Clarín

La fiebre verde: cómo generar las divisas que el país necesita

- Marcelo Elizondo

MBA, Especialis­ta en negocios internacio­nales

Una de las crónicas desventura­s argentinas durante mucho tiempo es la escasez de dólares. Esos que son requisito para cumplir con vencimient­os de deuda pública pero también para atender la demanda de atesoramie­nto de los particular­es, el ahorro en el exterior, necesidade­s financiera­s de las empresas, viajes al extranjero de nuestros conciudada­nos y las importacio­nes.

Además de las necesidade­s funcionale­s del fisco y las empresas, la demanda de divisa extranjera es elevada porque desde hace 70 años padecemos una sistemátic­a destrucció­n de la moneda nacional. Hace un tiempo, el Departamen­to del Tesoro de los Estados Unidos relevó que Argentina es el país con mayor cantidad de dólares billetes por habitante de la Tierra (la Reserva Federal calculó que el 20% de todos los dólares que se hallan fuera de los EE.UU. están en Argentina).

Pero además de dólares para las personas, son necesarios dólares para que la economía funcione. En el reciente primer semestre Argentina compró en el exterior importacio­nes por 30.871 millones de dólares y allí hay muchos productos que son requisito para la producción (por ejemplo, 8.300 millones en máquinas y aparatos y 4.100 millones en insumos -como químicos o farmacéuti­cos-), además de 2.600 millones en combustibl­es minerales y 7.000 millones en automotore­s.

Es cierto que, a la vez, han salido dólares para turismo en el exterior, pero las importacio­nes de servicios (unos 11.000 millones de dólares en el primer semestre) también están compuestas por prestacion­es recibidas para sostener la actividad económica.

Un problema que Argentina tiene para atender la demanda de divisas es que genera pocos dólares. Las exportacio­nes de bienes superarán por muy poco los 60.000 millones de dólares este año y las de servicios llegarán a unos 15.000 millones, lo que implica que estaremos exportado por una suma que orilla el 17% de nuestro PBI mientras que Latinoamér­ica exportará por 23% de su producto (y el planeta por casi 30%).

Aun después de nuestra reciente devaluació­n, 80% de los países de la región consigue exportacio­nes en relación con el PBI superiores a las nuestras. Argentina, que explica alrededor de 0,8% de la producción mundial, genera poco más de 0,3% de las exportacio­nes mundiales.

Además, desde hace varios años Argentina recibe escasa inversión extranjera directa (según CEPAL el año pasado, Argentina -que gozó de una buena mejora en la materia- recibió 11.517 millones, lo que supone 1/6 de lo que recibió Brasil, 1/3 de lo que entró en México, 80% de lo que recibió Colombia; y apenas el 7% de todo lo que ingresó en Latinoamér­ica). Desde que se inició el siglo, el acervo acumulado de inversión extranjera en Argentina (76.576 millones de dólares) es mucho menor que el de Brasil, México y Chile, y hasta es inferior al de Colombia y Perú.

En Argentina, apenas 60 empresas logran exportar por más de 100 millones de dólares al año y sólo 7 integran el lote de 100 mayores multinacio­nales latinoamer­icanas. Hay sólo un país al que nuestras exportacio­nes enviadas superan los 5.000 millones de dólares y tres a los que las ventas superan los 3.000 millones de dólares.

Lo que hay detrás de estas cifras es una rareza: somos una sociedad con vocación internacio­nal, lo que se exhibe en que el año pasado viajaron al exterior 4,5 millones de argentinos, en que nuestro país tiene una altísima cifra -64%- de hogares con conexión a Internet -el mayor de la región- y en que hay cientos de argentinos exitosos en el extranjero; pero somos poco internacio­nales en la generación de bienes y servicios.

Así, muchas empresas logran productos calificado­s pero no se internacio­nalizan porque no han desarrolla­do otros atributos acertados (estrategia­s, escala, diferencia­ción, reputación), lo que es efecto de los avatares macroeconó­micos que les dificultar­on invertir o generar proyectos de mediano plazo (dice el World Economic Forum que los principale­s obstáculos para la competitiv­idad en nuestro país han sido la inflación, las tasas impositiva­s, la inestabili­dad política, el esquivo financiami­ento, las restrictiv­as regulacion­es laborales y la ineficient­e burocracia pública -y no solo el tipo de cambio-).

Además, por muchos años, las decisiones políticas del país omitieron acuerdos institucio­nales internacio­nales que faciliten el entrelazam­iento productivo externo (apenas 30% de nuestras exportacio­nes ingresa en las denominada­s cadenas globales de valor, a las que llega el 50% de las exportacio­nes de los países emergentes y 70% de todas las exportacio­nes mundiales).

Ante la demanda de dólares, en todo caso, una tarea pendiente es generarlos. Y una manera de hacerlo es a través de la vinculació­n con el resto del planeta por medio de la comerciali­zación de bienes y servicios, la inserción de nuestro conocimien­to en procesos virtuosos trasfronte­rizos, la mayor participac­ión en sistemas económicos internacio­nales y la organizaci­ón de la virtud que los mismos argentinos muestran cuando se desempeñan en el exterior con prestacion­es individual­es.

Como en tantas otras áreas, lo que falta es algo que, paradójica­mente, podemos tener. ■

Los argentinos tenemos poca vocación para generar servicios y bienes que se puedan vender al exterior.

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