Polémica por el recorte en la compra de libros de texto para las escuelas
El Estado gastó este año $ 682 millones en esos ejemplares. Pero el presupuesto 2019 prevé sólo $ 139 millones.
Las cifras son contundentes. En 2018 el Ministerio de Educación nacional pagó $ 682 millones para la compra de 4 millones de libros de texto escolares destinados a los alumnos de escuelas públicas. Ahora, el presupuesto 2019 tiene prevista una partida de $ 139 millones: casi 5 veces menos en términos nominales, sin considerar que la inflación estará en torno al 50%. Desde la cámara que agrupa a las editoriales afirman que “este recorte presupuestario sumado al incremento de costos -por la devaluación- significaría que más del 80% de los alumnos de escuelas públicas dejarán de recibir sus libros de estudio”. Pero en el Gobierno defienden la decisión: afirman que los libros comprados este año son suficientes para cubrir las necesidades de 2019 y que el rol del Ministerio de Educación no puede ser sostener a una determinada industria. Mientras, avanzan con una nueva estrategia de producción y distribución de contenidos en forma digital, a través de la Web.
La política de compra de libros de
El problema no es de interés económico sino pedagógico. Muchos chicos van a estudiar sin libros”. Hugo Cejas
Cámara Arg. de Publicaciones
Las editoriales podrán acompañar adaptándose a las necesidades de los tiempos que corren”. Alejandro Finocchiaro
MInistro de Educación nacional
El monto de las compras cambia año tras año. El principal problema es la falta de previsibilidad”. Fernando Zambra
Director, consultora Promage
textos escolares por parte del Ministerio de Educación arrancó en el 2003. Y si bien ha habido variaciones en el monto de esas compras año tras años, las editoriales afirman que la cantidad de libros comprados fue cayendo durante los últimos años.
“En 2018, el Estado había comprado libros para el 50% de los alumnos, pero con el actual presupuesto se llegará a apenas el 20%”, dijo a Clarín Hugo Cejas, presidente de la Comisión de Educación de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), que agrupa a las editoriales que publican los libros escolares.
Desde el Ministerio contestan: “Por supuesto, entendemos los legítimos intereses de las editoriales. Pero hace muy poco, en agosto, terminamos de distribuir los 4 millones de ejemplares, que fueron enviados a las escuelas primarias y secundarias del país, para que permanezcan en ellas, y que están absolutamente vi- gentes para cubrir las necesidades de contenidos en el año próximo”.
Los libros que compra el Estado son principalmente de escuelas primarias, y en algunas ocasiones también se suman los de secundaria, como sucedió este año. La mayoría son para uso directamente de los alumnos, aunque hay otros que nutren las bibliotecas escolares.
Uno de los principales inconvenientes que tiene el sistema usado en la Argentina, destacan los especialistas, es la enorme variablidad que hay en los montos que se compran de año a año, lo que genera una gran imprevisibilidad al mercado.
Fernando Zambra, director de la consultora especializada Promage, cuenta a Clarín que en 2013 -año de elecciones en la era kirchnerista- se disparó la compra, con el récord de 14,2 millones de libros. Pero hubo años como el 2010 o 2016 en donde el Ministerio no compró un solo libro. “Si fuera empresario preferiría poder planificar las ediciones que voy a hacer. Esto les daría incluso mayor calidad a los textos”, dice Zambra.
Desde la cámara explican que las editoriales no pretenden cambiar el presupuesto de 2019 sino que el Ministerio reasigne las partidas que tienen, debido -dicen- a “la importancia que tiene, desde el punto de vista pedagógico, que los alumnos tengan libros de texto”. “El problema no es de interés económico sino pedagógico. Muchos chicos van a estudiar sin libros el año que viene”, dice Cejas.
“El monto pagado por los libros de textos escolares en 2018 es el 0,35% de los $170.000 millones del presupuesto del Ministerio de Educación. No tiene sentido ajustar ahí. Es irrelevante y se deja al 80% de los alumnos sin libro. Muchos países de la región que han mejorado sus indicadores tiene políticas de entrega de libros todos los años”, agrega Cejas.
El ministro de Educación Alejandro Finocchiaro defiende la actual política. “Nosotros debemos atender prioritariamente las necesidades de los chicos. Y desarrollar en ellos las habilidades de este tiempo. Se modificaron los saberes básicos que deben incorporarse curricularmente a la educación digital, como robótica y programación desde nivel inicial. Para los nuevos abordajes estamos desarrollando contenidos propios para docentes y alumnos poniendo foco en la formación docente”.
“Las editoriales podrán acompañar con producciones que contemplen los contenidos aprobados adaptándose a las necesidades de los tiempos que corren, como siempre han hecho”, agregó.
Desde la industria editorial ven con preocupación que el Estado desarrolle contenidos. “Las editoriales siempre acompañamos los cambios curriculares con nuestros materiales proveyendo propuestas diferentes en la forma de abordar esos cambios. Hay riesgo de perder esa pluralidad y abrir las puertas hacia el tan temible ‘libro único’”, afirman. ■