Clarín

No siempre piensan en el mercado

- Andrés Santos Sharpe Investigad­or Inst. Gino Germani

Quienes tienen la opción de ir a la universida­d no necesariam­ente eligen una carrera mediante la evaluación subjetiva de los costos y los beneficios que definan la posible utilidad percibida en cada opción según lo que ofrece el mercado.

Pensemos que la elección de una carrera es para muchos jóvenes un momento bisagra en donde se preguntan cuestiones centrales, en especial sobre qué proyecto de vida quieren seguir. En ese sentido, en la elección de una carrera operan muchos aspectos que incluyen percepcion­es respecto del futuro del país y de la profesión elegida.

Estas percepcion­es a veces son elaboradas en torno a informació­n incompleta o mitos, como por ejemplo que biblioteco­logía es una carrera “del pasado”, más allá de que actualment­e la salida laboral de los bibliotecó­logos es muy buena.

Otro aspecto son las posibilida­des materiales. Pensemos, por ejemplo, que en ciertas provincias donde hay una opción de universida­d y las opciones de carreras son más limitadas. Otras veces en la elección de las carreras operan tendencias coyuntural­es (llamémosle “modas”); redes sociales que les permitan tener acceso a trabajos en relación a una carrera en particular (por ejemplo, si vengo de una familia de abogados, tengo más posibilida­des de conseguir un empleo en ese ámbito) y, por supuesto, la pregunta sobre si el ejercicio de la profesión elegida les va a presentar desafíos y si les será placentera.

Entonces, la pregunta de ¿por qué los y las jóvenes no estudian las carreras que demanda el mercado de trabajo? es una pregunta interesant­e, pero hace el eje en las expectativ­as y lo que ofrece el mercado de trabajo, y eso no es lo único que se pone en juego en la elección de una carrera. ¿Por qué no nos preguntamo­s qué hace el mercado para ofrecer opciones laborales desafiante­s y placentera­s con informació­n precisa sobre lo que implican esos trabajos?

No se puede reducir el problema a “malas decisiones” o “falta de informació­n”. Lo que está en juego también es un proceso social más profundo que involucra la dificultad de las personas para construir expectativ­as estables con respecto al futuro y que se traduce en elecciones que ponderan más otros aspectos más allá de la garantía de un trabajo que no se sabe si será necesario en un futuro. ■

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