Boca y River jugarán una final histórica por la Copa Libertadores
Luego de la noche épica de los de Gallardo, los del Mellizo le empataron al Palmeiras Por primera vez en la historia, los dos grandes definirán el torneo internacional. Será un Superclásico que mantendrá en vilo al país durante casi todo el mes.
Con un 2-2 en San Pablo, goles de Ábila y Benedetto, el equipo de los Barros Schelotto eliminó a Palmeiras y habrá una definición inédita, que ya tiene en vilo al país. Las fechas de los partidos podrían ser los sábados 10 (Bombonera) y 24 (Monumental). Boca, con 11, es el que más veces llegó a esta instancia del torneo.
Boca o River. Al fin va a jugarse ese partido que rozó en el imaginario de cualquier futbolero, con la secreta esperanza de que alguna vez se produjera. Un River-Boca de verdad, una final-final, nada de amistoso, de partido de verano. Ni siquiera un Superclásico de campeonato. Una final de Libertadores que empalidece aquella definición del Nacional de 1976 y la reciente de la Supercopa Argentina en Mendoza. Los únicos antecedentes. Minucias. Esto es una final de Copa Libertadores, último destino de las Cruzadas, pie en tierra del continente descubierto, el cielo acariciado con las manos. O el horror de la derrota.
Los jugadores no pueden elegir rival. River fue a Porto Alegre a buscar su destino. Anoche Boca salió a jugar en San Pablo sabiendo que su futuro era River o nada. ¿Y los hinchas? Pregunta sin respuesta pero estupendo ejercicio de observación en la previa de los dos partidos. Se sabe, hay hinchas de River que desean ganarle la final a Boca y los hay de Boca que quieren ser campeones venciendo a River. Y hay otros , de Boca y de River, para quienes enfrentar al adversario de siempre es una pesadilla, un martirio insoportable en las vísperas que se extiende al espanto de perder.
“Sabés lo que son tres semanas de no dormir, es mucho, es una locura, ¿sabés la presión que va a ser eso?”, dijo Mauricio Macri hace una semana en una entrevista con una radio de La Rioja. Sinceridad brutal. No hay hincha (de River o de Boca) que admita miedo. “Yo lo reconozco: estoy nervioso. La verdad es que prefiero que gane un brasileño para no tener esa final”, había dicho Macri antes de River-Gremio y Boca-Palmeiras. Confesión de parte: Argentina tendrá un presidente insomne durante noviembre.
La final de ida podría ser el sábado 10 de noviembre, en la Bombonera. La revancha se jugaría también un sábado, el 24, en el Monumental. Los organizadores deberán tener en cuenta que Buenos Aires acogerá el G-20 y estará sitiada por fuerzas de seguridad. ¿Trump despertará más atención que el Pity o Wanchope?
Noviembre será un mes sin ateos. Cada uno rezará a su Dios, hará sus ritos, repetirá sus cábalas y se valdrá de los recursos más inconfesables que garanticen la victoria.
Ganar la Libertadores venciendo a River, si es de Boca. O a Boca si es de River, no tiene precio. La sonrisa durará toda la vida. Pero, ¿a cuánto cotiza la derrota en el alma?, ¿cómo se vive después de perder una final de Copa ante el rival de toda la vida, cómo se soporta el escarnio, la vergüenza? Difícil de entender para quien no tenga sensibilidad futbolera. Que no es una virtud, desde luego pero es una característica arraigada en el argentino promedio desde que los ingleses bajaron de los barcos y empezaron a patear un cuero en los baldíos de las dársenas cercanas al Riachuelo donde nacieron, curiosamente, Boca y River cuando despuntaba el siglo XX. Llevan una vida juntos. Enfrentados.