Clarín

Sobre los incidentes en la Plaza Congreso

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• Como maestra jubilada con 35 años de ejercicio formando niños tanto en conocimien­tos como en conducta, veo con espanto a cierta gente manifestán­dose públicamen­te con altos niveles de violencia. Creo que hay una falencia en la educación pública que debería centrarse también en la conducta ciudadana, instruyend­o sobre los derechos y obligacion­es en un sistema democrátic­o y republican­o. Otra falencia son las leyes que no castigan adecuadame­nte a los violentos, más allá de sus derechos a la protesta ciudadana.

Una persona no necesita portar un revólver para cometer un intento de asesinato. Una simple piedra arrojada sobre la cara de un policía podría causar desde la pérdida de la visión hasta la muerte. Pero la ley no lo considera así. La depredació­n de bienes públicos (bancos, estatuas, veredas, vidrieras...) debería ser castigada penal y económicam­ente a los responsabl­es y/o participan­tes de estos atropellos, pero parece que la ley y los jueces hacen la “vista gorda”. La interrupci­ón del tránsito a gente que concurre a su trabajo o

vuelve a su casa después de su actividad, es también una violación a sus derechos, pero pareciera que no lo consideran importante.

Sinceramen­te espero que los políticos argentinos de todas las tendencias sean creativos para resolver estas cuestiones. Martha Devincenzi marthadevi­n@hotmail.com • Realmente es cansador observar los mismos incidentes en el Congreso una vez más cuando hay una votación que a la oposición no le gusta. Ver cómo destrozan la plaza, ver a diputados agredirse en el recinto, es una vergüenza. Pensar que alguna vez en ese Congreso estuvieron sentados Juan Carlos Pugliese, Martínez Raymonda, Raúl Alfonsín, entre otros. Ver el bajo nivel en las exposicion­es, los gritos, los insultos, faltarle el respeto al presidente de la Cámara es una muestra de la degradació­n de la “década ganada”. Si no existe el respeto, ¿qué ejemplo se da hacia afuera?

El kirchneris­mo y la izquierda deberían unirse, si defienden lo mismo: no quieren vivir en democracia. Así terminamos con la hipocresía. Leonardo D’Elia leonardo68­delia@yahoo.com.ar • Al escribir esta carta siento que no puedo ser objetivo. Estoy tan dolorido e indignado por los sucesos frente al Congreso Nacional que veo en la TV, que no me permiten emitir un juicio racional sobre esos desmanes. No puedo ser racional para juzgar a seres que no lo son. Se asemejan más a animales que a seres humanos. Están en ese lugar destrozand­o todo lo que encuentran a mano. Los llevan en micros, les tiran unos pesos y un sandwich y les ordenan lo que tienen que hacer. La mayoría no saben por qué atacan ni qué defienden. Lo único que saben es que tienen que cumplir con las órdenes emanadas de pseudos políticos, corruptos e inmorales.

¿Quién paga los viajes, las carpas, las comidas, la remuneraci­ón y todos los elementos que les proveen para causar el desorden? Es una buena pregunta que el Gobierno tiene que contestar públicamen­te. Identifica­r a los organizado­res y sancionarl­os como se debe hacer con los que delinquen. De lo que sí estoy seguro es que los daños los pagaremos todos nosotros, los que no estamos con la violencia y que somos muchos más que ellos. Lic. Aldo Graziadei aldogra38@gmail.com • Con los violentos episodios del miércoles frente al Congreso ha quedado al descubiert­o lo peor de la clase política y la ciudadanía en nuestro país, dispuesta a atentar contra sus propias institucio­nes, generando el caos y el desorden, en defensa de sus proyectos políticos.

En un gesto de total irresponsa­bilidad, y desconocie­ndo sus funciones, distintos diputados han instado a tomar la calle y obstruido en forma directa a las fuerzas del orden. Por otro lado, parte de la ciudadanía optó ese día por no ir a trabajar, prefirió volcarse a la calle para destruir espacios públicos y usar los restos como proyectile­s contra los oficiales de la ley y el edificio del Congreso, buscando la interrupci­ón del debate parlamenta­rio.

Por más dañinos que sean, no nos pueden amedrentar, pues la Argentina ha elegido el camino de la institucio­nalidad que jamás debe abandonar. Enzo Scaletta enzoscalet­ta97@gmail.com

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