Mi tía abuela y la “fiesta” de la matanza nazi
El periodista suizo investigó el horror vinculado a su pasado. En la mansión de su familia, que donó obras para fundar el museo Thyssen-Bornemisza español, asesinaron a 180 judíos durante una celebración, en 1945.
Los silencios abundan cuando molestan las palabras. Esa pausa tan profunda para hilvanar una frase suele revelar una herida. Y Sacha Batthyany lo sabe. Este periodista de 45 años descubrió que el silencio puede ser un mal aliado y es un rasgo característico de su familia, proveniente de la realeza de Hungría. Su vida transcurría como periodista en el Neue Zürcher Zeitung, un periódico dominical de Zurich, Suiza. Pero en 2010 una compañera le acercó un artículo con el título La anfitriona del infierno, en referencia a la tía abuela de Sacha, conocida como Tía Margit.
Su nombre verdadero fue Margareta Von Thyssen Bornemisza (19111989), una condesa alemana casada con Ivan Batthyany, el tío del padre de Sacha, y con un oscuro pasado: odiaba a los niños y tenía como amante a varios jerarcas nazis. Se trata de la familia cuya colección es la base del famoso Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en Madrid, donde se exponen obras de grandes maestros de la pintura, como Durero, Rafael, Tiziano, Rubens, Rembrandt, Caravaggio y Picasso.
La Tía Margit era un monstruo. La dueña del castillo de Rechnitz, un pueblo de 3.058 habitantes en Austria, cerca de la frontera con Hungría. Estuvo involucrada en la matanza de 180 judíos en las inmediaciones del castillo sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, en la noche del 24 al 25 de marzo de 1945. Organizó una fiesta de sexo, alcohol y muerte junto con 40 jerarcas nazis, miembros de las Juventudes Hitlerianas y la Gestapo.
El Ejército Rojo estaba apenas a 15 kilómetros de la mansión. A la hora de los postres, con la concurrencia muy pasada de copas, los invitaron a pasar a un establo donde había 200 judíos, una selección de los 600 que tenían hacinados en el sótano. Hicieron desnudar a los judíos y convidaron armas. Y tiraron, como un macabro fin de fiesta (la del nazismo), dispararon borrachos a gente desnuda y se fueron a bailar. Mataron a 180, dejaron a 20 para que los enterraran y los liquidaron al día siguiente.
Sacha se sumergió en sus antepasados para reconstruir la historia de su tía abuela y así logró desentrañar los silencios de su familia en el libro La Matanza de Rechnitz. Historia de mi familia (2016, Seix Barral). La obra expone a la Tía Margit como un personaje siniestro que su familia le había ocultado, pero no consigue esclarecer dónde están los cuerpos de los 180 judíos masacrados.
De paso por Buenos Aires, Batthyany fue especialmente invitado para participar hoy en la segunda edición del festival en Hechos Reales (ver ficha). -¿Cómo puede describir su libro? -Mi libro no sólo busca respuestas sobre el pasado sino sobre mi familia, sobre mí mismo y sobre el presente en que vivimos.
-¿Qué lo impulsó a escribir? -Quería saber qué había hecho mi tía Margit. Tengo documentos sobre ella pero nadie sabe dónde están esos cuerpos. Muchos documentos prueban que estuvo involucrada en la masacre pero nunca se supo dónde están esas fosas ni donde tiraron los cuerpos. Como periodista, pensé que había algo de suspenso y enigma que podía resolver pero finalmente no pude hacerlo.
-¿Pero no había nada que le estaba dando vueltas?
-Cuando me entero de la historia de mi tía Margit publico una nota de investigación sobre ella y cómo fue la reacción de mi familia. Terminé mi artículo, puse mi firma y empecé con otra cosa como cualquier perio- dista, pero su historia siguió dando vueltas en mi cabeza.
-¿Margit es la oveja negra de la familia?
-Es mucho más que eso. Ser la “oveja negra” significa otra cosa en mi familia: era como una dictadora, muy poderosa y escandalosamente rica. Tenía tanto dinero como Bill Gates. -En su libro afirma que su tía abuela no era una condesa asesina pero varios medios la describen de esa manera...
-Ella no mató a nadie pero ayudó a escapar a los nazis asesinos. Mi tía abuela no abandonó el castillo cuando ocurrió la matanza. Eso está probado. No disparó pero hizo muchas cosas malas.
-¿Qué cosas?
-Protegió a dos nazis asesinos, los dos amantes suyos: uno -Joachim Oldenburg- vino a la Argentina y en los 70 volvió a Alemania. El otro -Franz Podezin, jefe de la Gestapo de Reichnitz- estuvo escondido en Sudáfrica. Pero el caso de los 180 cuerpos sigue aflorando en Rechnitz: allí van periodistas, camarógrafos y también hay subsidios de organiza- ciones judías para hacer nuevas excavaciones. La gente de ahí está estancada en ese pasado porque a cada rato le recuerdan lo de los 180 judíos. Ese pueblo es una metáfora de una herida que se abre cada vez más si no se resuelve el caso.
-¿Qué siente usted por su tía abuela? -(Se produce un profundo silencio… Sacha trata de pensar). Me enoja que mi tía Margit haya sido una multimillonaria con su vida de jet set en Europa y que nunca haya hecho nada por nadie. Tampoco quiso resolver la matanza de judíos. Mis padres sabían que había hecho algo en esa fiesta pero nadie había preguntado nada hasta que yo lo hice. La conocí cuando era muy pequeño y no sabía nada sobre ella. En cambio, mi familia prefirió no hablar sobre el tema y eso también me enoja.
-¿Usted siente cierta culpa o vergüenza?
-No me siento culpable pero sí avergonzado de lo que ha ocurrido. Tengo un sentido de responsabilidad que me hace estar con los ojos más abiertos sobre determinadas situaciones y no me refiero a una masacre sino a hechos de la vida cotidiana que pueden ser muy duros y los dejamos pasar por alto.
-¿Cree que su vida ha cambiado a partir de la publicación de su libro? -Mi libro fue traducido en varios idiomas y hubo reacciones diferentes. Todo el mundo me viene con alguna historia que no se cuenta en mi familia como abusos, adicciones y otras cosas. Mientras escribía también hacía psicoanálisis, eso está en el libro. Hacer terapia, hablar sobre mi identidad y saber quién es mi padre tuvo que haber producido algún cambio en mi personalidad. -¿Se siente más aliviado?
-Mi libro es una investigación sobre la dinámica familiar, cómo ocurrió la tragedia y los hechos que se cuentan. Yo no descubrí esta matanza, ya había documentos que la probaban y mucha gente lo sabía. Traté de hacer una investigación sobre cómo me afecta el caso tanto a mí, al resto de mi familia y a los más íntimos. Me interesaba saber de qué manera el pasado todavía no se está interpelando en el presente. Todavía llevo sobre mis hombros la sombra del pasado.
La entrevista culmina con un diálogo entre cronista y entrevistado. Sacha pregunta: “¿Qué pasa en Brasil? Estoy verdaderamente preocupado por lo de Bolsonaro, sus declaraciones son terribles”. ■