Clarín

“Homenaje a Horacio Cardo, un hombre especial”

-

Le pregunté “¿Sos feliz, Horacio?” y se me vino encima, con las manos en los bolsillos, soltando un firme “Sí”. Luego del primer impacto, luego de la respuesta automática, agregó algunos comentario­s acerca de lo lindo que es vivir en un lugar tranquilo, junto a la naturaleza. Yo acepté la respuesta, pero no me quedé para nada conforme. No con él, sino que conmigo mismo. Cuando nos retirábamo­s de su casa, tenía un impulso por dentro. Tenía esas ganas de cuestionar­le la cantidad de sangre que pude destacar en gran parte de los dibujos que colgaban en sus paredes. Paredes que llegaban hasta un techo alto, altísimo. Una pequeña pileta y un hermoso jardín acompañaba­n la residencia hecha sobre un médano que dejaba más alto a este humano con un éxito del carajo.

Luego me enteraría que un hecho doloroso había impactado en la vida de este humano, como a todos nosotros. Lo que sucede es que cada uno se encarga de ocultar lo peor, con niebla o con amor, para que la vida siga pareciendo normal. Pero claro, por qué no ver sangre en el mundo si es lo que finalmente nos compone, nos circula constantem­ente. Quería preguntárs­elo. Pero no pude. Luego, al llegar a mi hogar, pensé en escribirle algo. Me había regalado una obra que tenía guardada acerca del fraude del psicoanáli­sis freudiano.

Pensé que lo mejor que podía hacer era realizar un escrito, con mi creación de poder, con lo mejor de mi ser, así como lo hago con todas las personas a las que siento. No lo hice. Me arrepentí luego. No cumplí mi promesa. La muerte ya ha llegado y esto no es más que literatura. ¿De qué nos sirve estos recuerdos, estas palabras? ¿Acaso sanan algo? ¿Acaso significan algo? Es extraño, porque la muerte para mí es extraña. Pero Horacio, quien amablement­e nos invitó a tomar unas bebidas y a charlar de la vida, se posicionó respecto a algo en frente mío: los niños, hasta los cinco años, tienen una capacidad de reflexión e imaginació­n impresiona­nte. Cuando crecen, esa enorme energía se va achicando hasta convertirs­e en un pequeño cubito aplastado. ¿La razón? Se podría decir, que por arte del sistema. Esa fue una enseñanza de Cardo. Lo único que no pude hacer fue demostrarl­e mi agradecimi­ento. Vi a un hombre especial y tuve el placer de conocerlo gracias a mi abuelo Arnaldo. ¿Será feliz en este momento? Una pregunta que le podré hacer, quizá, en otro momento.

Sin embargo, esto último suena ridículo, porque el momento ha pasado y la muerte ha llegado. Destierra a algunos para aterrar a tantos otros. La pregunta, ahora, ¿cuál es? Si el tiempo ha pasado y la felicidad ya no importa, ¿qué ha quedado? Sin dudas, el instante del encuentro. Eso lo hizo especial. Eso lo hizo importante. ¿Sos feliz? Sí... feliz pero con un poco de dolor. ¿Pero quién no vive así? Es que es parte del humano. Es parte de lo que sabía Horacio y parte de lo que sé yo ahora. Joaquín Paganetti joaquin4pa­ganetti@hotmail.com

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina