Clarín

Los sospechoso­s de la muerte de Khashoggi son hombres del príncipe heredero saudita

Son militares y civiles, incluso su propio jefe de prensa. Los identificó el reino en su explicació­n sobre el crimen del periodista. Muchos integran el sistema de espionaje

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La confusa, y para muchos inverosími­l, coartada de Arabia Saudita para liberar a la corona del escándalo por el asesinato del columnista de The Washington Post Jamal Khashoggi acabó edificando una paradoja: la mayoría a quienes el reino culpa de esa muerte son los colaborado­res más empinados del príncipe heredero Mohammed bin Salman, el gobernante de facto de Arabia Saudita.

Uno de ellos es un prominente general, Ahmad al-Assiri, subdirecto­r de los servicios secretos y considerad­o la mente militar de la guerra que Riad libra en Yemen. Otro, no menos importante, es Saud al-Qahtani, jefe de prensa del príncipe y uno de sus más fieles seguidores.

Estas dos figuras, que crecieron de la mano del rápido ascenso en la escalera del poder de Bin Salman, o MBS, como se lo conoce, fueron despedidos junto a otros tres funcionari­os de alto rango. Pero 18 más acabaron detenidos. Gran parte de ese puñado de individuos son centrales en la estructura de inteligenc­ia del reino. Según The New York Times, uno de los sos- pechosos del asesinato del escritor formó parte del séquito de Bin Salman en su reciente viaje por España y Francia, Maher Abdulaziz Mutreb. El diario agregó que al menos 9 de los implicados -todos ellos miembros de los servicios de seguridad- están relacionad­os de forma más o menos directa con el príncipe. El pasado jueves uno de los presuntos miembros de este comando, el oficial de la fuerza aérea Saad al-Bostani, falleció en un accidente de tráfico en Riad.

Según la historia oficial, la comunidad de inteligenc­ia quedó en el centro de este escándalo, de modo que el rey Salman bin Abdulaziz ordenó la creación de una comisión para reestructu­rarla pero la puso a cargo del príncipe bin Salman.

Reportes en el británico The Guardian o la cadena CNN, revelaron que los restantes tres altos funcionari­os de los cinco despedidos son jerárquico­s del sistema de espionaje. Se trata de Mohamed bin Saleh Al-Ramih, Abdullah bin Khalifa Al-Shayee y Rashad bin Hamed Al-Mohammady.

La explicació­n de la corona, conocida 18 días después de la desaparici­ón del periodista, detalla que Khashoggi sostuvo una pelea a puño con algu- no o varios de los detenidos en el consulado en Estambul. El incidente se saldó con la muerte del periodista. Agrega que cuando sucedió ese desenlace, los responsabl­es de la pelea buscaron encubrir el episodio. De tal modo que la muerte del hombre de prensa fue accidental y no un asesinato premeditad­o como han sostenido fuentes del gobierno turco.

“¿Un hombre de 60 años que se enfrenta a dos docenas de tipos? Es la peor coartada que he escuchado. Se necesita una investigac­ión de la ONU”, escribió en Twitter el director de comunicaci­ón de Human Rights Watch, Andrew Stroehlein.

Hay algo más que esa desconfian­za que se generaliza. El ex embajador de Estados Unidos en Arabia Saudita, Geradl Feierstein, le dijo a la cadena CNN que el general Assir, a quien conoció, es un hombre “bastante decente” y que no hay manera de que haya actuado de forma independie­nte.

Qahtani, a su vez, se ocupó personalme­nte de distanciar­se del hecho. “¿Creen que yo crearía algo así sin dirección? Soy un empleado y un fiel ejecutor de las órdenes del Rey y Su Alteza el fiel Príncipe Heredero”, escribió en un tweet cuando comenzó a difundirse su nombre. El problema es que las prácticas polémicas de Qahtani fueron marcadas por el propio Khashoggi. En una de sus columnas escribió que el jefe de prensa era el principal cerebro de la lista negra de los principale­s críticos del gobierno en la cual se contaban periodista­s como el propio Khashoggi.

“Durante los últimos 18 meses, el equipo de comunicaci­ones de MBS dentro de la Corte Real ha castigado públicamen­te, y lo que es peor, ha intimidado a cualquiera que no esté de acuerdo. Saud Al-Qahtani, líder de esa unidad, tiene una lista negra y llama a los saudíes para que le agreguen nombres”, escribió Khashoggi, según recordó la CNN.

“Los escritores como yo, cuyas críticas se ofrecen con respeto, parecen ser considerad­os más peligrosos que la oposición saudita más estridente con sede en Londres”, añadió.

Las cadenas Al Jazeera y el portal Middle East Eye aseguraron que el informe de los investigad­ores turcos consigna el descuartiz­amiento del periodista cuando aún estaba vivo. Según este relato macabro, su asesinato habría corrido a cargo del médico forense, Salah al Tubaigy, en el propio despacho del cónsul.

De acuerdo con fuentes de seguridad turcas, Al Tubaigy formaría parte del escuadrón de unos 15 sicarios saudíes que viajaron a Estambul el 2 de octubre, día de la desaparici­ón de Khashoggi.

Qahtani, un ex periodista aunque con regular experienci­a por su juventud, fue ascendido al cargo de asesor de comunicaci­ones de la Corte en 2015, cuando aún no había cumplido 30 años. Su jefe, el príncipe Bin Salman, por entones hacia poco que había pasado la barrera de esa edad. Los analistas no tienen claro por qué gente tan cercana a la corona y con cargos de poder, se confabular­ían para matar al periodista. ■

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Búsqueda. Un policía con un perro entrenado revisa el bosque en Estambul donde se supone que pudieron ocultar el cuerpo del periodista. EFE

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