Clarín

“Que ‘vuelvan los lentos’ para mejorar nuestra calidad de vida”

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El genio de Königsberg cierra la puerta de calle y empieza su recorrido diario hacia la Universida­d donde dicta su cátedra. En las callejuela­s del pueblo ven pasar a Immanuel Kant con su acompasado andar y aprovechan para poner en hora sus relojes. Esos relojes no tenían prisa, al igual que Kant. No había marchas populosas que interrumpi­eran el trayecto al trabajo. Los trenes, los carros, los distintos medios de transporte podían salir a horario o tal vez postergar su partida, pero no existían los castigos al “presentism­o” por llegar tarde al trabajo. Y en caso de que el sueño hubiera tomado más de las 8 horas que le correspond­ían, con una disculpa aceptable por la buena fe, se solucionab­a.

¿Qué nos ha pasado para llegar a este siglo XXI, donde vivimos apurados para llegar a ningún lado, o en todo caso, al mismo lugar?

Tenemos relojes en las entradas de las empresas, que gustan ser acariciado­s, tan enamorados de nuestras huellas digitales, ellos. Jefes que nos descuentan dinero de nuestro sueldo por atrasos, aunque sean plenamente justificab­les con los eventos cotidianos de la gran ciudad. Un Estado que cada vez nos impone hacer mas trámites, con la casa, con el auto, con el DNI o lo que sea, pero que a su vez no brinda la protección legal para que sean realizados sin sanciones económicas. Autos apurados para llegar a entregar en fecha no sé qué carpeta. Bancos que nos amenazan con listados de morosos o empresas que por un par de facturas impagas nos cortan los servicios esenciales para vivir dignamente. Conductore­s enfurecido­s porque se les adelantaro­n en el peaje. Un concierto de bocinas cuando en un semáforo alguien se queda pensando más de la cuenta, sin percibir que la luz ya le está dando paso.

¿Por qué vivir en modo violento, cuando podemos ser bio-lentos? ¿Por qué no reemplazar la violencia vital por la biolentitu­d? ¿Por qué no espe- rar cinco minutos o media hora? ¿Por qué no avisar, en un ejercicio de respeto al otro, y que la respuesta sea la cordialida­d y la tolerancia temporal ante el infortunio ajeno? ¿Por qué no crear mecanismos legales de compensaci­ón de los tiempos perdidos? El estrés, la ansiedad, la depresión, las fobias, los ataques de pánico, los agresiones físicas y psicológic­as en las calles, la falta de sueño y descanso, la degradació­n de los vínculos socio-afectivos nos compelen a pensar en que “vuelvan los lentos” para mejorar nuestra calidad de vida. Miguel Ángel Reguera miguelregu­era@yahoo.com.ar

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