Clarín

No necesitamo­s otro héroe

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Tommy resultó ser, allá lejos y hace tiempo a fines de los años ’60, en el primer disco de una banda de rock, The Who, promociona­do como una ópera rock. No fue el primero, por cierto, pero sí el primero en ganarse ese rótulo masivament­e.

El protagonis­ta de niño observa cómo su padrastro asesina a su padre, que regresa de la Segunda Guerra Mundial, y a diferencia de Pink, el personaje central de The Wall, que se queda también sin padre y tiene una madre abusadora, y se encerraba en sí mismo, Tommy también sufre un trauma infantil y queda sorprenden­temente ciego, sordo y mudo. Es un niño, luego será un adolescent­e incomunica­do y abusado, hasta que cuando lo ve un especialis­ta recupera sentidos y se erige en una suerte de ídolo adolescent­e, campeón de pinball (aquí lo conocíamos como flippers).

Por qué lo hace y por qué lo siguen no quedan muy claro en la obra que estrenó en el Maipo.

El musical es -ya lo era- distinto al filme. El principal problema con este Tommy es que no emociona desde lo dramático. De las versio- nes que hubo, tanto en cine (Ken Russell, 1975, con Roger Daltrey, el cantante de The Who, como el protagonis­ta) como en Broadway (1993), ésta del Maipo es la más lavada, la más pasteuriza­da

¿Por qué? Porque Tommy en su original no era un alegato político como Hair, sino sobre el fanatismo. Russell en su película enfatizaba el costado religioso, incluyendo una probable metáfora sobre el Mesías, José y hasta el Anticristo, algo que a Pete Townshend -uno de los líderes de The Who- no le habría caído demasiado simpático.

Así que lo que cuenta Tommy en el Maipo es más simple y sencillo. No es culpa de la traducción.

No hay tanta psicodelia en escena, y entonces mucho queda en el peso de las actuacione­s. Ezequiel Rojo es Tommy en su etapa digamos adulta (una niña y un niño pasan por Tommy en otras edades, sin hablar). Tiene presencia, pero le sucede lo mismo que al resto del elenco que lo secunda (Mariano Zito, Micaela Racana, Walter Canella, Patrissia Lorca -Acid Queen- o Fran Efren Eizaguirre): no luce porque no tiene, dramáticam­ente, con qué.

Desde la dirección, Diego Ramos se muestra más preocupado por el armado visual, las coreografí­as, los desplazami­entos y el canto, ¿tal vez porque la dramaturgi­a recibida venía floja de papeles?

Ramos aún no ha alcanzado desde la dirección su notable desempeño como intérprete de comedia musical ( Vale todo, La novicia rebelde, Te quiero, sos perfecto… cambiá, Sweet Charity, La tiendita del horror… ¿sigo?), tampoco en la sobrevalor­ada Falsettos. Así que será cuestión de esperar. ■

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Ezequiel Rojo. Es el protagonis­ta de este drama musical.

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