Será el primer arquitecto de la Villa 31 y sueña con hacer un hospital para sus vecinos
Historia de superación. César Sanabria se crió y vive en el barrio Padre Mugica de Retiro. Ahora quiere ayudar a su gente.
El equipo de Clarín arriba a la terminal de micros de Retiro. En el puente 5 espera César Sanabria. Está fumando. Tiene un casco blanco de obra bajo los brazos. Saluda. Dice que su mujer y su hija de tres años están en su casa, que queda en el barrio Padre Mugica, de la Villa 31. Se le plantea hacer la entrevista en su domicilio. “Pará que la aviso primero a mi mujer”, responde. “No le gusta que lleve visitas sin avisar”. La mujer no atiende la llamada. Sanabria decide ir igual.
En el camino cuenta cosas sobre su vida. Dice que le falta poco para recibirse de Arquitecto en la UBA. “Me faltan tres materias. Pero también tengo que dar un par de finales”. comenta. “Espero que este fin de año me pueda recibir”, agrega y ya palpita el sueño de tener un título universitario. Eso lo convertirá en el primer arquitecto de la villa.
César se detiene frente a una puerta de chapa negra, sobre la cual hay un número escrito a mano que indica su dirección. Del otro lado se levanta una escalera caracol de acero que conduce hasta el hogar de César. “Suban con cuidado”, pide.
La mujer de César, muy amable, y su hijita, que mira con curiosidad, reciben a los periodistas “¿Quieren hacer la nota en el estudio?”, pregunta. En ese cuarto, César tiene una computadora y muchos de sus trabajos de la facultad. En ese mismo lugar es posible comprender el esfuerzo que está haciendo para poder recibirse.
Dice que tiene la idea, una vez que se reciba, de hacer un hospital aden- tro de la villa. “Uno de mediana complejidad. Porque acá es un problema la salud. Hay que abrir calles para que las ambulancias puedan entrar. Hay salitas de primera urgencia, pero se necesita un hospital”, cuenta Sanabria como si ya tuviese todo el plano terminado en su cabeza.
César tiene 34 años. Se crió en Retiro. “Mi viejo laburaba en la construcción. Falleció cuando yo era adolescente. Y creo que de él saqué la pasión por la arquitectura y la construcción”, explica. “Ayudaba a mi viejo en las changas. Le lustraba los zapatos, le lavaba la indumentaria. Hacía lo que podía”, recuerda.
Mientras hacía esto, Sanabria estudiaba y trabajaba para terminar la escuela. “Hay un colegio cercano, a 300 metros, donde hice jardín, primaria y secundaria”, dice.
“Me encanta diseñar y la ejecución de obra”, afirma. Y aclara que le costó mucho estudiar. “No es una carrera fácil. Es mucho tiempo que le tenés que dedicar. Además los materiales son caros de costear”.
“¿Cómo hacías para comprarte los materiales?”, pregunta este cronista. “Muchas veces me iba a los centros de estudiante y me daban una beca parcial o total. También tuve que hacer changas para pagarlos”, cuenta.
César arrancó en 2007 la facultad y confiesa que abandonó varias veces porque no podía cubrir los gastos. “En el medio me casé, tuve una hija y la situación económica no alcanzaba. Fue una carrera bastante accidentada”. Pero aún así, Sanabria siguió adelante y este año espera recibirse.
“No soy una persona de oficina. Me gusta estar en la construcción”, comenta. “¿Y tu sueño cuál es?”, le pregunta este cronista. “Recibirme y empezar a trabajar como arquitecto y hacer mi aporte el proceso de urbanización del barrio, que es muy importante”, responde sin titubear. ■