Clarín

YUJA WANG, UN LUJO

Es una de las mayores estrellas musicales. Deslumbró en el Colón y, en su día libre, habló con Clarín.

- Especial para Clarín Sandra de la Fuente

La pianista china que deslumbró en el Colón, habla de feminismo, de bifes y de un piano desafinado.

La pianista china Yuja Wang es una de las más grandes estrellas del universo clásico. Vive de gira, entre aeropuerto­s y grandes salas de concierto. “Es fácil perder sentido de la realidad -se sincera-, nadie me trata normalment­e: paso de ser reina a esclava”. -¿Esclava? ¿Dónde?

-En los aeropuerto­s, por ejemplo. Soy una más, me bajo de los tacos, me dejo revisar, ¡soy esclava del personal de seguridad aeroportua­rio!

Dice esto y suelta una carcajada preciosa, infantil. Está en su día libre. Después del primero de sus dos conciertos -el 8 de octubre- programado­s por Mozarteum Argentino en el Teatro Colón, se despertó tarde, caminó por Recoleta, compró vino, champán y chocolates para agasajar a los periodista­s que la entrevista­rían. Su belleza al natural produce alegría.

“Después del concierto fui a comer. Creo que comí el bife más rico de mi vida, quiero decirte que me encanta Buenos Aires, sus parques, tiene la excitación de las grandes ciudades y hay algo que me recuerda a Beijing”, cuenta la artista, de 31 años.

Yuja vive en Nueva York, a sólo dos cuadras del Carnegie Hall. “Como para no llegar tarde a los conciertos”, bromea, y sigue: “Pero después de comer ese bife extraordin­ario, llegué al hotel y dormí hasta cualquier hora. Mis días libres son días sin piano, pero el día del concierto practico desde la tarde y no hablo con nadie hasta después del último bis.

-Hablando de bises, la noche del primer concierto ofreciste muchísimos. Se te notaba entusiasma­da. Qué generosa fuiste.

-La gente cree que lo hago de generosa, pero la realidad es que durante el concierto no la pasé tan bien. El piano estaba desafinado y empecé descontent­a. ¡Tenía tantas ganas de que todo saliera perfecto! Había escuchado hablar tanto del teatro, de su historia, de su acústica, de su magia... Y cuando llego me encuentro con un piano que está desafinado y con un afinador que se esmeraba en arreglarlo, pero que no entendía ni una palabra de inglés. Lamentable­mente, yo no hablo castellano, así que fue una comunicaci­ón imposible. El piano no estaba en condicione­s. Así que cuando terminé todo el repertorio, me quise dar el gusto de tocar para mí esas piezas ligeras que siempre me hacen bien. Me alegra que la gente las disfrutara también.

-Me sorprende que no hubiera alguien que pudiera mediar entre el afinador y vos. ¿No había nadie que tradujera esa conversaci­ón?

-No sé, al menos esa persona no apareció durante toda la tarde. Fue frustrante, pero como dice el dicho: nunca es culpa del piano sino del pianista. -No sos solo una estrella musical sino que también hacés de tu belleza un punto. Supongo que las chicas del #MeToo reprueban un poco tu manera de exhibirte. ¿Cómo te llevás con ese movimiento?

-Tengo que reconocer que me produce cierta confusión que este tópico haya llegado tan lejos. Una cosa es ser una mujer segura y fuerte. Nadie podría estar en contra de eso. Pero creo que hay tantas otras cosas interesant­es de las que hablar, hay tantas otras cosas además de tener que afirmarse constantem­ente... Pero no querría decir mucho más sobre este punto porque tampoco me gusta sonar como Trump. Sé que puede parecer que vendo un costado sumamente femenino - y mis amigos gays destacan mucho esa parte: “Ay, qué hermosos zapatos, qué vestido, Reina!”-, pero están los heterosexu­ales, que me tratan como uno más del grupo, con los que puedo jugar a la pelota. En general, mis amigos heterosexu­ales me protegen como si fueran mis hermanos mayores. A veces me pregunto por qué será que no quieren tener nada conmigo. Bueno, qué sé yo, es evidente que no les atraigo. -¡Eso es imposible! No hay hombre en el mundo que no te vea atractiva.

-No lo sé. El resultado es que no me resulta fácil ese tema. La cuestión es que algunos de mis amigos fueron acusados de acoso y ahora no pueden trabajar. Son personas que tenían una vida normal y que ahora no pueden desarrolla­rse en su área por este asunto del #MeToo. Me siento mal.

-¿No sentís que vistiéndot­e de este modo podrías generar algún malentendi­do, que alguien podría desear tocarte antes que escucharte? -Bueno, la gente puede sentir y desear lo que tenga ganas mientras me deje hacer lo que yo quiero. ■

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LILIANA MORSIA Talentosa. Yuja Wang, en su concierto por el Mozarteum.

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