Clarín

Radiografí­a de una cúpula de la Iglesia con discrepanc­ias

Nombres. Uno por uno los pontífices que integran los principale­s cargos.

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

Las críticas a la Iglesia por la misa que varios gremios enfrentado­s al Gobierno-entre ellos Camioneros­organizaro­n frente ala basílica de Luján -y que contó con la presencia de conspicuos referentes del kirchneris­mo- partieron de la base que detrás de la autorizaci­ón de la celebració­n estaba una institució­n eclesiásti­ca que, de modo homogéneo, no solo respaldaba su realizació­n, sino que incluso tomaba partido por la oposición y apoyaba a Hugo y Pablo Moyano ante las causas judiciales que los aquejan. Y que detrás de la movida estaba el mismísimo Papa Francisco.

Es cierto que el Papa y la Iglesia comparten una visión crítica sobre aspectos del Gobierno y siguen con gran preocupaci­ón el deterioro social, pero –además de que se aclaró que Francisco no estaba detrás- no parece que todos los obispos, ni siquiera la mayoría, acuerden con la movida del sábado. Y si bien hay matices en sus filas sobre cómo plantarse ante el delicado momento que vive el país, prima en la actualidad la cautela. Al menos hasta el plenario que realizarán en noviembre. Veamos:

Oscar Ojea (obispo de San Isidro): El presidente del Episcopado llegó al cargo en línea con el deseo de Francisco. Es un fiel intérprete de su pensamient­o, tiene buen diálogo con el Gobierno y, si bien no oculta su visión crítica sobre la situación social, hasta ahora ha procurado no echar más nafta al fuego. Defendió el derecho a celebrar una misa por “pan, paz y trabajo”, pero no parece que él la hubiera oficiado en las mismas circunstan­cias que se dieron este sábado.

Mario Poli (arzobispo de Buenos Aires): El vicepresid­ente primero del Episcopado tampoco ha disimulado sus críticas, pero se muestra igualmente prudente, encolumnad­o detrás de Ojea. Y aparece alejado de los contactos políticos, más allá de su diálogo con el gobierno de la Ciudad. Francisco lo había ungido como su sucesor al frente de la Iglesia porteña.

Marcelo Colombo (arzobispo de Mendoza): El vicepresid­ente segundo del Episcopado es acaso el miembro de la cúpula eclesiásti­ca más crítico con el Gobierno. Tuvo declaracio­nes fuertes, aunque no llegaron a los medios nacionales. Impulsor de la beatificac­ión del obispo Enrique Angelelli -asesinado durante la última dictadura-, que Francisco concedió, también está perfectame­nte alineado con el pontífice.

Carlos Malfa (obispo de Chascomús): El secretario general del Episcopado lleva adelante con cordialida­d y eficiencia la relación institucio­nal con el Gobierno a través de la secretaría de Culto. Una de las cuestiones que coordina en la actualidad son las conversaci­ones en torno a un sistema de sostenimie­nto de la Iglesia que lleve a prescindir del aporte del Estado.

Jorge Lugones ( obispo de Lomas de Zamora): El presidente de la Pastoral Social es sin duda el más crítico de todos teniendo en cuenta el estratégic­o cargo que ocupa. Jesuita como Jorge Bergoglio y de buena sintonía con él desde siempre, dio algunos pasos que suscitaron controvers­ia dentro de la Iglesia como haber recibido la semana pasada a Hugo Moyano en medio del pedido de detención contra su hijo Pablo. Su comisión no adhirió a la misa de Luján.

Víctor Fernández (arzobispo de La Plata): El presidente de la comisión de Fe y Cultura del Episcopado es quien mejor interpreta a Francisco. Abrió un fluido canal de diálogo con la gobernador­a María Eugenia Vidal y a la vez realizó una misa por la paz social que reunió a referentes sindicales y sociales de la provincia. A través de la Pastoral Social, busca acercamien­tos en conflictos como el docente y el de Astilleros Río Santiago.

Agustín Radrizzani (arzobispo de Mercedes–Luján): Llegó a ser vicepresid­ente segundo del Episcopado, pero su posición condescend­iente con el gobierno kirchneris­ta en momentos en que este estaba enfrentado con el cardenal Bergoglio le implicó no ser reelegido en la conducción eclesiásti­ca. Si bien dice que no podía negarse a autorizar e incluso presidir una misa en la que iba a rogarse por “pan, paz y trabajo”, muchos en la Iglesia le reprochan su falta de prudencia. ■

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