La gran apuesta del Cervantes que sorprende
Tantanian, director del teatro, también está a cargo de esta obra que invierte los lugares de los actores y el público.
Por la acumulación, alta calidad y despliegue de recursos materiales y técnicos, Sagrado bosque de monstruos, con Marilú Marini y dirigida por Alejandro Tantanian, es la gran apuesta del Cervantes para este año.
Desde el ingreso a la sala María Guerrero, la intervención es contundente: la grada para los espectadores se ubica en una estructura giratoria sobre el escenario; y la platea tradicional, despejada de sus asientos, es el espacio para los actores.
Esta radical inversión de lugares puede ser también un gesto ligado al espíritu de esta gestión del teatro. Alejandro Tantanian, además de estar a cargo de la dirección de esta obra, tambien dirige el Cervantes.
Y en su paso por el cargo intenta dejar una marca indeleble: cambió el nombre de la institución y también su estética. Modificó, además, el diseño y las líneas de programación. Y, sobre todo, con estas iniciativas aporta una nueva dinámica al mapa teatral porteño.
Muchode este concepto está puesto en Sagrado bosque de monstruos, un espectáculo que tiene focos múltiples. De hecho, apunta a tantos lugares, que por momentos pierde consistencia por fuera del imponente marco escenográfico, lumínico y sonoro que pone en juego.
En este caso, lo material arrolla lo espiritual. Se trata de un concepto llevado una y otra vez a escena en boca de los actores que, sin embargo, no termina de instalarse como experiencia.
Uno de los focos de Sagrado... es la figura de la escritora, mística, fundadora de la orden las Carmelitas Descalzas, Santa Teresa de Avila, aquí recreada por Marini.
A su vez, la actriz argentina, radicada en París, se refiere a su propia experiencia con la escritora. Esta forma testimonial inicia la obra con una charla didáctica junto al poeta Hugo Mujica, donde explican, entre otros temas, por qué se decidió trabajar sobre esta figura.
En los años sesenta, en el Instituto Di Tella, el director de teatro Roberto Villanueva le brindó a Marini textos de la escritora española duran- te los ensayos de Las Bacantes. Obra que nunca se estrenó, y en la que también actuaba, entre otros, el músico Miguel Abuelo.
En paralelo hay una trama ficcional. Un grupo de trabajadores del Estado (entre ellos, Iván Moschner y Rodolfo de Souza, marido de Marini en la vida real), mientras excavan el Cervantes encuentran enterrada la mano bañada en oro de Santa Teresa de Ávila. Y ante el hallazgo se “liberan” fuerzas: arman coreografías, cantan; otros se travisten.
En ese contexto místico, un obrero cumple su sueño de ser vedette, plumas incluidas.
Otro coquetea con un compañero en un picnic ocasional. Es decir, estaríamos ante una troupe de trabajadores más cercana a aquellos míticos “susanos”, del programa de Susana Giménez, que a un escuadrón de la UOCRA.
Sagrado bosque de monstruos es una obra más abigarrada que barroca. Está colmada de recursos técnicos y compositivos que, por separado, son extraordinarios. Pero juntos terminan teniendo más protagonismo que los actores. En el aspecto musical, además, durante las funciones de noviembre, las canciones serán interpretadas en vivo por la mexicana Julieta Venegas.
Cabe preguntarse si en la totalidad del espectáculo todos estos elementos arman un contrapunto estético, valioso en sus contrastes, o construyen la ornamentación de un gesto opulento.
“Quiero que esta obra celebre que podemos dejarnos ser. Que se arme con gracia. Que pase de momentos maravillosos, inolvidables a otros más pavotes. Quiero el humor”, dice Marini sobre el final de la obra.
Y algo de eso sucede en Sagrado..., que finalmente toma la forma de un homenaje y reconocimiento a esta actriz argentina a través de Santa Teresa de Ávila. ■