Clarín

Lisboa, el rugby y volver alguna vez a Olavarría

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Con andar distraído y su tono mesurado, Andrés Malamud se convirtió en una de las estrellas del Coloquio de Idea. La mayoría de los empresario­s no lo conocía y muchos se quedaron prendados de sus ironías y de sus definicion­es tajantes en el panel de los politógos, que sacudió la modorra de la mañana del jueves. Por la tarde, en una mesa silenciosa del Sheraton de Mar del Plata, compartió con Clarín sus sensacione­s. Las de un argentino que es investigad­or principal de la Universida­d de Lisboa y que publica proyectos de política exterior comparada en América Latina. Y que escribe sobre todo acerca de sus dos países preferidos: Argentina y Brasil. Justamente en este tiempo, donde los dos atraviesan procesos políticos complejos.

Malamud es cauteloso sobre el furor de los cuadernos. Ni el Mani Pulite ni el Lava Jato terminaron bien, advierte. Y se divierte describien­do la parábola que van trazando las sociedades sobre personajes como Silvio Berlusconi o Jair Bolsonaro. Y prueba con los Estados Unidos. “Antes Ronald Reagan nos parecía neoliberal y de ultraderec­ha. Después, con Bush hijo, extrañábam­os a Reagan y a Bush padre. Y ahora con Donald Trump, vemos a Bush hijo como una mezcla de Alfonsín y Abraham Lincoln..”, sentencia.

Se fue a trabajar a Italia en 1997 y allí estuvo tres años. Volvió al país adolescent­e en el peor momento. Tentado por la Alianza en el 2001, vivió la crisis política, social y económica desde adentro del monstruo. Su esposa portuguesa fue mamá en el 2002 y, con cierta lógica, aprovechar­on una propuesta universita­ria para instalarse en la bella Lisboa. Allí están desde hace 16 años y tienen dos hijos: Pedro, de 16 años, y Carolina, de 13. “Son luso pampeanos y trilingües”, dice, con una sonrisa.

Extraña su Olavarría natal y, entre sus planes, también figura el de volver en algún momento. Lo hace cada vez que puede y se reúne con muchos dirigentes políticos argentinos. Suele encontrars­e con Marcos Peña, a quien lo une la profesión de politólogo y el antiguo vínculo con Félix, el padre diplomátic­o del jefe de Gabinete. Pero sus raíces políticas están regadas por el radicalism­o. “Sufrí la tragedia de ser radical”, explica, casi con resignació­n. Pero disfruta del intercambi­o con algunos dirigentes del partido como el cordobés Mario Negri, el porteño Jesús Rodríguez y el vicegobern­ador bonaerense, Daniel Salvador.

Mantiene su pasión por el rugby. Sigue a Los Pumas y a Los Jaguares, pero no se desanima cuando le toca verlos perder. Se ha dejado vencer por la tecnología y fue un tuitero punzante durante los días calientes del debate por el aborto en la Argentina. Le cuesta explicar al país lejano cuando asoma otra crisis. Y se asombra con los dos extremos de la grieta. Pero no se deja vencer por el pesimismo y vuelve a sonreir, tal vez, pensando en el regreso.

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