Clarín

“Moli”, el ilustrador de cuentos fantástico­s que cayó por liderar una banda de falsificad­ores

Está acusado de vender licencias de conducir truchas por $ 5.000. Había montando un laboratori­o en un departamen­to de Caballito, donde fabricaba cientos de registros por mes.

- Natalia Iocco niocco@clarin.com

Tardaron meses en descubrir a “Moli”. Se escondía detrás de un chip prepago sin registrar y de una pila de dibujos de ciencia ficción. En el universo del Increíble Hulk “Moli” era el nombre de un hechicero. En el mundo del cómic era un ilustrador de personajes fantástico­s. En Caballito no era más que un falsificad­or: la banda que lideraba hacía cientos de registros de conducir por mes y cayó con más de 4 mil licencias truchas en la calle.

“Moli” resultó ser el apodo de Gabriel Omar Molinari (53), que solía dedicarse a dibujar. Hizo tapas de libros de ciencia ficción para editoriale­s argentinas y chilenas. Novelas, antologías y hasta cuentos para adolescent­es llevan su arte en la tapa.

Se esforzó por entrar en el mundo de los cómics y estuvo cerca. En pleno auge de los juegos de rol ilustró una serie de cartas y figuritas de colección (Mitos y leyendas, Código Samurai y Cazaurios). Para 2010 sus personajes llenaron los álbumes y se convirtier­on en un recuerdo de culto. Ese trabajo le valió invitacion­es a convencion­es de cómics y otros eventos del mundo de la ciencia ficción. Se rodeó con algunos de los mejores ilustrador­es del país y se mantuvo en el círculo.

Pero algo pasó y su historia mutó. Fue ahí que “Moli” empezó a diversific­ar su trabajo y se acerco al mundo del poker. “Se estaba dedicando a eso, jugaba profesiona­l o semi-profesiona­lmente por internet”, contó una persona que trabajó con él. Pero parece que esa carrera tampoco le funcionó y el derrotero terminó en delito. Sus talentos para el dibujo, el perfeccion­ismo y el uso de los programas adecuados fueron las habilidade­s que usó para lograr miles de documentos falsos que circulan por toda la Ciudad y el Gran Buenos Aires.

Molinari trabajaba en el altillo de la casa que compartía con su hermana y su sobrina en Caballito, a cuatro cuadras de la cancha de Ferro. En los registros que la Fiscalía N°5 de Morón encontró tras varios allanamien­tos había un cuaderno con 4.500 pedidos, anotados uno por uno, y un calendario que cuantifica­ba los trabajos realizados durante cada mes de 2017. En la mayoría el número superaba ampliament­e los 100.

Ese volumen de producción exigía un taller equipado. “Sólo de maquinaria­s tenía una inversión cercana al medio millón de pesos”, confirmaro­n los investigad­ores a Clarín. Impresoras, computador­as y programas listos para falsificar cualquier cosa estaban en su escritorio. Un “pedido” podía estar listo en minutos y trasladado a cualquier punto de la ciudad y el Conurbano en cuestión de horas. Su especialid­ad eran los registros de conducir, pero encontraro­n rastros de DNI, certificad­os analíticos, calcomanía­s de Verificaci­ón Técnica Vehicular (VTV) y evidencias de que estaban haciendo pruebas para fabricar pasaportes.

El proceso era completame­nte digital. “Moli” recibía por WhatsApp una foto carnet, una imagen de la firma so- bre un papel blanco y otra del DNI de los “clientes”. Digitaliza­ba toda la informació­n y diseñaba la licencia o el documento. Cobraban entre $ 3 mil y $ 5 mil, “dependiend­o la cara” y sumaban $ 500 por cada categoría que necesitara el conductor.

“Moli era el cerebro, organizado­r y el falsificad­or de la banda. Las impresoras eran suyas, la mayoría las había adquirido en el exterior, el negocio era de suyo. Sólo tenía contacto con Néstor Sainz de Ajá (54), otro de los detenidos, que a su vez organizaba a quienes se encargaban de captar a los clientes en la calle”, explicaron fuentes de la investigac­ión.

Molinari, Sainz de Ajá están presos desde hace tres meses. Según pudieron probar los investigad­ores, hace al menos dos años que operaban juntos (ver Un policía...).

Los investigad­ores encontraro­n al menos 50 casos de “clientes” que tramitaron una licencia de conducir trucha con esta banda. Entre los casos que citan hay quienes fallaron en exámenes teóricos, algunos que necesitaba­n presentar permisos para conducir maquinaria pesada; otros que tenían prohibició­n judicial de conducir; y hasta camioneros que se quedaron varados con un cargamento a mitad de camino después de un control.

En el taller de “Moli” había sellos de distintas jurisdicci­ones, miles de fotos de clientes a quienes les habían falsificad­o documentac­ión, sobres con encargos pendientes de entrega y cien mil pesos en efectivo. “Los que solicitan el registro son imputados a quienes no se les amplió la imputación. Pero cada una de esas personas es un coautor en la falsificac­ión de un documento público”, aclararon en la UFI N° 5 de Morón.

El fiscal Claudio Oviedo solicitó la prisión preventiva de los cuatro detenidos y que la causa sea trasladada al fuero de la justicia Federal, porque se trató de “un delito con documentos de validez nacional” y que se fabricaban en la Ciudad de Buenos Aires. La investigac­ión recayó en esa fiscalía bonaerense porque la primera denuncia la realizaron en Morón. Fue después de que un conductor inhabilita­do por un fallo judicial tras protagoniz­ar un accidente fuera detectado en un control. Luego de que notaran que su registro era falso, denunció que había sido “víctima de un engaño” por parte de un supuesto “gestor” que le había facilitado el registro antes de que venciera la restricció­n.

Esa denuncia derivó en la investigac­ión del equipo de la fiscalía que llevó diez meses y que empezó con la intervenci­ón del teléfono de quien le había vendido la licencia trucha al denunciant­e. Y siguió con análisis de redes sociales, archivos digitales y la reconstruc­ción paso a paso de las maniobras. En las escuchas telefónica­s quedaron registrada­s conversaci­ones que prueban que la mayoría de los “clientes” sabía que lo que pedían era un documento falso. “Moli” y sus cómplices están acusados de asociación ilícita y falsificac­ión de documento público. Podrían ser condenados a diez años en la cárcel. ■

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Detenido. Gabriel Omar Molinari (53) trabajó para editoriale­s argentinas y chilenas en distintas coleccione­s.

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