Clarín

Viven en la Villa 1.11.14, se juntaban a cocinar y ahora tienen un servicio de catering

Son vecinas que al principio intercambi­aban recetas. Después sumaron talleres para compartir sus conocimien­tos en el barrio. Así, armaron un emprendimi­ento propio para trabajar en eventos y llegaron a las principale­s ferias gastronómi­cas.

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

A metros de uno de los ingresos a la 1.11.14, una de las villas más grandes de la Ciudad, un grupo de mujeres se reúne alrededor de una mesa. Una mesa que alguna vez fue sencillame­nte eso y que ahora es mucho más: en torno a ella se dictan talleres de cocina, se comparten conocimien­tos, se reinventan recetas tradiciona­les, se ríe, se charla, se empatiza, se contiene. Porque lo que unos años atrás comenzó siendo una reunión entre amigas y vecinas que cocinaban, hoy se transformó en un espacio de formación y también de salida laboral. Todo en un contexto complejo, en el que las carencias son muchas pero la solidarida­d siempre encuentra un resquicio.

El puntapié inicial de esta movida fue dado por la peruana Rocío Mazuelos Huaman, cinco años atrás. Llegó al país hace casi tres décadas y en Perú dejó a su familia, incluso a una beba recién nacida. Aquí se armó una nueva historia, trabajó en casas de familia y un día se le ocurrió comenzar a cocinar junto a sus vecinas. El núcleo duro de este grupo está conformado por ocho mujeres de diferentes nacionalid­ades: peruanas, bolivianas y paraguayas. Entre otras co-

En uno de sus cursos recibieron a un grupo de chinos: les enseñaron a hacer empanadas.

sas, juntas descubrier­on que las recetas de sus países y regiones de origen tienen bastante más que ver que lo que pensaban.

En todo este tiempo han explorado decenas de recetas, una de ellas, el mondongo chuquisaqu­eño. Originario de ese departamen­to de Bolivia, el plato tiene de por sí un nombre singular, porque no lleva mondongo. Se prepara con cuero y carne de cerdo, maíz, ají molido (del picante), palillo (una clase de cúrcuma, muy utilizada en este tipo de guisos), perejil, ajo, aceite, sal y pimienta. “Siempre me llamó la atención el nombre e investigué sobre el plato. Es una de las cosas que hacemos en nuestro grupo, no sólo cocinamos, sino que recuperamo­s tradicione­s, exploramos y aprendemos unas de otras”, contó Rocío a Clarín.

Justamente su casa es sede de estos encuentros. La planta baja quedó convertida en un salón de usos múltiples. Porque además de realizar talleres -en donde reciben hasta 25 personas- también montaron un emprendimi­ento de comidas, un catering con el que ya participar­on en varios eventos. Y recorren otras villas: estuvieron en Fátima, Ciudad Oculta, Cildañes y la 21.24.

La difusión de lo que hacen en su perfil en Facebook (Sabores y Saberes Sin Fronteras) las conectó con actividade­s que no imaginaron: “En la semana dictamos un taller a un gru-

po de amigos de origen chino. Se criaron juntos pero, por trabajo o estudio, viven en diferentes ciudades. Se juntaron para viajar por Sudamérica y querían salir de los circuitos tradiciona­les. Llegaron a nosotras gracias a una agencia de turismo”, contó Rocío. Los acompañó un traductor y ellas les enseñaron a hacer empanadas de carne cortada a cuchillo.

El salto más importante que dio el grupo fue motorizar su microempre­ndimiento de catering. La Secretaría de Hábitat e Inclusión de la Ciudad, que puso un pie en una villa históricam­ente abandonada por el Estado, colabora con ellas ofreciéndo­les capacitaci­ón y acercando también abogados y asistentes sociales que las acompañan.

“No todo es cocinar. La cocina es

un pretexto. Este es un espacio para charlar y preguntarn­os qué nos pasa, cómo estamos viviendo. Y si bien nosotras nos ponemos el hombro, necesitamo­s que nos acompañen los profesiona­les. Con ellos hablamos temas de embarazo, drogas, trata y violencia de género. Sobre todo esto último, para saber como enfrentar la situación”, cuenta Emma Gusta.

Cinco de las ocho mujeres son peruanas; además de Emma y Rocío, forman parte del grupo María Lara, Verónica Marcado y Flor Núñez. En tanto Fanny Mejía nació en Bolivia, Beatriz Copa en Paraguay y Susana Chávez en Argentina.

Mientras cuentan todo esto, las mujeres planean un menú con mazamorra, chicha morada y escabeche de pollo, todas especialid­ades del Perú. Y se preparan para seguir la faena de cocinar, enseñar y disfrutar.

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FOTOS: DAVID FERNÁNDEZ Hecho en casa. La vivienda de una de las vecinas se transformó en el salón donde ahora dan los talleres.
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Manos en la masa. En las prácticas se recuperan recetas tradiciona­les.
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Enseñar. Las clases apuntan a otras vecinas del asentamien­to.

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