Nueve días a pura coreografía
Se desarrolla en 29 sedes a lo largo de la Ciudad de Buenos Aires. Tuvo un comienzo memorable.
La décima edición del Festival Buenos Aires de Danza Contemporánea se presenta saludablemente inabarcable. Es decir, no hay manera de ver todos los espectáculos, performances, conferencias y otras actividades conexas de su enorme programación. Y esto, al mismo tiempo, revela la gran vitalidad de la danza contemporánea y del esfuerzo de la directora Roxana Grinstein para dotar de una forma sólida a esta vitalidad.
Dado lo amplia y diversificada de la propuesta, es inevitable detenerse en apenas algunos puntos salientes de la primera semana del Festival, que comenzó con un homenaje a la bailarina y coreógrafa argentina Noemí Lapzeson, que dejó el país siendo muy joven. Fue en Nueva York una destacada intérprete de la compañía de Martha Graham y se radicó en Ginebra donde vivió hasta su muerte, en enero pasado. Una de sus bailarinas predilectas -Romina Pedroli, también argentina y que regresó hace tiempo a vivir aquí- creó este maravilloso homenaje con el cineasta Daniel Böhm: videos de arte, viejos documentales con entrevistas a Lapzeson y la propia Romina bailando en vivo. Fue el mejor comienzo para un festival que su directora también quiso consagrar a la memoria.
Otro tipo de evocación del pasado fue el que elaboró Fernanda Ortíz, bailarina que vive en Alemania y cuyo padre es un desaparecido de la dictadura militar. La historia de Fernanda se teje con la del país y tiende un lazo con Alemania. Unforgettable es un trabajo complejo, profundo, sutil, en el que aparecen las danzas españolas de la infancia y la irónica “coreografía para esquivar a la policía durante un escrache a un militar”.
En la sección Usina para armar se vio una breve y preciosa pieza de Silvia Pritz con Alejandra Losada y Juan Lynn, que utilizó muy expresivamen-
te el bajo. En el Centro Rojas el joven grupo La Montón -Lucila García Pullés, Samanta Leder y Delfina Thielpresentó El risco, una obra estupenda sobre los temores reales e imaginarios y que hizo pensar que siempre pueden aparecer cosas nuevas, frescas, imaginativas.
Eugenia Roces mostró en el Cultural San Martín Destructivo de un desastre irruptivo, un solo excepcional por su potencia, su belleza, su originalidad y su audacia (que culmina con una verdadera orgía frutal). Ro- ces es bailarina contemporánea y de flamenco y usa el desnudo con un sentido potente, que poquísimas veces se ve en este ya gastado recurso.
En el Hall del San Martín, la compañía radicada en España HURyCAN, formada por la argentina Candelaria Antelo y el francés Arthur Bazin, hicieron su físicamente extrema y absolutamente encantadora Je te haime (juego de palabras entre el verbo “amar” y el sustantivo “odio” en francés), que dieron nuevamente el domingo en un playón de la Villa 31.
Cuatro jóvenes coreógrafos, egresados del taller del San Martín, crearon otras tantas obras sobre músicas de compositores argentinos y que fueron presentadas en un único programa en el Teatro de la Ribera, del barrio de La Boca.
Lo extenso del programa hace inevitable detenerse en sólo una. “El caminante, el azar y un retrato, de Efraín Rada, que en cierto modo toca también el tema del tiempo y la memoria, es una pieza burbujeante, pero también un poco melancólica, extraordinariamente bien construida y con un lenguaje coreográfico reconocible, pero a la vez muy personal. No menos destacable fue el numeroso elenco de excelentes bailarines.
El festival cierra mañana con una nutrida agenda de actividades.
Más información: www.buenosaires.gob.arw