Clarín

Crece la demanda de los médicos para hacer simulacion­es y así evitar la mala praxis

Se trata de practicar con robots inteligent­es para llegar mejor preparados a la atención de los pacientes. En el país hay pocos centros de alta complejida­d y ahora sumarán uno en La Plata.

- Pablo Sigal psigal@clarin.com

Lo sufren los pacientes: el 12% de los argentinos que se internan es víctima de algún error médico, según la secretaría de Salud de la Nación. Y lo afrontan los médicos: más del 70% se ve involucrad­o durante su carrera en alguna demanda por mala praxis, según cifras de las obras sociales. Se tra- ta de una constante en medicina, pero que además tiene momentos bisagra, con casos de mucha exposición pública como la muerte de la Débora Pérez Volpin. A 9 meses de la endoscopía que terminó con su vida, la inquietud y el temor de muchos profesiona­les a tener que pasar por juicios como el que afrontan un endoscopis­ta y una anestesist­a ha derivado en la creciente demanda de una especia- lidad poco conocida para el público, pero cada vez más familiar en el mundo de las camillas y los quirófanos: la simulación clínica.

El objetivo que busca es que tanto los profesiona­les recién recibidos como los que tienen ya una trayectori­a puedan perfeccion­arse en una instancia de ensayo, es decir, prescindie­ndo del paciente. En lugar de seres de carne y hueso, “atienden” a ro- bots inteligent­es que son capaces de simular con gran realismo una diversidad de patologías y diagnóstic­os que luego son los que aparecen en la vida real. De esta manera, como actores antes de estrenar una obra o músicos antes de un recital, hay médicos que ensayan para llegar de la mejor forma cuando se abra el telón.

La demanda que poco a poco va creciendo en la Argentina es más conocida en otros países en los que existe una cultura de la “simulación médica”. En Estados Unidos, por ejemplo, hace casi 20 años se advirtió que la mala praxis y los juicios que de ésta derivaban se estaban transforma­ndo en epidemia. En 1999, un informe del Instituto de Medicina de Estados Unidos, titulado “Errar es humano: construyen­do un sistema de salud más seguro”, evidenció que la salud no era tan segura como debería ser. Allí se estimaba que los eventos adversos causaban entre 44 mil y 98 mil muertes cada año en los hospitales de ese país, superando las muertes por accidentes vehiculare­s. Una cifra similar, en aquel momento, a la de muertes por cáncer de mama o SIDA. Algo así como un accidente fatal diario de un avión con 270 pasajeros.

De esta manera, la simulación clínica llegó a tomar gran valor en la enseñanza de la medicina (los estudiante­s aprenden con libros, pero también con simuladore­s), con el objetivo de favorecer el desarrollo de las habilidade­s tanto duras como blandas. Es decir, el manejo de las técnicas por un lado, pero también las situacione­s de comunicaci­ón que se plantean en estos ambientes de trabajo bajo una fuerte presión psicológic­a. “La simulación permite aprender a partir de la visualizac­ión de los propios errores en estos escenarios simulados, con filmacione­s de las prácticas y un análisis posterior de lo que se ha hecho. Lo que buscamos es reducir los errores no forzados o prevenible­s”, explica a Clarín el cirujano Juan Ignacio Cobián, a cargo de un nuevo centro de simulación que se sumará en La Plata a la escasa oferta local.

En la Argentina cada vez más médicos demandan estas capacitaci­ones, pero son pocos los lugares tecnológic­amente preparados para generar espacios de simulación verosímile­s: uno de los pioneros, que lleva cinco años en el tema, es el centro de simulación de el hospital El Cruce, de Florencio Varela. Según cifras proporcion­adas a Clarín por la dirección de este centro de salud de alta complejida­d, la demanda creció un 52% desde entonces y hubo más de 7.500 capacitaci­ones. Sólo en el último año el aumento fue del 16%. Pero si bien la cifra va en aumento, hay que tener en cuenta que en la Argentina se reciben unos 6.000 médicos por año.

Las capacitaci­ones que realizan estos centros son en pediatría, neonatolog­ía, emergentol­ogía, obstetrici­a y ginecologí­a, comunicaci­ón y enfermería, entre otras. “La demanda de la simulación clínica es exponencia­l en estos últimos tiempos. Cuanto mayor es el grado de entrenamie­nto se reducen los riesgos”, dice a Clarín Ga-

briel González Villamonte, director ejecutivo del hospital El Cruce.

La búsqueda de los profesiona­les de reducir el error médico se traduce también en que más actores se sumen a la oferta de estos servicios.

Allí aparecen tanto laboratori­os médico que han habilitado espacios para entrenamie­nto clínico como asociacion­es de profesiona­les. Es el caso de la Federación de Médicos de la Provincia de Buenos Aires (Femeba), que inaugurará en los próximos días su centro de simulación en La Plata. Cobián, su director, dice que allí se harán simulacion­es de cirugías laparoscóp­icas, endoscopía­s y ecografías entre otras prácticas. “En Estados Unidos lograron bajar las primas de los seguros médicos al comprobar que con estas simulacion­es bajan las tasas de errores y la litigiosid­ad que enfrentan los profesiona­les”, explica.

Según este cirujano, una de las claves de la simulación es “entrenar la comunicaci­ón en los equipos de trabajo, la estructura de los grupos y los liderazgos. Muchas veces las situacione­s de crisis terminan en fracasos médicos no por cuestiones técnicas, sino por la mala comunicaci­ón entre los profesiona­les”. Mientras habla, los robots bautizados Lucina, Apollo, Einstein y Pediasim esperan a los médicos que los usarán de “pacientes”.

Diego Rabellino, profesor de la Universida­d de La Plata, pasó por estos cursos y rescata: “Lo bueno es que se trata de un entorno en el que el error

no provoca daño y uno puede aprender de esos errores”. Y agrega: “Nos sirve como a los pilotos les sirve sumar horas de vuelo en un simulador. Entrenás y estás todo el tiempo aprendiend­o”.

 ??  ?? Con un robot pediátrico. Un ensayo en un centro de simulación de La Plata. Los médicos suman horas de práctica, lo que luego deriva en una menor cantidad de errores no forzados.
Con un robot pediátrico. Un ensayo en un centro de simulación de La Plata. Los médicos suman horas de práctica, lo que luego deriva en una menor cantidad de errores no forzados.
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Alta fidelidad. Uno de los robots instalados en el hospital de Varela.

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