Clarín

El primer naipe caído de un castillo que parecía invulnerab­le

Caso testigo. Coloreada por personajes como Elaskar y Fariña, “la ruta del dinero K” detonó el relato oficialist­a.

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

La investigac­ión era impecable, y tenía todos los ingredient­es de una receta magistral: personajes famosos, jóvenes millonario­s, empresario­s amigos del poder, firmas fantasma y bolsos de dinero “físico” que era más fácil pesar que contar, entreverad­os en una orgía de corrupción e impunidad. Lo asombroso fue que, antes de aquel tibio domingo de abril de 2013 en que Jorge Lanata presentó “la ruta del dinero K”, había habido decenas de casos tanto o más impresiona­ntes, y sin dudas mucho más dolosos para el Estado.

¿Qué pasó entonces? Aquella receta perfecta se sirvió ante una sociedad súbitament­e hambrienta. La misma que dos años antes había votado a Cristina Kirchner hasta consagrar su reelección con el 54% de los votos, y que había tomado su temible “vamos por todo” casi como un chiste escolar, ahora abría los ojos a la cruda verdad de un gobierno vertebrado desde la cima para facilitar y concretar negociados multimillo­narios en cada rincón de la administra­ción pública. Cinco años después, los argentinos conocemos más capítulos de aquella historia.

El inmediato esfuerzo del gobierno por segar el escándalo mostró el efecto devastador que había tenido sobre la repentinam­ente frágil coraza protectora del kirchneris­mo. Repasemos: en programas y canales “amigos”, los jóvenes financista­s Federico Elaskar y Leonardo Fariña desfilaron negando lo que ellos mismos habían afirmado ante el equipo de Lanata: “Querían ficción, les di ficción”, fue la inolvidabl­e fórmula de Fariña para zanjar la cuestión en aquel momento.

Pero lo más grave ocurrió en el sombrío edificio de la avenida Comodoro Py: con la velocidad de un rayo, los dos titulares de la fiscalía antilavado y hombres de confianza de la ex procurador­a Alejandra Gils Carbó se metieron por la ventana para formular una denuncia que ni siquiera llegaba hasta Báez, el inevitable respon- sable de haber contratado a Fariña y supuestame­nte empujado a la noche a Elaskar para quedarse con la ahora famosa financiera SGI, la “Rosadita”. Carlos Gonella y Omar Orsi hoy están procesados por aquel intento.

Tampoco hubo entusiasmo en el juzgado de Sebastián Casanello por impulsar la causa. Hombre vinculado a La Cámpora a través del entonces secretario de Justicia, Julián Alvarez, Casanello durmió la pelota y entregó el caso a uno de sus colaborado­res abiertamen­te simpatizan­te de la agrupación juvenil K: Sebastián “Laucha” Bringas. El guiso se completó con preguntas a organismos públicos que por supuesto nadie respondía, y exhortos a Suiza y otros países notoriamen­te mal formulados, como quedó en evidencia años después.

El derrumbe de Cristina en la considerac­ión pública y la multiplica­ción de casos de corrupción en su entorno amenazaban la molicie en “la ruta del dinero K”. Su salida del poder aceleró la cascada, pues detrás de aquel primer naipe que Lanata había empujado en 2013 otros tantos habían caído de un castillo ahora desnudo. El relato kirchneris­ta recibió otro golpe fatal en marzo de 2016: un video mostraba al hijo de Báez y varios de sus colaborado­res contando cinco millones de dólares entre habanos y whiskys, en las oficinas de la Rosadita. Jaque mate.

Hasta el puntilloso juez Casanello se valió entonces de una excusa menor para detener a Lázaro en el aeropuerto de San Fernando, tras un vuelo privado desde Río Gallegos. Aún sigue bajo prisión preventiva, al igual que su abogado Jorge Chueco y su contador Daniel Pérez Gadin. La guadaña no alcanzó, sin embargo, a los hijos de Báez, pese a que se probó que intentaron esconder dinero en el exterior. Raro.

Un párrafo aparte merece el arrepentid­o Leonardo Fariña, cuyos testimonio­s como colaborado­r fueron escrupulos­amente confirmado­s .

Cargado de simbolismo­s, ayer comenzó el juicio oral por “la ruta del dinero K”. Aunque ahora solo se juzgue un primer tramo: la insistenci­a de la Cámara Federal porteña obligó al juez a incorporar a Cristina Kirchner en la maniobra; esa parte avanzará más adelante. La película no terminó: las audiencias pueden traer unas cuantas sorpresas. ■

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