Clarín

SERRAT, COMO EN CASA

El cantautor catalán tuvo un gran reencuentr­o con su público al presentar “Mediterrán­eo Da Capo”.

- César Litvak clitvak@clarin.com

El gran cantante está de gira con su show “Mediterrán­eo Da Capo”. Se fue ovacionado del Gran Rex.

La noche arranca con Mediterrán­eo, con la potencia de los grandes finales, pero con el placer de que todo está por suceder.

“Da Capo, ir de vuelta”, explica enseguida Joan Manuel Serrat a un Gran Rex a full –el primero-, las razo- nes por las cuales decidió revisitar Mediterrán­eo, un disco de 1971 escrito en un pequeño hotel de la costa catalana, evoca Serrat, y repara enseguida en la cifra no redonda: 47 años, ¿por qué no a los 50?, pregunta... “Porque no tengo ningunas ganas de esperar”, dice, y remata así: “La fragilidad de la vida me hace pecar de precavido y celebrar las cosas por anticipado”. Aplausos. Bravos. “¡¡¡¡ Te queeeeeree­emos, Nano!!!!”.

Hay clima de familia en el Rex. La gente se engancha con el “¡harto ya de estar harto!”, y la voz de este Serrat de 74 años trae el paso del tiempo, sí, pero sigue entera, clara, expresiva. Y la complicida­d con la sala tiene que ver sin dudas con ese fraseo serrateano que ha sido banda sonora de toda esta gente, un público +50 promedio. Está la franja de los cincuenton­es, los que lo compraron por primera vez con En tránsito. Y están los setentones, los que vivieron el éxito de Mediterrán­eo en vivo y en directo.

La elección no tiene detractore­s. Serrat tiene muchos grandes discos, pero ninguno como Mediterrán­eo. Anoten: Aquellas pequeñas cosas, La mujer que yo quiero, Pueblo Blanco, Qué va a ser de ti, Vagabundea­r, todo eso junto, un auténtico grandes éxitos, pero no. Fue el joven Serrat entrando al estudio con un puñado de canciones que, de tan clásicas, jamás podrá quitar de su repertorio. Algo así como el Piano bar de Charly, el Pet Sounds de los Beach Boys, ese tipo de obra cumbre -una convención de musas- es Mediterrán­eo. Discos mágicos, poderosas máquinas emotivas disparador­as de vivencias.

Por eso, a medida que pasan los temas, la gente canta ( Tío Alberto) tararea por lo bajo ( Aquellas pequeñas cosas), estalla en un estribillo ( Qué va a ser de ti...), la sala está recordando/conectando ese momento de su infancia en casa, o en el auto de papa yendo a San Bernardo con el casete de Me- diterráneo, el preciso momento donde el Excalectri­c de nuestros sueños se convertía en el escalstric con S, como lo decía el Nano en el auto de papá, como lo está diciendo ahora, con ese modo de moldear el verso tan suyo, tan Serrat.

Y justo en una noche donde la voz lo venía bordando, con picos de intimidad y dramatismo como en ese final impactante de Pueblo Blanco, estaba ya en la segunda parte del show, cantaba Menos tu vientre y de pronto, de la nada, debió sortear una sonora flema -la pesadilla de cualquier cantante-, y el traspié a la vez para demostrar ese oficio ahí, en vivo, en la arena, toreando el toro hasta salir por la puerta grande de su voz. El Rex captó el momento y se puso de pié para reconocerl­o con palmas y “¡¡¡¡NaNooo, Na-Noooooo!!!!!”.

En una noche tranquila, la grieta se filtró apenitas con Algo personal: cuando cantaba eso de “apretarse el cinturón”, hacia el centro de la sala alguien arrancó con un “¡Mau-Ri-Cio Ma-Cri la...!”, etcétera, pero la bronca no llegó al estribillo.

El percance vocal quedó en eso, en percance, y lo que había comenzado con Mediterrán­eo, terminó con la potencia de Fiesta y el redoblante explosivo del comienzo provocó un momento cuasi punk.

Por último, y a propósito de la complicida­d con el cantante, podemos asegurar que cada una de las lucías y penélopes presentes en la sala le deben su nombre ya saben a quién. ■

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 ?? A. D’ELIA ?? Como en casa. Bastó que saliera al escenario para que la gente lo tratara como a un familiar querido.
A. D’ELIA Como en casa. Bastó que saliera al escenario para que la gente lo tratara como a un familiar querido.

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