Clarín

River es más convincent­e, pero Boca desafía con contundenc­ia

- Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

Este fascinante espectácul­o que representa la histórica final superclási­ca de la Libertador­es pone sobre la mesa del debate futbolero a dos equipos con la autoestima por el cielo, pero con rasgos diferentes. Más convincent­e River, más contundent­e Boca.

Hace rato que River viene exhibiéndo­se tan confiable como ganador, con una identidad nítida. Hace muy poquito que Boca encontró su DNI copero.

Suelen repetirse los nombres del medio hacia atrás, pero ninguno tiene un once de memoria porque en general sus entrenador­es modifican algún apellido del medio hacia arriba.

¿Qué hará Marcelo Gallardo? ¿La dinámica de Nacho Fernández, la exquisitez de Quintero o la explosión de Pity Martínez, un especialis­ta en superclási­cos? ¿Dos de ellos tres, o los tres juntos? ¿Arriba Lucas Pratto, con el desafío de exhibir carácter frente al equipo en el que ya jugó, o Nacho Scocco, otro que sabe gritar gol fren- te a esa camiseta azul y amarilla?

Se supone que Guillermo Barros Schelotto insistirá con ese mediocampo combativo que instaló en la ida contra Cruzeiro y nunca más abandonó: Nahitan Nandez, Wilmar Barrios y Pablo Pérez. ¿Se animará a apostar también de local a Villa y a Pavón por las bandas, como lo hizo en las revanchas de cuartos en Belo Horizonte y de semis en San Pablo? ¿Sentará en el banco al último refuerzo estrella: Mauro Zárate?

El “9” de Boca, más que un dilema, es una salvación. El símbolo de contundenc­ia. ¿Otra vez Wanchope Abi- la de entrada, para desgastar y convertir? ¿De nuevo el iluminado Darío Benedetto en el segundo tiempo, para destrabar un empate o sentenciar? En silencio, seguro los ilustres suplentes Fernando Gago y Carlos Tevez soñarán con un espacio para demostrar que no sólo son el pasado.

Eso sí, tiene un problema mayor River: disimular el miércoles en la Bombonera la ausencia de su capitán y líder espiritual, del lesionado Leonardo Ponzio, quien casi se autodescar­tó. Una baja demasiado potente para un duelo híper caliente.

River transmite mayores seguridade­s defensivas, partiendo desde su arquero Franco Armani, un puesto que en Boca no genera lo mismo con Agustín Rossi.

Más allá del show, el juego superclási­co dejará las reafirmaci­ones de River o las reivindica­ciones de Boca. Serán marcas que no se borrarán jamás. Para bien y para mal. ■

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