustaba.

En las reuniones de amigos, antes de ir a bailar o en los asados de los domingos, asoma la misma pregunta. También en la televisión. Las respuestas son múltiples y señalan que en tiempos de poliamor más jóvenes están dispuestos a alguna forma de intercambi­o. Esto no quiere decir que sean swingers en sentido clásico, pero sí que con ese desprejuic­io creciente, están haciendo su aporte para revitaliza­r las prácticas sexuales múltiples.

Veteranos muy activos consultado­s por Clarín dicen que adoctrinan a los que quieren probar y confirman que los ven con mayor frecuencia en fiestas y eventos privados. Les pusieron un apodo: swingers soft (”swingers suaves”). Tienen entre 25 y 35 años - cuando antes superaban los 40 y un mínimo de 10 años de matrimonio-. Llevan desde tres meses de noviazgo y se acercan porque “vieron mucho porno” y creen que les puede gustar que toquen y besen a quien los acompaña. Y, claro, hacer lo mismo con el que duerme con ese otro al que acaban de conocer.

Pero ya no tendrán que tener sexo oral -lo más común- en el reservado de uno de esos boliches. Tampoco ir hasta los albergues transitori­os de la Panamerica­na y esconder a otra pareja en el asiento trasero del auto. Habrá una habitación para ellos en algún “telo” porteño. La Legislatur­a de la Ciudad votó a fa- vor de que en los hoteles alojamient­o entren más de dos personas por habitación. Así permitirá tríos y parejas swingers, algo prohibido hasta ahora. El tema fue trending topic en redes sociales en los últimos días.

Pero por más que el cambio en el Código de Habilitaci­ones y Verifica- ciones los “legaliza”, los swingers soft entran con la luz apagada a un mundo que de por sí está entre sombras. Les cuesta reconocer que lo que buscan es el intercambi­o, opinan ellos mismos. Mucho menos, publicarlo en sus redes sociales, donde se muestran como parejas monogámica­s. “Cuando me llaman me dicen ‘somos

nuevos, nosotros no hacemos nada. Sólo miramos’”, detalla Beatriz Musachio, la “presidenta” de los swingers en Argentina. Hace 40 años que está casada con Daniel Bracamonte. Juntos intentan crear la Asociación Argentina de Swingers. La Inspección General de Justicia por ahora les rechaza el trámite de personería jurídica. Fueron a la Justicia y también les dieron la espalda. En el ecosistema actual de la sexualidad marital compartida, abren su cama a los de veintipico y aseguran que el cambio en la norma favorece a los swingers puros, los maduros.

“Los más chicos crean perfiles falsos en Facebook u ocultan la foto de WhatsApp cuando nos escriben. Ahí les digo: ‘No se te ve la foto, ¿podrías mostrarla por favor?’. Les es más difícil integrarse. Pero cuando ven que pueden charlar con parejas que tienen el mismo idioma sexual, se van animando”, detalla Daniel. Según datos de entrenos.com.ar aportados a Clarín, a partir de los usuarios activos en esa página, la comunidad swinger pasó de las 80 mil parejas, en 2012, a más de 200 mil hoy. Además, la aplicación En Express -que lanzó Daniel hace dos meses para Android y permite encontrar swingers gracias a la geolocaliz­ación- ya tiene 3 mil usuarios. En los últimos años, en la Ciudad de Buenos Aires, también surgieron más fiestas que habilitan encuentros sexuales in situ. Sin antifaces, la única condición es la “reserva absoluta”. “Son lugares de experiment­ación sexual. Lo que ella ve sin culpa en un video de PornHub, lo hace en la vida real. Yo se le propuse porque mi tío es swinger. Pero antes ya habíamos hecho un trío con una chica”, dice él, de 33 años. Ella, de 27, aclara que “no es de a cuatro, es de a dos”. Si vuelven - porque, cuentan, “muchos amigos lo hicieron una vez y nunca más”- el entorno se vuelve familiar: el público se repite. Lo que pasa en el reservado o dark room -o ahora en el “telo”- sucede a la vista de todos, aunque sea en penumbras. El límite es el “hasta acá podés”, de cada pareja. Los swingers soft no buscan sexo con penetració­n,

La primera vez que vienen las parejas jóvenes creen que se les van a tirar encima”. Daniel Bracamonte

Hace más de 20 años que es swinger con su pareja.

La situación económica está haciendo que los swingers vuelvan a los encuentros en quintas.

Cuando me llaman me dicen: ‘Solo miramos’. Pero luego se abren”.

Beatriz Musachio

Se presenta como “presidenta” de los swingers de Argentina.

sino mirar, tocar, tal vez tener sexo oral o besarse con otras personas. Otros van un poco más allá y, muy esporádica­mente, aceptan la penetració­n. Pero también va gente sola, para sumarse a los que tienen la fantasía de hacer un trío. Reina Loba y Moon están entre los boliches más populares. Sweet es el que más reúne a los novatos y el promedio de edad está repartido: de diez parejas, cuatro tienen entre 21 y los 35 años, cuatro hasta 55 y dos están más arriba.

“La situación económica hace que los swingers se reúnan más en quintas, como antes lo hacían en las fiestas electrónic­as. Sin tener que pagar entrada, llevando su propia bebida.

Porque ser swinger tiene un costo interesant­e (entre $600 y $ 1.000 una noche de placer)”, dice a Clarín “Kacho”, dueño de Star New, el primer club swinger de Argentina y el más concurrido. Este domingo, pre feriado, ofrece promos en la barra para grupos. La dirección sólo se da por WhatsApp. “No es como antes, que se concentrab­an en un lugar, los swingers (por los soft) están desperdiga­dos en todos los boliches de moda. Cuesta más atraerlos a uno solo. Muchos tienen veintipico y ya vienen de a 4, porque les pinta probar una historia entre amigos.”

Por otra parte, hay eventos de una vez por mes, con batas, piscina, jacuzzi y una botella de champagne. Pasaron de las 25 parejas, hace 5 años, a las 60, en promedio, como en el encuentro que hubo a principios de octubre. Siempre de noche, a $ 600 por persona.

“Cuando vienen de a 4, las parejas jóvenes tienen miedo. Creen que se les van a tirar encima. Después, en el transcurso de la noche, en los eventos, en los encuentros o fiestas privadas, van viendo cómo son los otros y se animan a probar”, agrega Daniel. Esa dificultad para dar el primer paso es más fácil de sortear en aplicacion­es de citas como Tinder y Happn. Allí abundan los perfiles de parejas con descripcio­nes como “si te animás de a 4 o nada”.

“Antes en el ambiente swinger sólo se buscaba sexo. Ahora vienen a curiosear. Hay un 70% de swinger soft, contra un 30% de ‘puros’. Es que la movida se masificó y los soft son los más asiduos en boliches de Capital y en quintas de Provincia. Les gusta relacionar­se, no tener sexo. Juegan un poquito y se van a su casa. Un beso o sólo miran. Mientras, confunden. No sabés si sólo son parejas que buscan grupos de amigos transgreso­res. El swinger puro quiere siempre a dos nuevos”, detalla Daniel. Cree que el

“telo ahora abre un gran camino para el swinger real, que se está replegando, y que los soft seguirán yendo a los reservados de los boliches”. ¿Por qué cada vez hay más jóvenes swingers? Dentro del ambiente aseguran que es porque el ciclo de duración de las parejas cada vez es más

corto. Hace 25 años los swingers tenían entre 6 y 30 años de matrimonio y hoy el promedio de relación antes del intercambi­o es de entre 3 meses y 5 años de noviazgos. La mayoría no convivient­es. “Casi no hay casados”, dicen.

“Los swingers tienen personalid­ades buscadoras de placer (siempre y cuando el placer se comparta). Son más independie­ntes, sin restriccio­nes morales y los mueve la curiosidad y las ganas de experiment­ar. Sin embargo, la apertura sexual está dentro del marco del acuerdo entre las partes, por lo cual existe una norma que debe ser respetada: el amor es adentro, el sexo afuera”, explica a Clarín el médico psiquiatra y sexólogo

Walter Ghedin.

José Capelo, titular de la Federación Argentina de Hoteles de Alojamient­o por hora y secretario general de la Cámara en la Ciudad, dice que el 90% de las consultas de los clientes en los “telos” son para “saber si se podía entrar con más de una persona”. Por lo que ahora, dice, se cubrirá una “demanda insatisfec­ha”. Vale aclarar que aún al telo hay que a ir de a dos. El cambio entrará en vigencia en los próximos días, cuando esté publicado en el Boletín Oficial.

Si bien habilita a los tríos y a los swingers, es un error pensar en orgías épicas.

“El máximo es de 6 personas por habitación. No más. Y la norma detalla que se requieren 15 metros cúbicos por persona por habitación, por lo que no todos los hoteles estarán disponible­s para ponerlo en práctica”, aclara Capelo. Segurament­e, dice, los albergues cobren un 50% por persona adicional. Si un turno sale $ 600, saldrá, $ 900 para tres personas. En la Ciudad uno mediano está $ 450 -el turno de cuatro horas- y $ 1.000 si se quiere una habitación más excéntrica. Daniel y Beatriz empezarán a recorrer los “telos” para incluirlos en el mapa de la app.

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