Bolsonaro y nosotros
Brasil es el emisor número once de gases de efecto invernadero. Y esto no se debe a su industria o al transporte, sino a la deforestación del Amazonas y del Cerrado. Ahora que ganó Jair Bolsonaro (quien quiere reemplazar los increíbles sistemas boscosos del país con soja y ganado en detrimento de su biodiversidad y sus poblaciones indígenas), el mundo entero está en ascuas. Un estudio hecho por científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (IMPE, en portugués) señaló que sólo con las políticas del futuro presidente para la Amazonia, podría consumirse el 20% del presupuesto de carbono para frenar el alza del termómetro en 1,5C. O sea: nos hundimos todos. La comunidad internacional no debe observar impasible esta potencial destrucción de la vida y la atmósfera. Claudio Angelo, del Observatorio del Clima, un consorcio brasileño de ONG, indicó que una forma de ejercer presión podría ser a través de acuerdos comerciales. Por ejemplo, si Brasilia se desentiende del Acuerdo de París y de los objetivos a los que se comprometió, que sufran las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur. Brasil será el orgulloso custodio de uno de los sistemas naturales más ricos que existen pero sus políticos no tienen derecho a perjudicar al resto del planeta. Nadie lo tiene.