Clarín

“Es el personaje más oscuro que hice en toda mi carrea”

Hoy estrena “Morir de amor”, por Telefe (y disponible en Flow) Tras el éxito de “Educando a Nina”, la actriz habla del paso de la comedia al drama, de su hija y de su modo habitual de “mandarme a fondo”.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Las entrevista­s con Griselda Siciliani, a cuento de su trabajo en televisión, suelen ser en un alto de la grabación, con ella cuidando mucho el espacio de la charla, pero con su entorno marcando en zona. Y con el reloj de producción como peor enemigo. Ahora, el escenario cambió. “Es la primera vez en mi vida que hablo de un programa que ya terminé de hacer, rarísimo. Siempre estoy en el durante”, se sincera. Con lo cual, el mano a mano se da sin apuro, en un bonito bar palermitan­o cerca de su casa y ya sin esa necesaria cabellera platinada que lucirá en Morir de amor, la serie que hoy, a las 23.30, estrenará Telefe con ella como única protagonis­ta.En ese plan distendido, se quita el tapado amarillo, elige un sillón del fondo, pide café con leche y budín de naranja - acepta el regalo del mozo, una cheesecake de frutos rojos- y se entrega a hablar de su vuelta a la TV después del éxito de Educando a Nina (2016). Coproducid­a por el canal y Cablevisió­n, desde mañana estará disponible completa (son 12 episodios) en el sistema bajo demanda de Flow. -¿Cómo llevás la previa?

-Con ansiedad, pero reconozco que más tranquila que otras veces, por esto de que lo presento bastante después de haberlo terminado. Es medio una modalidad más del cine, que las notas se hacen cuando la peli se está por estrenar.

-Bienvenida al modelo 2018, que permite ver algo en TV abierta o cable una vez por semana o todo junto de un tirón en otra plataforma. El tema es que esto no te da revancha para modificar algo sobre la marcha. -Claro, cero revancha, pero tampoco tengo el estrés de estar trabajando y contando el programa al mismo tiempo. Yo ya lo vi, me gustó mucho y es, por lo menos, inesperado. -¿Inesperado por lo bueno?

-Sí, por las cosas que pasan, por cómo se cuentan esas cosas... No es previsible. Es imposible imaginar lo que va a suceder.

Dirigido por Anahí Berneri (cineasta que ha ganado la Concha de Plata en San Sebastián el año pasado por Alanis), Morir de amor cuenta la vida de Helena Karsten, abogada de una prepaga que se ocupa de aprobar tratamient­os médicos a pacientes terminales. Separada y con un hijo adolescent­e, se entera de que, ahora, la enferma es ella. Se cruza en su ca- mino con Juan Deseado Molina (Esteban Bigliardi, papel que antes iba a hacer Leonardo Sbaraglia), un hombre que conquista a mujeres en situación terminal y luego las mata. ¿Qué pasará con Helena?

Buena conversado­ra, Siciliani sabe combinar dato preciso y concepto, la frase siempre llega con contexto. Cuenta que “Telefe estuvo gestando algo para mí, muy a conciencia de que fuera muy diferente a Educando a Nina (comedia en la que componía a mellizas opuestas). En ese sentido se puede decir que estaban buscando un proyecto para que volviera a la pantalla, pero que ese regreso no fuera comparable a eso que fue tan hermoso. Yo tuve un idilio con esa tira, fue un regalo, un sueño. Pensá que ya pasaron dos años, porque el final fue el 1° de diciembre del 2016, en el Gran Rex, y el público todavía me recuerda cosas de Nina y de Mara”.

-¿Cómo tomaste la idea del cambio de registro?

-Me sentí halagada de que quisieran verme en algo diferente, cuando ya estaba probado lo de la comedia. En general acá sucede que se impone mucho lo del encasillam­iento, que para ser justa no me ha pasado tanto. Ponele, estoy haciendo Patito feo

y me llama (Daniel) Veronese para La forma de las cosas... Nunca tuve necesidad de decir “eh, siempre me llaman para lo mismo”.

-De todos modos, para el afuera manda algo así como “Griselda es comediante”.

-Sí, para adentro también, lo reconozco. Yo lo siento así y con mucho orgullo.

-Alfredo Alcón decía que no cualquiera podía ser comediante.

-El otro día hablaba con un amigo que escribe y sabe de esto y decíamos que la comedia tiene una sentencia inmediata que es la risa. Y el drama, no. Con el drama no vas a notar enseguida si te salió bien o mal, no va a aparecer la lágrima. Ahora, en la comedia, si el público no se rió es que algo salió mal. En ese sentido es cruel. Y adorable al mismo tiempo. Es de una adrenalina inmensa y, si sabés hacer las cosas, es muy amable. Yo le debo mucho, la amo. -¿Cuándo empezó a nacer “Morir...”? -Cuando estaba en Sugar (la comedia musical que protagoniz­ó en el Lola Membrives). Desde que soy mamá siempre dejo en claro que no hago teatro y tele al mismo tiempo. Me hablaron de Anahí Berneri y ahí ya me entusiasmé. Y de algo corto. Me llamó Darío (Turovelzky, director de Contenidos Globales de Telefe) y me dijo: “No se parece en nada a lo que hayas hecho”. Igual, la idea inicial fue mutando, al principio estaba Leo... -¿Cómo fue esa salida, tan escandalos­a como se comentó en su momento en las redes?

-Nada escandalos­a. La verdad es que él fue muy amoroso. Sintió que el programa necesitaba ir por otro lado y no le cerraba. Tenía que tener un punto de vista femenino porque es una historia en la que se mata a mujeres. El había llegado a dar el okey, pero no a firmar contrato. Se agrandó mucho porque es Leo, porque es un actor muy importante y porque estábamos cerca del arranque de grabación. Pero no hubo conflicto en absoluto. Luego se modificó la historia y se resolvió que ese personaje fuera más escondido y que tuviera más protagonis­mo la mirada de la heroína.

-Pero esa suerte de renuncia, aumentada por la estridenci­a mediática, más el enojo de Nacha Guevara el día de la presentaci­ón (se molestó públicamen­te por no aparecer en el trailer), ¿le suma o le resta a la serie? -Siento que es un programa... ¿cómo decirlo? Un programa apasionado. Todo, desde el principio, estuvo atravesado por miles de cosas muy intensas. Intuyo que hasta el último minuto del último capítulo puede pasar algo. Con Nacha, todo bien, ella es una divina. Y la rompe toda, es la invitada del primer capítulo.

-En esta campaña de promoción repetiste mucho la palabra “oscuridad”. -Porque siempre hago cosas más luminosas, aunque sean dramáticas. Esta mina es muy oscura. Por lejos, es el personaje más oscuro que hice. Ella se encuentra con un diagnóstic­o terminal y está todo el día con mujeres que saben que se van a morir. Y ahora le toca a ella enfrentars­e al hecho de que le queda poco tiempo de vida. Al principio es una heladera, como si no le pasara nada. Todo lo guarda, es impenetrab­le. Pero a medida que avanzan los capítulos va buscando distintas sensacione­s. Está perdida y, al mismo tiempo, enfocada en investigar al asesino. De arranque se guarda todo, parece imperturba­ble. -¿Y cómo hiciste para dosificar tu histrionis­mo?

-Me costó horrores, yo soy muy de manifestar las emociones. Por suerte ella frikea (término asociado a conductas extrañas) con el sexo, con la violencia, entonces ahí pude volcar lo expresivo. Pero en general tuve que hacer el camino de que se vea eso que no se ve.

-¿Y a qué apelaste como método? -En general hago una cosa que no sé si técnicamen­te está bien, que es mandarme a fondo con las situacione­s. Por eso me quedaba la sensación física de haberme metido profundame­nte con un tema durísimo. Diez horas maquinando hondo te deja algo dando vueltas, pero sólo un rato, después me enganchaba con la vida cotidiana y eso desaparecí­a. Yo necesitaba el recurso de tirarme a la pileta con cuerpo y alma. -¿En la vida y en el trabajo?

-En todo. No me va la tibieza para nada. -¿El relato se enmarca en esta coyuntura de lucha feminista o va por otro carril?

-Creo que hubo una decisión explícita del canal en llamar a Anahí para contar esto. No hay bajada de línea ni nada por el estilo, porque en un sentido es súper incorrecto, pero claramente tiene una heroína.

-No como las de las telenovela­s... -No, para nada. Helena es incorrectí­sima. Se pone trash (como si descarrila­ra). No entendés por dónde va, hay que esperarla y ver qué hace. Hay una metamorfos­is muy interesant­e en un momento.

-Si hubiera que ponerle un pañuelo, ¿de qué color sería?

-Verde, sin dudas. Es una mujer muy respetuosa de la libertad del otro, no juzga.

Helena no es Griselda, pero en algunas cosas se le parece. En el look seguro que no: “Viví con el pelo decolorado los cuatro meses de rodaje. En cámara da una rubia de Hitchcock, me copa. Pero era un blanco que a la mañana se me hacía fuerte en el espejo. A mi hija Margarita le gustaba. Igual, cuando recuperé color, me dijo: ‘Me gustás más morocha’”.

Sin relojes, ni presión por volver a grabar, Siciliani habla de todo, comparte lo íntimo sin vulnerar lo privado. Y le saca jugo a su veta de comediante. En la vida, claro, porque en la ficción, desde este miércoles, se pondrá dramática como nunca. ■

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CONSTANZA NISCOVOLOS Fuera de broma. El nuevo proyecto lleva a la actriz a un cambio total de registro actoral. “Me halagó que quisieran verme en algo tan diferente”, asegura.

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